Viernes de dolores, así se le dice según la
tradición, al viernes en que se María
no comprende ese gran misterio pero acepta, una vez más, porque es la voluntad
Dios.
conmemora los dolores de la Virgen Santísima, como Madre dolorosa al pie de la
Cruz.
Esta veneración data del siglo XIII. Este año la hemos conmemorado el pasado
día 15 de este mes según la liturgia de la Iglesia universal proclamada por el
Papa Pío X (1903-1914). En México la tradición dice que el Viernes de Dolores
es el viernes anterior a la Semana Santa.
La Madre de Dios llora y sufre la angustia de ver morir a su Hijo como la haría
cualquier madre.
Lo ha visto coronado de espinas, clavadas en su cabeza y en su frente, dejando
su pelo y rostro manchado de una sangre que se coagula y reseca sobre la piel,
su espalda que esta desgarrada y abierta por los azotes que le han dado y que
cubrieron después, con una túnica púrpura para burlarse de El, dándole
bofetadas y escupiéndole...
Sabe que su amadísimo Hijo es humillado y escarnecido y por todo esto...¡tiene
roto el corazón!
Después lo ha visto caminar y caer, bajo el peso del madero que lleva sobre sus
maltratados hombros y ha visto como le clavan sus amados pies y manos en el
madero de la Cruz y, por fin, lo ha visto levantar en alto, y morir. ¿Podrá
haber un dolor más grande?. Lo sabe puro, lo sabe bueno, lo sabe santo....lo
sabe Hijo de Dios, y piensa...¡Cuánto debe ser su amor por todos los hombres!
Y María no comprende ese gran misterio pero acepta, una vez más, porque es la
voluntad Dios. Su corazón es traspasado por una espada y su dolor no tiene
límites. Así se cumple la profecía de Simeón, cuando viéndola, casi una niña
con su Hijo en brazos, el día de la Presentación en el Templo, entre otras
cosas le dice a María :- "una espada atravesará tu alma"... y ahora
María está de pie junto a la Cruz de Jesús.
En el libro "El silencio de María" nos dice el P. Ignacio Larrañaga:-
"Es preciso colocarse en medio de este círculo vital y fatal que unos
lamentaban y otros celebraban, ese triste final y en medio de ese remolino, la
figura digna y patética de la Madre, aferrada a su fe para no sucumbir
emocionalmente, entendiendo algunas cosas, por ejemplo lo de la
"espada", vislumbrando confusamente otras... Lo importante no era
entender, sino el entregarse. "Padre mío, en tus brazos deposito a mi
querido Hijo". Fue el holocausto perfecto, la oblación total. La Madre
adquirió una altura espiritual vertiginosa, nunca fue tan pobre y tan grande,
parecía pálida sombra pero al mismo tiempo, tenía la estampa de una
reina.".
San Juan nos dice: "Habiendo mirado, pues, Jesús a su madre y al discípulo
a quien amaba, el cual estaba allí, dice a su madre:- "Mujer, ahí tienes a
tu hijo".Después dice al discípulo:- " Ahí tienes a tu madre". (Jn 19,25 - 27)
Fue en ese momento en que la Madre de Jesús se hizo madre de todo el género
humano. Esta mujer dolorosa pero firme al pie de la Cruz nos está diciendo que
solo la fe nos dará fuerza para los grandes dolores que la vida nos depare.
Y terminamos acompañando a esta Madre Dolorosa con algo muy hermoso escrito por
el Cardenal Pironio:
Señora de la Pascua,
Señora de la Cruz y de la Esperanza.
Señora del Viernes y del Domingo.
Señora de la noche y de la mañana.
Señora de todas las partidas, porque eres la Señora del
"tránsito" o de la Pascua.
Escúchanos: Hoy queremos decirte "muchas gracias".
Muchas gracias, Señora por tu Fiat, por tu completa disponibilidad de
"esclava".
Por tu pobreza y tu silencio.
Por tu gozo de las siete espadas.
Por el dolor de todas tus partidas, que fueron dando la paz a tantas
almas.
Por haberte quedado con nosotros a pesar del tiempo y la distancia.
Autor: María Esther de Ariño.
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