Autor:
Carolina Crespo Fernández
En la democrática Europa
persiste la persecución a la gente por sus creencias, amparada en un indomable
interés por aumentar la lista de apóstatas, el salvaje ataque a la institución
familiar y la defensa de la cultura de la muerte. Para conseguir estos fines,
se utilizan todo tipo de medios, desde el poder político, pasando por la
educación, hasta llegar a los medios de comunicación social, que presentan como
progresistas actitudes y conductas que conducen a la quiebra del mismo hombre.
Solo una política basada en valores cristianos contribuirá eficazmente a la
reedificación de una Europa que cada vez más se aleja de sus raíces, unas
raíces que de ser respetadas jamás hubieran permitido que las personas se
hundieran en la esclavitud del préstamo hipotecario y sus terribles
consecuencias. Una Europa en la que proliferan juristas mercenarios del Derecho
para los que las leyes se interpretan al vaivén de su servilismo político. Una
Europa en la que los sindicatos han claudicado en sus funciones originarias, traicionando
la confianza depositada en ellos por los trabajadores.
Una Europa que se ha
empeñado arduamente en la destrucción de la familia, institución en la que está
en juego el hombre mismo. Una Europa en la que el ser humano puede elegir ser
hombre o mujer según su voluntad.
Una Europa en la que se emprende una cruenta
campaña --tal cual conspiración propia del Moscú de la "guerra
fría"-- contra un político destinado a ocupar legítimamente su puesto de
Comisario en el Parlamento europeo, pero con el que ciertos grupos se ensañan
por manifestar públicamente que desempeñará su labor en consonancia y en
consecuencia con sus valores cristianos. Y es que en la dictadura del
relativismo moral todo es permisivo menos la coherencia de un cristiano
convencido.
Urge un humanismo cristiano que combata ese relativismo presente en todas las
dimensiones de nuestra sociedad --política, cultural, educativa y personal--
regido por un valor prioritario: el beneficio, la utilidad, en detrimento de la
caridad, del bien común, y en que el ser humano ha pasado a ser una mercancía.
La esclavitud aún perdura en esta Europa moderna y de grandes avances
tecnológicos: prostitución, explotación infantil, tráfico de indocumentados con
fines de explotación. Urge movilizar un rearme moral, en el que participe gente
viva, crítica, activa y responsable, con una inquebrantable pasión por la
verdad y la defensa del hombre por encima de cualquier otro interés; cristianos
formados que beban de la rica doctrina social de la Iglesia, recogida en encíclicas
como Mater et magistra, Pacem in terris, Ecclesiam Suam y Populorum progressio,
situadas en épocas que deberíamos recordar porque es bueno aprender de los
errores del pasado para no repetirlos. Nos puede sorprender lo buenos profetas
que fueron los Papas que las escribieron.
Urge un desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral imperante,
liderado por la minoría creativa, por cristianos sin complejos, que no se
amendrenten aún a costa de que ante el ejercicio de la libertad de expresión se
les amenace con ponerles un bozal.
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