La Iglesia sigue el
camino de Pasión y Resurrección de Jesús. La Iglesia es Eterna, superará todas
las tribulaciones.
Como círculos concéntricos, así es el Plan de
Dios. Si se analizan las Escrituras, es evidente que el mismo argumento, la
misma historia se repite una y otra vez, con distintos personajes, pero con el
mismo significado y mensaje. Por ejemplo, cuando Dios saca a Su Pueblo de
Egipto y le pide se sacrifique como ceremonia previa un cordero Pascual en cada
familia, para abrir de ese modo las puertas a la salvación del pueblo elegido.
Del mismo modo, siglos después es el Cordero de Dios, Cristo, el sacrificado
para salvar al Pueblo de Dios una vez más, ésta vez por la Redención definitiva
de toda la humanidad. También vemos en el pedido a Abraham de sacrificar a su
primogénito, reemplazado a último minuto por un cordero, el mensaje de Dios
sacrificando a Su Hijo Unigénito siglos después, Cordero de Dios, Hombre
Verdadero y Dios Verdadero. Círculos y círculos que se repiten con distintos
personajes y circunstancias, pero con el mismo mensaje y contenido.
Los mensajes de Dios raramente son directos, pero en la forma de parábolas y
revelaciones El nos ha dejado lo necesario para que encontremos las pistas que
nos den el camino seguro a la Salvación. Nuestro es el esfuerzo necesario para
comprender Su Mensaje, Su Palabra, porque esa es la Ley de Dios para nosotros:
poner nuestra voluntad a Su servicio, incluido el disponer nuestra inteligencia
para comprender Su Revelación.
Como una piedra lanzada a un estanque, que produce círculos que se abren más y
más, el uno más grande que el otro, pero todos provenientes del mismo evento.
La Piedra, el centro de toda ésta historia, se sitúa en la Vida de Cristo. Todo
lo que rodeó a Jesús en Su vida en la tierra fue preanunciado con siglos de
antelación, y también se repite luego a través de la vida de Su Iglesia, ya que
El mismo es la Cabeza del Cuerpo Místico del que nosotros somos miembros activos
y militantes. De este modo, existe un claro paralelo entre la historia del
Redentor y la de Su Iglesia, ya que ambas van indisolublemente unidas, son dos
círculos distintos pero ambos provenientes del mismo evento: la Encarnación del
Verbo.
Todo comienza con la Anunciación del Ángel a Maria en la casita de Nazaret,
donde Ella dio el si que abrió las puertas a la historia de la Salvación. El
equivalente a la Anunciación, en la historia de la iglesia, se produce al pie
de la Cruz. En este caso, no fue el ángel el que hizo el anuncio. Es el mismo
Cristo el que anuncia a María que Ella será la Madre de todos los hombres, de
la Iglesia. Una vez más, Maria dio un si, lleno de dolor ante tan horrorosa
vista, la de Su Hijo Crucificado y a punto de morir.
El Nacimiento de Jesús se produce en Belén en una pobre gruta, con María y José
como testigos. La Iglesia, en cambio, nace el día de Pentecostés, nuevamente
con María como la Madre que da a luz espiritualmente al Nuevo Pueblo de Dios.
En la misma sala en que Jesús había instituido la Eucaristía poco tiempo antes,
en la sala del Cenáculo en la planta alta de aquella casa de Jerusalén, se
produjo el nacimiento de la Iglesia. El Pequeño Cuerpo de Jesús que Ella tuvo
en sus brazos en Belén, fue reemplazado en este caso por un pequeño grupo de
humildes hombres que eran la iglesia infante que nacía aquel día.
El mundo quiso asesinar a Jesús en Sus primeros años de vida, con la
persecución de Herodes. La Sagrada Familia huyó entonces de Palestina hacia
Egipto. Luego del nacimiento de la Iglesia, los primeros cristianos también
fueron perseguidos y debieron huir de Jerusalén hacia lugares distantes,
llevando el mensaje de Salvación con ellos. Muchos fueron asesinados, como los
niños de Belén, pero la Iglesia Cuerpo Místico de Cristo salvó Su vida y siguió
camino rumbo a la adultez. El retorno de la Sagrada Familia desde Egipto a
Nazaret puede ser comparado, en la vida de la Iglesia, con el establecimiento
del Cristianismo en Roma, la vuelta a casa para seguir dando firmes cimientos a
la historia de la Redención.
Los primeros años de la vida de Jesús fueron un periodo de crecer, oculto a los
ojos del mundo, creciendo en Su Naturaleza Humana y formándose bajo el cuidado
de Su Madre. Del mismo modo, la iglesia transitó siglos de pequeñez y
ocultamiento, creciendo y fortaleciéndose hasta ser un vigoroso Cuerpo
dispuesto a dar el mensaje de Salvación al mundo. Los santos que fueron
surgiendo a través de los tiempos son los miembros vigorosos de Jesús, lozanos
y deslumbrantes, que nos permiten ver en todo su esplendor al Cuerpo de Cristo
formado como un Adulto fuerte y preparado para Su Misión.
Es difícil ver como se establece el paralelo de allí en adelante, quizás porque
estamos tan cerca de los hechos que no podemos reconocer qué parte de la vida
de Jesús está viviendo la Iglesia en estos momentos. A pesar de ello, creo que
está claro que la Vida Pública de la Iglesia empezó hace varios siglos ya. Y
probablemente el signo más claro esté constituido por las múltiples apariciones
de María, que ha sido enviada por Jesús para trabajar y anunciar el mensaje, el
mismo mensaje, a todos nosotros. Apariciones en todos los continentes, mensajes
invitando a la conversión, al amor, a la fe. El mismo mensaje que Jesús nos da
en el Evangelio, ahora traído por Su Madre. Pero también Jesús ha salido a
caminar los senderos de este mundo, a través de Santa Margarita Maria de
Alacoque y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, de Santa Faustina Kowalska
y el Jesús Misericordioso, entre varias diversas manifestaciones de Jesús a
santos de la Iglesia.
Jesús y Maria han salido a recorrer los caminos de este mundo, como en
Palestina. La vida pública de la iglesia parece estar desarrollándose de modo
pleno. Pero, así como Jesús caminó tres años de Su vida pública rumbo al
Calvario como indudable destino final, ¿hacia dónde se dirige Su Cuerpo
Místico, la Iglesia, entonces? Difícil de saberlo, pero un dato resuena en mi
mente. Desde hace un tiempo la Virgen se manifiesta con lágrimas en sus ojos,
comenzando en La Salette, pero mucho más claramente en las últimas décadas con
las lacrimaciones de muchas de sus imágenes, lágrimas de sangre algunas veces.
No puedo dejar de recordar que, si bien la Virgen lloró muchas veces por el mal
que los hombres hacían a Su Jesús, Ella nunca lloró más que al pie de la Cruz,
en el Calvario.
La esperanza, sin dudas, la tenemos puesta en la seguridad plena de que la
Iglesia sigue el camino de Pasión y Resurrección de Jesús. La Iglesia es
Eterna, superará todas las tribulaciones, las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella. Pero, mientras tanto, tiene en el Cielo a todas las
almas santas, las que llegaron al Reino, y aquí en la tierra a sus miembros
militantes, todos nosotros, que la integramos con el orgullo de vivir días de
Cruz o Resurrección, según sea Su Voluntad.
Autor:
Oscar Schmidt.
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