¡Llevemos al
corazón de Dios a través de María, toda nuestra vida, cada día!
Autor: SS Francisco.
Fragmento de la
homilía del Papa Francisco en la Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora
de Bonaria. 22 septiembre 2013
En (Cfr. Hc 1, 12-14) nos muestra a María en oración en el Cenáculo, junto a
los Apóstoles, en espera de la efusión del Espíritu Santo (Cfr. Hc 1, 12-14).
María reza, reza junto a la Comunidad de los Discípulos y nos enseña a tener
plena confianza en Dios, en su misericordia. ¡La potencia de la Oración! No nos
cansemos de llamar a la puerta de Dios. ¡Llevemos al corazón de Dios a través
de María, toda nuestra vida, cada día!
Jesús nos confía a la custodia materna de su Madre, en cambio, en el Evangelio,
acogemos sobre todo la última mirada de Jesús hacia su Madre. Desde la cruz,
Jesús mira a su Madre y a ella le confía el Apóstol Juan, diciendo: "Éste
es tu Hijo". En Juan estamos todos, también nosotros, y la mirada de Amor
de Jesús nos confía a la custodia materna de su Madre. María habrá recordado
otra mirada de Amor, cuando era una jovencita: la mirada de Dios Padre, que
había mirado su humildad, su pequeñez. María nos enseña que Dios no nos
abandona, puede hacer grandes cosas también con nuestra debilidad. ¡Tengamos
confianza en Él! Llamemos a la puerta de su corazón.
Encontremos la mirada de María, porque allí está el reflejo de la mirada del
Padre que la hace Madre de Dios, y la mirada del Hijo desde la cruz, que la
hace Madre nuestra. Y con aquella mirada hoy María nos mira.
Tenemos necesidad de su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce
mejor que cualquier otro, de su mirada llena de compasión y de cuidado. María,
hoy queremos decirte: ¡Madre, danos tu mirada! Tu mirada nos lleva a Dios, tu
mirada es un don del Padre bueno, que nos espera en cada encrucijada de nuestro
camino. Es un don de Jesucristo en la cruz, que carga sobre sí nuestros
sufrimientos, nuestras fatigas, nuestros pecados. Y para encontrar este Padre,
lleno de amor, hoy le decimos: ¡Madre, danos tu mirada! Lo decimos todos
juntos: ¡Madre, danos tu mirada!
En el camino, muchas veces difícil, no estamos solos, somos tantos, somos un
pueblo, y la mirada de la Virgen, nos ayuda a mirarnos entre nosotros de modo
fraterno. ¡Mirémonos de un modo más fraterno! María nos enseña a tener esa
mirada que busca acoger, acompañar, proteger. ¡Aprendamos a mirarnos, los unos
a los otros, bajo la mirada materna de María! Hay personas que instintivamente
no tenemos en cuenta, y que sin embargo tienen más necesidad: los más
abandonados, los enfermos, aquellos que no tienen de qué vivir, aquellos que no
conocen a Jesús, los jóvenes que están en dificultad, que no tienen trabajo. No
tengamos miedo de salir y mirar a nuestros hermanos y hermanas con la mirada de
la Virgen. Ella nos invita a ser verdaderos hermanos. Y no permitamos que
alguna cosa o alguno se interponga entre nosotros y la mirada de la Virgen.
¡Madre, danos tu mirada! ¡Que ninguno nos esconda tu mirada! Nuestro corazón de
hijos sepa defenderla de tantas palabras que prometen ilusiones; de aquellos
que tienen una mirada ávida de vida fácil, de promesas que no se pueden
cumplir. Que no nos roben la mirada de María, que está llena de ternura. Que
nos da fuerza, que nos hace solidarios entre nosotros. Digamos todos: ¡Madre,
danos tu mirada!
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