María, Madre de Misericordia está cerca
de nosotros siempre.
Madre... hoy necesito preguntarte acerca
de las almas del purgatorio.
- Bien hija. ¿Qué es lo que quieres saber, exactamente?-contestas a
mi alma desde tu suave imagen de Luján.
En la parroquia de mi barrio sólo escucho un sereno silencio. Un momento más y
comenzará la Santa Misa...
- Madre, es tan grande mi ignorancia que ni siquiera sé que preguntarte.
- Mira, antes de responderte quiero que te respondas a ti misma una
pregunta. ¿Mueve tu corazón la curiosidad o el amor?
- Quiero que sea el amor, Señora mía ¡Ayúdame a que sea el amor!...
- Tus palabras alegran mi corazón. Me preguntas acerca de las almas del
purgatorio. Te propongo que cierres los ojos y vengas conmigo.
- ¿Adónde Madre?
- A un lugar donde es grande la pena y larga la espera.
Mi imaginación dibuja, entonces, un sitio triste, solitario... en
semipenumbras. Como un grande y profundo valle al que no puedo bajar. María
permanece a mi lado. Desde una especie de acantilado diviso, en el fondo del
valle, tantísimas almas suplicantes.
La Misa comienza en la Parroquia. Quiero oírla a tu lado, Madre. Pero necesito
preguntar:
- Señora, nada soy y nada valgo. Ningún mérito tengo para pedirte ¡Oh Madre de
Misericordia! ¿Puede mi nada hacer algo para aliviar el gran sufrimiento de
estas almas?
Me miras con infinita ternura. Te acercas a mi corazón y tomas de él algo que
parece una cadena.
- Pero ¿De dónde sacas esos eslabones, María?
- Esta cadena, hija mía, es la que has construido con tus oraciones de
hoy.
Ella se acerca al borde del acantilado y arroja un extremo de la cadena pero...
resulta demasiado corta para llegar, siquiera, al alma más cercana. Mis
oraciones fueron tan apuradas, tan frías, tan débiles...
María camina ahora hacia una persona entre los bancos de la parroquia y toma la
cadena que brota de su corazón.
¡Oh, sí! Ésta sí que alcanza. La pobre alma logra asirse de ella y María
comienza a rescatarla. El alma a ascendido unos pasos cuando la cadena ¡Se
rompe! ¡Ay, Madre, se ha cortado! ¿Qué se hace ahora María?
Mi amadísima Madre no se rinde. Se dirige ahora a una señora mayor que sigue la
misa con devoción. Esta simple mujer diariamente reza el Santo Rosario en la
Parroquia. También se preocupa de estar en estado de gracia, confesando
asiduamente, ora por el Santo Padre y no tiene afecto alguno al pecado. A este
último punto ella lo consigue a fuerza de gran lucha diaria con sus naturales
inclinaciones, pidiendo continuamente la asistencia del Señor, quien la
fortalece en la diaria Eucaristía.
María toma, delicadamente, el Rosario que pende de su cuello y con él, como
irrompible y eterna cadena ¡Rescata un alma!. ¡Santo Dios! ¡Jamás vi algo
semejante!¡Qué gratitud infinita la del alma liberada!¡Que exquisita es ahora
su belleza!
- Explícame, Madre, por caridad.
- Hija, lo que acabo de tomar del alma de esa buena mujer, sencilla,
callada y muchas veces inadvertida es, sencillamente ¡Una indulgencia plenaria!
¡La indulgencia del Rosario!
- Entonces, ¡Oh Madre!¡Mira esa alma allí!¡Rescátala con ese Rosario!
- Ya no puedo hija, pues sólo se puede ganar una indulgencia plenaria
por día...
- Que pena, María, habrá que esperar, entonces, hasta mañana. Cuando ella
vuelva a rezar el Rosario y recibir la Eucaristía ¿Verdad?
- Si querida, pero no debería darte pena tener que esperar. Más bien
debería darte pena que yo no tenga otro rosario, con las debidas condiciones,
que me regalara una indulgencia plenaria.
Allí, con profundo dolor por mis olvidos, me doy cuenta de que no tiene, mi
corazón, el Rosario que necesita María... ¿Cuánto tiempo me hubiese llevado el
rezarlo con devoción?¿Media hora, tal vez? ¡Oh alma mía! Te vas tras tantas
preocupaciones vanas y descuidas las cosas eternas.
- Mi querida, tan grande es la misericordia de Dios que no sólo con el
rezo del Rosario un alma puede ganar indulgencias. Puedes ganarlas plenarias o
parciales, es decir, puedes alcanzar la remisión total o parcial de las penas debidas
por los pecados de un alma, la tuya o la de un difunto, mas no la de otra
persona que aún camina en la tierra.
- Dime, Madrecita dulce, de qué otras maneras puedo regalarte cadenas largas y
fuertes para que tú, entre tus piadosas manos, las tornes santas y eternas.
- Veamos ¿Recuerdas la enseñanza de Jesús? “El que busca encuentra”...
Busca hija, tómate el trabajo de averiguar, habla con tu párroco. Hallarás lo
que buscas si media de tu parte voluntad y esfuerzo.
Se acerca la hora de la consagración. El coro de la parroquia canta ¡Santo,
Santo, Santo!. Miro a esas pobres almas angustiadas en el fondo del valle. Sus
miradas me dicen ¡Canta, hermana, canta fuerte!¡Canta por nosotras!¡Canta por
todas las veces que no supimos hacerlo!
Canto entre lágrimas... canto por ellas...
Voy a recibir la Eucaristía. Vuelvo mis ojos al fondo del valle. ¡Qué miradas!
¡Cómo quisieran ellas estar, por un segundo, en mi sitio... a escasos metros
del Santísimo!
Pobres almas, tantas veces olvidadas por mi corazón.
Si tan sólo pudiera, ahora, hacer algo por aliviar sus penas...
- Puedes... puedes, hermana.. –Claman a mi corazón las benditas almas del
Purgatorio- Al menos escribe de nuestra espera y nuestra angustia por no poder
llegar aún a la presencia del Padre. Escribe acerca de cadenas que se cortan y
de cadenas que liberan. Pide a María, Madre de Misericordia, que tus letras
lleguen a las almas de los hermanos. Pide que ellos sientan compasión de
nosotras y nos alivien con sus oraciones y limosnas en nuestro nombre. Quizás
esas almas hagan por nosotras todo lo que querrían que hicieran por ellas
cuando mueran.
Así lo hice. Ya está escrito. Entre tus manos queda, Madre. Ahora rezaré el
Rosario. Pido a Dios que los eslabones que broten de mi alma no defrauden las
esperanzas de mi Reina y Señora.
NOTA:
"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi
imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero
no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones
o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y
verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación,
sin intervención sobrenatural alguna."
Por: María Susana Ratero
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