Servidores de Dios
y amigos de los hombres: así son los ángeles.
¿Qué son los ángeles? Espíritus que contemplan a
Dios y que viven en medio del misterio. Espíritus que participan de la alegría
divina y colaboran en sus planes sobre los hombres débiles y necesitados de
ayuda y protección.
Por eso los ángeles sufrirán, de algún modo que no podemos imaginar, al ver que
hay corazones que se cierran al amor o pierden la esperanza. O se alegrarán
profundamente cuando vean que otros corazones lloran por sus pecados e inician
el camino del regreso al Amor de Dios.
El Evangelio nos habla de fiestas y gozo entre los ángeles por cada pecador
convertido. Cada vida es importante para Dios, es observada por los ángeles, es
bendecida de mil formas por compañeros celestes que nos invitan a soñar en el
cielo que nos espera.
Dios desea que algunos ángeles intervengan en nuestras vidas. Por eso en la
Biblia encontramos la narración de presencias angélicas. Especialmente bella
resulta la salida de san Pedro de la cárcel, guiado por un ángel. Ya en la
calle exclama fuera de sí: "Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor
ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes y de todo lo que
esperaba el pueblo de los judíos" (Hch 12,11).
Es muy conmovedora la historia de Tobit y de su hijo Tobías, a los que Dios
envió el arcángel Rafael. Sólo al final, cuando Tobías ha podido contraer
matrimonio con Sarra, y cuando Tobit ha recuperado la vista, los dos descubren
que habían sido ayudados por un ángel.
El mismo Rafael les explica cómo había intervenido en sus vidas:
"Cuando tú y Sarra hacíais oración, era yo el que presentaba y leía ante
la Gloria del Señor el memorial de vuestras peticiones. Y lo mismo hacía cuando
enterrabas a los muertos. Cuando te levantabas de la mesa sin tardanza, dejando
la comida, para esconder un cadáver, era yo enviado para someterte a prueba.
También ahora me ha enviado Dios para curarte a ti y a tu nuera Sarra. Yo soy
Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a
la Gloria del Señor" (Tb 12,12-15).
Rafael añade inmediatamente, para tranquilizar a sus amigos, estas palabras
llenas de afecto: "No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios por
siempre. Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía hacia
vosotros, sino por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él
debéis cantar. Os ha parecido que yo comía, pero sólo era apariencia. Y ahora
bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios" (Tb 12,17-20).
Servidores de Dios y amigos de los hombres: así son los ángeles. Las palabras
de Rafael nos llenan de alegría y esperanza. Con la ayuda angélica podemos
descubrir el amor de Dios y recibir una fuerza concreta, oportuna, en tantas
pruebas de la vida.
Por eso hemos de sentirnos invitados a dar gracias a Dios, porque no deja sin
recompensa ningún gesto de amor que podamos ofrecer a los hermanos nuestros más
necesitados. Porque nos envía, en ocasiones totalmente inesperadas, un ángel
que rompa nuestras cadenas y nos lleve a descubrir lo inmensamente bello que es
el Amor del Padre de los cielos.
Autor: P. Fernando Pascual LC.
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