Desconéctame, Señor, de las cosas de mi
vida que tanto amo....quiero que tu me ayudes a vivir en la humildad.
Aquí estoy, Señor, para darte ese tiempo
de mi vida, que es muy poco, comparado con el tiempo que siempre tengo para
trabajar, para distraerme y pasear. Es muy poco pero quiero que sea tuyo y que
será el mejor de mi tiempo porque es para ti.
Dame paz, tranquilidad. Auséntame de todas mis preocupaciones, quedarme vacía
de todos los problemas y dolores que llevo en mi alma, muchas veces causados
por mi equivocado proceder, y entregarme de lleno a ti.
Desconéctame, Señor, de las cosas de mi vida que tanto amo.... quiero que tu me
ayudes a encontrar esa "perla escondida" que es aprender a vivir en
la humildad.
A veces pienso, al acercarme a ti, que es el único momento en que siento mi nada,
mi pequeñez, porque cuando te dejo y me voy a mis ocupaciones me parece que
piso firme, que hago bien las cosas, muchas de ellas, muy bien y casi sin darme
cuenta reclamo aplausos, reclamo halagos y me olvido de ser humilde, de
aceptar, aunque me duela, mis limitaciones, mis errores, mis faltas y defectos
de carácter, que siempre trato de disimular para que no vean mi pequeñez y
cuando llega el momento de pedir perdón... ¡cómo cuesta! Qué difícil es
reconocer que nos equivocamos, qué juzgamos mal, que lastimamos y rogar que nos
perdonen.
Ante ti, Señor, buscando alcanzar esa HUMILDAD, que tanta falta me hace, me
atrevo a rezarte la hermosa:
ORACION POR LA HUMILDAD
Señor Jesús, manso y humilde.
Desde el polvo me sube y me domina esta sed de que todos me estimen, de que
todos me quieran.
Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la humildad,mi Señor manso y humilde
de corazón.
No puedo perdonar, el rencor me quema, las críticas me lastiman, los fracasos
me hunden, las rivalidades me asustan.
No se de donde me vienen estos locos deseos de imponer mi voluntad, no ceder,
sentirme más que otros... Hago lo que no quiero. Ten piedad, Señor, y dame la
gracia de la humildad.
Dame la gracia de perdonar de corazón, la gracia de aceptar la crítica y
aceptar cuando me corrijan. Dame la gracia, poder, con tranquilidad, criticarme
a mi mismo.
La gracia de mantenerme sereno en los desprecios, olvidos e indiferencias de
otros. Dame la gracia de sentirme verdaderamente feliz, cuando no figuro, no
resalto ante los demás, con lo que digo, con lo que hago.
Ayúdame, Señor, a pensar menos en mi y abrir espacios en mi corazón para que
los puedas ocupar Tu y mis hermanos.
En fin, mi Señor Jesucristo, dame la gracia de ir adquiriendo, poco a poco un
corazón manso, humilde, paciente y bueno.
Cristo Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo. Asi
sea.
(P. Ignacio Larrañaga)
Por: Ma Esther De Ariño
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