La Virgen junto a la cruz nos da otro
mensaje: la cruz vale, es absolutamente necesaria para ser feliz.
La voluntad de Dios significó dolor,
renuncia, humillación, obediencia, silencio, ocultamiento, insultos, desprecio,
hasta el momento culminante de la cruz, cuando se consumó también para Ella su
pasión junto a su Hijo amado. María no tuvo nunca voluntad propia, pues su
vida, su ilusión, su gozo, su paz fue siempre lo que Dios le fue descubriendo
como fruto de aquel sí generoso de la anunciación.
María junto a la cruz muestra más claramente el papel que juega María en la
misión de su Hijo. Vimos antes que María, en su piedad, nunca fue una persona
que se aislaba de su pueblo: al orar ella lo hacía como una hija de Israel.
Ahora es miembro del nuevo "Israel" que es la Iglesia o nuevo pueblo
de Dios fundado por su Hijo.
¿Cuál va a ser la función de María en este nuevo pueblo de Dios? Tenemos la
gran ventaja de tener a nuestras espaldas más de 2000 años de reflexión
teológica sobre esto. La Tradición de la Iglesia responde espontáneamente que
es ser "Madre". La Iglesia tiene una Madre, pero ¿por qué era
necesario que la Iglesia tuviera una Madre?
Con la ausencia visible de Jesús a través de su muerte, los discípulos iban a
quedarse huérfanos. Para suplir esa orfandad forzada por la muerte de Jesús, Él
mismo los encomendó a su Madre. Lo que cada uno tiene que hacer con María es
"recibirla en su casa" al estilo de San Juan Evangelista.
Este recibir a María "en su casa" es sólo una imagen para indicar una
realidad más profunda: hay que tener a María como Madre, como intercesora, como
ejemplo... Esto es todo lo que viene a nuestra mente al pensar en la analogía
de "Madre".
No podemos pasar por alto el hecho mismo de que María estaba junto a su cruz,
acompañando a su Hijo. Aquí nos muestra una faceta que ya conocemos bastante
bien de su personalidad: su gran fortaleza de espíritu. El hombre delante del
sufrimiento se dobla fácilmente. No aguanta ver el sufrimiento, especialmente
de sus seres queridos. Es común que la mujer se afecte ante escenas sangrientas
y ciertamente es bien comprensible, tomando en cuenta la gran finura de alma de
la mujer.
La imagen que nos da el Evangelio de María junto a la cruz ciertamente no es de
una mujer histérica, maldiciendo a los verdugos y torturadores de su Hijo.
Tiene dominio de sí misma, tratando de comprender el por qué su Hijo se dejaba
tratar así. Es como si la madre de un soldado contemplara a su hijo dejándose
torturar por personas muy inferiores a él en fuerza física, sin hacer nada por
defenderse. María sabía que Él podía liberarse como supo que podía cambiar el
agua en vino en Caná.
La fortaleza de María puede decir mucho al hombre moderno tan acostumbrado a lo
fácil y lo muelle. El hombre trata de erradicar la cruz de su vida. No sólo
desaparece de las paredes de las casas y de las escuelas, sino especialmente de
los corazones de los hombres. Parece ser que para muchos es un símbolo de poco
progreso, reminiscencias de la edad media, de tiempos superados... Sin embargo,
la Virgen junto a la cruz nos da otro mensaje: la cruz todavía vale, es
absolutamente necesaria para ser feliz.
Por: P. Fintan Kelly
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