Reflexiones dolor y la muerte
La cruz cristiana encierra una fuerza
redentora, la gloria de Dios anticipada.
En el Japón hay de piedras cercano a un
templo en la ciudad de Kyoto. Según la tradición, allí hay quince piedras de
distintos tamaños, que simbolizan los problemas básicos de la humanidad. Cada
visitante elige cuales son. Lo curioso es que las piedras están ordenadas de
tal modo que no se pueden ver todas al mismo tiempo.
"Es imposible ver todas las piedras al mismo tiempo", es imposible
abarcar todas las dificultades que surgen a lo largo de la vida. Todos los
problemas básicos de la humanidad los podemos englobar bajo la palabra cruz.
La cruz no ha sido un invento del cristianismo; es un hecho de nuestra
condición humana. Por el simple hecho de ser vivientes, nos acompaña a cualquier
edad, en los trabajos, en la convivencia. Otras, son producto del pecado:
droga, dinero, juego, placer, envidia, poder, fama...
La cruz en sí misma no tiene ningún valor, inclusive es negativa y destructora.
Ella nos habla del poder del mal. Este es fuerte y aparece persistente en forma
de violencia, injusticia, materialismo y miseria. Muchos sufren todo este tipo
de cruces y quisieran acabar con el mal para transformar la historia y lo único
que pueden percibir es una total impotencia ante los tentáculos del mal
organizado.
Además de las cruces que nos vienen por nuestra condición humana y por el
pecado, hay otras que son consecuencia del ser cristiano. La cruz cristiana es
el precio que hay que pagar por la conversión de renuncia a vivir "según
la carne" (Mt 18,8).La fidelidad al reino de Dios conlleva la cruz de
Cristo.
La Iglesia y el cristiano deben caminar por el mismo camino que Cristo, es
decir, por el camino del servicio y del amor. "Como Cristo realizó la obra
de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está
destinada a recorrer el mismo camino...; así también la Iglesia, aunque
necesita de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituída para
buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y abnegación, también
con su ejemplo" (LG 8).
La cruz cristiana encierra una fuerza redentora. Para Juan de la Cruz no es
sencillamente sufrimiento, sino gloria de Dios anticipada. En ella triunfa
Jesús y desde entonces se ha convertido en signo de salvación. Todo aquel que
la mira con ojos de fe y ve en ella a Jesús, podrán tener la misma actitud de
los apóstoles en las horas de prueba:"Ellos se fueron contentos de la
presencia del Consejo, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el
nombre de Jesús"(Hch5, 41).
La cruz que debemos cargar es la que brota del amor. Tenemos que ser, pues,
cirineos para poder aliviar los sufrimientos y cargas de los otros.
Por: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD | Fuente:
eusebiogomeznavarro.org
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