Fiesta
de San José Obrero. Todos los trabajadores están invitados hoy a mirar el
ejemplo de este "hombre justo"..
"Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al
Señor... Servid a Cristo Señor" ( Col 3, 23 s.).
¿Cómo no ver en estas palabras de la liturgia de hoy el programa y la síntesis
de toda la existencia de San José, cuyo testimonio de generosa dedicación al
trabajo propone la Iglesia a nuestra reflexión en este primer día de mayo? San
José, "hombre justo", pasó gran parte de su vida trabajando junto al
banco de carpintero, en un humilde pueblo de Palestina. Una existencia
aparentemente igual que la de muchos otros hombres de su tiempo, comprometidos,
como él, en el mismo duro trabajo. Y, sin embargo, una existencia tan singular
y digna de admiración, que llevó a la Iglesia a proponerla como modelo ejemplar
para todos los trabajadores del mundo.
¿Cuál es la razón de esta distinción? No resulta difícil reconocerla. Está en
la orientación a Cristo, que sostuvo toda la fatiga de San José. La presencia
en la casa de Nazaret del Verbo Encarnado, Hijo de Dios e Hijo de su esposa
María, ofrecía a José el cotidiano por qué de volver a inclinarse sobre el
banco de trabajo, a fin de sacar de su fatiga el sustento necesario para la
familia. Realmente "todo lo que hizo", José lo hizo "para el
Señor", y lo hizo "de corazón".
Todos los trabajadores están invitados hoy a mirar el ejemplo de este
"hombre justo". La experiencia singular de San José se refleja, de
algún modo, en la vida de cada uno de ellos. Efectivamente, por muy diverso que
sea el trabajo a que se dedican, su actividad tiende siempre a satisfacer alguna
necesidad humana, está orientada a servir al hombre. Por otra parte, el
creyente sabe bien que Cristo ha querido ocultarse en todo ser humano,
afirmando explícitamente que "todo lo que se hace por un hermano, incluso
pequeño, es como si se le hiciese a Él mismo" (cf. Mt 25, 40). Por lo
tanto, en todo trabajo es posible servir a Cristo, cumpliendo la recomendación
de San Pablo e imitando el ejemplo de San José, custodio y servidor del Hijo de
Dios.
Al dirigir hoy, primer día de mayo, un saludo cordialísimo a todos vosotros,
(...), mi pensamiento va con todo afecto especialmente a los trabajadores
presentes y, mediante ellos, a todos los trabajadores del mundo, exhortándoles
a tomar renovada conciencia de la dignidad que les es propia: con su fatiga sirven
a los hermanos: sirven al hombre y, en el hombre, a Cristo. Que San José les
ayude a ver el trabajo en esta perspectiva, para valorar toda su nobleza y para
que nunca les falten motivaciones fuertes a las que pueden recurrir en los
momentos difíciles.
MAYO, MES CONSAGRADO A
LA VIRGEN
Hoy comienza el mes que la piedad popular ha consagrado de modo especial al
culto de la Virgen María. Al hablar de San José y de la casa de Nazaret, el
pensamiento se dirige espontáneamente a Aquella que, en esa casa, fue durante
años la esposa afectuosa y madre tiernísima, ejemplo incomparable de serena
fortaleza y de confiado abandono. ¿Cómo no desear que la Virgen Santa entre
también en nuestras casas, obteniendo con la fuerza de su intercesión materna
-como dije en la Exhortación Apostólica "Familiaris consortio"- que
"cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una ´pequeña
Iglesia´, en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de
Cristo" (n. 86)?
Para que esto suceda, es necesario que en las familias florezca de nuevo la
devoción a María, especialmente mediante el rezo del Rosario. El mes de mayo,
que comienza hoy, puede ser la ocasión oportuna para reanudar esta hermosa
práctica que tantos frutos de compromiso generoso y de consuelo espiritual ha
dado a las generaciones cristianas, durante siglos. Que vuelva a las manos de
los cristianos el rosario y se intensifique, con su ayuda, el diálogo entre la
tierra y el cielo, que es garantía de que persevere el diálogo entre los
hombres mismos, hermanados bajo la mirada amorosa de la Madre común.
Autor: SSJuan Pablo II
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