Autor: Pablo Cabellos Llorente
La "parroquia" anda perpleja con el Papa. En
primer lugar porque no logran encasillarlo, aunque gusten sus actitudes
sencillas y sinceras. Tampoco consiguen colocar a las diversas sensibilidades
que pueden existir en la Iglesia: como es habitual se escribe y se habla sobre
progresistas y conservadores tratando de inquirir su postura respecto a
Francisco. Son explicables esas averiguaciones porque una figura emergente con
la fuerza de lo natural -pero a la
vez de Dios-, que surge rompiendo moldes y que tiene
trascendencia para toda la humanidad, no puede dejar indiferente, necesita una
dilucidación.
Sin embargo, cuando la Iglesia está por medio siempre hay un
"pero". ¿Cuál es? Muy sencillo: medimos con parámetros humanos lo
que, siendo tremendamente humano, no es exclusivamente tal. La Iglesia visible
-los fieles y la jerarquía- la constituyen hombres y mujeres muy variados, con
modos diversos de ver muchas cosas, pero lo fundamental es como la sangre, como
la savia de las plantas, algo que va por dentro dando una vida, la de Cristo.
Esta simple afirmación no es comprensible al que no mira desde la fe porque,
incluso poseyéndola, se cae en la fácil tentación de resolver con el puro
silogismo cartesiano fabricado exclusivamente con premisas razonables, pero
insuficientes. Los que buscan etiquetar se encasillan a sí mismos en esquemas
rígidos e inválidos.
Fallaron los pronósticos relativos al cónclave y volverán a
fallar los referentes al Papa y a las diversas y variadísimas entidades
eclesiales. Hubo y hay quienes tratan de escribir un programa para el Papa,
incluso los que se situaron más o menos en los extramuros eclesiales. Y es
comprensible la curiosidad por conocer sus apreciaciones. Pero yerran premisas y conclusiones. Algunos recordarán
aquellas palabras de Kennedy en su toma
de posesión como presidente de USA: no preguntéis lo que Estados Unidos puede
hacer por vosotros. Preguntaos qué podéis hacer vosotros por Estados Unidos. No
me voy a llevar la contraria con lo que escribí anteriormente, diciendo que es
lo mismo. Pero sirve como ejemplo.
Mi propuesta, precisamente porque se sitúa en una órbita diversa a la del presidente americano,
es la misma pero con el ímpetu, la alegría y la belleza de la fe. En vez de indagar
sobre lo que ha de hacer el Romano Pontífice o dónde situarnos nosotros, ¿no
sería más pertinente escuchar a Francisco con la mente abierta del creyente
para practicar lo que María pidió a los sirvientes en las bodas de Caná? -"Haced
lo que él os diga".
Mil gracias, querido Manolo. Espero que sirva un poquito. Un abrazo
ResponderEliminarGracias siempre a ti, claro que sirve y no un poquito, muchísimo, como todas tus obras, tu preocupación por los demás y tu gran ejemplo como Sacerdote y como persona.
EliminarUn gran Abrazo, Manolo.