No
te cansas, no abandonas, no te rindes. Porque quieres que te abramos y puedas
entrar para entregarnos tu Corazón lleno de amor.
Una
vez más estoy ante ti, Señor, Jesús Sacramentado. Ante el milagro y misterio de
tu gran amor por todos los seres de este mundo sin distinción de clases
sociales, de colores, razas y credos.
Tu amor abarca a todas las criaturas, santos y pecadores.... ¡Qué misterio tan
profundo y qué poco pensamos en él!.
Con ese amor, con ese deseo de ser correspondido, llamas a nuestra puerta, a la
puerta de nuestro corazón para que te abramos, y llamas siempre a lo largo de
todo el día, en todos los instantes, en los momentos que menos podemos
imaginar... siempre llamas, siempre estás. No te cansas, no abandonas, no te
rindes. Porque lo único que persigues es que te abramos y puedas entrar para
entregarnos tu Corazón lleno de amor.
¿Y qué nos pasa?. Tal vez tenemos miedo de que si te "dejamos entrar"
nos vas a pedir que cambiemos nuestro modo de vivir, que nos apartemos de esa
persona que...., que dejemos ese rencor que hasta nos parece que lo necesitamos
para así, no perdonar..., que nos vas a "obligar" a cosas que... ¡nos
cuestan tanto!
Somos cobardes, Jesús, cobardes y acomodaticios. Tal vez nos asusta ese amor
tuyo tan inmenso, tan desbordado, tan auténtico, ¡tan loco, casi diría yo,
porque entregaste tu vida y te quedaste encerrado en ese "trocito de pan y
en ese vino" para ser nuestro alimento!. El Papa Juan Pablo II nos decía
siempre: "¡No tengaís
miedo, abirdle las puertas a Cristo!".
Y pensando en estas cosas, ahora que estoy frente a Ti, mi Señor, voy
recordando las palabras del gran poeta Lope De Vega, en su verso que hace que
el corazón duela porque habla de nuestra ingratitud para ese tu gran AMOR, por
todos,...por mi.
Deja que te lo diga, Señor, de rodillas y con el corazón contrito porque esas
palabras son mi verdad....
"Qué tengo yo, que mi
amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue,
Jesús mío
que a mi puerta, cubierto de
rocío
pasas las noches del
invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis
entrañas duras,
pues no te abrí!
¡Qué extraño desvarío si de
mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!
Cuántas veces el ángel me
decía:
"Alma, asómate ahora a
la ventana;
verás con cuánto amor llamar
porfía"
Y cuántas, hermosura
soberana,
"Mañana le
abriremos", respondía
para lo mismo responder
mañana!".
Si, Jesús, "mañana"... porque hoy estoy muy ocupada...
Porque hoy ... así como que "no me late".
Porque... no se lo que me vas a pedir...
Porque la verdad es que me asusta un poco ese TU AMOR POR MI y yo ...no se
querer así...
Bueno...tal vez mañana... si, mañana si.
Autor: Ma. Esther De Ariño.
Precioso y real !!!
ResponderEliminarMuy amable Maria Blanca y gracias doblemente, una por entrar en el blog y otra por tener la amabilidad de dejar un comentario.
ResponderEliminarMuy atentamente.
Manuel Murillo.