Algún día nos encontraremos en el cielo, lo mismo que ahora estamos
reunidos en la tierra.
¿Cómo está Cristo con nosotros, en nuestra tierra?
Cristo está presente. Cristo está aquí, en la tierra, con nosotros, y ya no
nos abandonará jamás. Está presente en los sacramentos, sobre todo en la
Eucaristía. Está presente en la comunidad cristiana. Está presente en nuestro
corazón que es un templo de Cristo y del Dios Trino
La Ascensión del Señor, nos quiere revelar algo más que su presencia
invisible en medio de nosotros. Nos revela cómo se va a acabar nuestro
destino, nuestra vida terrenal. Creo que ésta es una pregunta que nos
inquieta a todos. Y la fiesta de la Ascensión del Señor nos da la respuesta:
nuestro final será una ascensión.
Algún día nos encontraremos en el cielo, lo mismo que ahora estamos reunidos
en la tierra. Nuestra presencia en cada misa dominical, no hace más que
prefigurar, anunciar y preparar esa gran asamblea final en torno al Señor. Al
final de la misa la vida nos dispersará; pero será solo algo transitorio,
hasta que llegue la hora de nuestra ascensión final.
Todo es transitorio: alegrías, tristezas, bienes...
Porque todo lo que pasa aquí abajo en esta tierra es transitorio. Cuántas
veces nos desanimamos por cualquier contrariedad, cualquier sufrimiento y
cruz, diciendo: no es posible que Dios exista y permita estas cosas; no es
posible que Dios dirija nuestra vida y que la transforme de esta manera. Sí,
es verdad que las cosas no nos resultan siempre fáciles. Pero esperemos,
tengamos paciencia, no juzguemos hasta haber visto el final. Porque sabemos
ya por experiencia que después de la Pasión y del Calvario viene siempre la
Resurrección y la Ascensión.
Por eso, toda tristeza es transitoria. Somos desgraciados, pero solamente por
un tiempo breve.
¿Por qué recé y no me escuchó Dios? Porque Dios se reserva el derecho de
darme muchas cosas y mucho mejores que las que yo me atreví a pedirle.
¿Por qué sigo enfermo, sin fuerzas? Porque pronto quedaré curado para
siempre.
¿Por qué tengo que lamentar la muerte de una persona querida?
¿O por qué la vida me separa de los únicos con quienes me gusta vivir? Porque
pronto me encontraré reunido para siempre.
También la alegría, toda alegría de este mundo, es pasajera. Los hijos saben
que no pueden tener siempre consigo a sus padres. Los padres saben también
que no guardarán para siempre a sus pequeños. Y lo mismo la mujer a su
marido, el marido a su mujer, y así todas las personas que se aman. No existe
más que un solo lugar definitivo en el que nos juntaremos para siempre, y
este sitio no está aquí abajo en esta tierra.
Lo mismo con nuestros bienes: No podemos llevarlos con nosotros: los
perderemos todos. Algún día, nuestras manos se abrirán para entregarlos todo.
Hoy todavía estamos a tiempo de abrirlas para ofrecerlos libremente. Porque
todo lo que no ofrezcamos a Dios, lo vamos a perder.
Llevar el mundo a Dios. En todas las Misas, ofrecemos un poco de pan, un poco
de vino - en representación de nosotros mismos, de nuestras vidas, de
nuestros trabajos, de nuestros bienes. Y el sacerdote tomará todo esto y
luego lo consagrará llevándolo al mundo de Dios.
Así en cada una de nuestras Misas, un poco de nuestro mundo pasa a formar
parte del mundo del otro mundo.
En cada una de las Misas, tiene lugar la ascensión de un poco de tierra al
cielo.
En cada una de las Misas, los cristianos, estamos invitados a elevarnos, a
separarnos un poco de la tierra, a dar un paso hacia el mundo de Dios.
Preguntas para la reflexión
1. ¿He pensado en mi propia ascensión?
2. ¿Qué me costaría dejar hoy: mis bienes...?
3. ¿Vivo como si nunca fuera a dejar este mundo?
Autor: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre
Nicolás Schwizer
|
"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
sábado, 31 de mayo de 2014
Hacia nuestra propia ascensión
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