Autor: Carolina Crespo
Fernández
La vida de Juan Pablo II no se entiende -ni
sería la misma- sin su gran amor a la Virgen; realmente era un místico
enamorado de María, especialmente bajo su advocación de Fátima. El 13 de mayo
de 1981 sufrió un atentado que él mismo concibió como una oportunidad para
conseguir la conversión de la gente alejada de Dios. "Si la palabra no ha
convertido, será la sangre quien lo haga". Hablando de este fatídico
suceso dijo a un colaborador suyo: "Para un hombre no hay nada más hermoso
y grande que Dios se sirva de él". Su grandeza le llevó a aceptar este
atentado como un acontecimiento que desembocó en un gran sufrimiento. Si éste
había sido una constante en su vida desde su más tierna infancia, a partir de este
suceso la salud del Papa se resintió para siempre y su deterioro físico fue
evidente. Realmente había aprendido la lección del sufrimiento físico -algo que
nunca quiso ocultar-, pero esto no lo detuvo. María le pidió que siguiera hasta
el final, y él así lo hizo, abriendo las puertas del Tercer Milenio, poniendo
el mundo a sus pies y llevando su mensaje a los cinco continentes.
Al día siguiente del atentado, en el Hospital Gemelli, un colaborador le dijo:
"La Virgen sostendrá a Su Santidad en el sufrimiento". El Papa
respondió: "Ella ya me ha protegido". Una vez que le dieron el alta,
pidió a sus colaboradores que le consiguieran todos los libros dedicados a la
aparición mariana en Portugal. Consciente de las coincidencias de la fecha de
la primera aparición de la Virgen a los tres pastorcitos y de su atentado,
pidió ver el tercer "secreto"de Fátima que se hallaba en el Archivo
de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Al leerlo, reconoció su propio
destino y se convenció de que "la mano maternal de María le había salvado
la vida". El mismo autor del disparo, Ali Agca, no se explicaba cómo
aquella bala certera y mortal no había ocasionado la muerte del Pontífice.
Posteriormente peregrinó a su Santuario para agradecerle su amorosa protección.
Allí, un trece de mayo de 1991, un Cardenal le felicitó por su
"cumpleaños" y él le contestó: "Tiene usted razón; la primera
vida me la dieron, la segunda me la regalaron hace diez años".
Juan Pablo II siempre estuvo convencido de que la Virgen le había salvado la vida.
"Una mano disparó y otra guió la trayectoria de la bala". Esta bala
se encuentra hoy engarzada en la aureola de la corona de la imagen de A Nossa
Senhora que preside el Santuario luso.
En definitiva, esta es la historia de un hombre, de un santo, enamorado de una
mujer: Totus Tuus, María.
Nota de este Blog. Con el
permiso de la autora y con el máximo respeto, quiero dedicar este articulo a
uno de mis mejores amigos, Pedro Casquero Agundez, que acaba de fallecer hace
horas, para quien pido una oración, nos despedimos el día catorce pues él
marchaba de vacaciones a Marbella, donde ha fallecido víctima de un Infarto. Descansa
en paz mi gran amigo.
Manuel Murillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario