Introducción
Todos
sentimos muy dentro que necesitamos orar. A veces argüimos que la oración no
tiene ya sitio en nuestra vida. Porque la ciencia y la tecnología modernas nos
aseguran, por si mismas una vida más segura y cómoda. Los progresos de la
medicina y la cirugía son incontrovertibles. Si nos angustia cualquier
depresión, ahí está el psiquiatra que nos devuelve las ganas de vivir.
En
fin podríamos suprimir a Dios de casi toda nuestra vida. O sea que ya no le
necesitamos. ¿A qué pedirle el pan de cada día, si tenemos de sobra?, además preferimos
el bizcocho.
Lo
que más nos importa -amor, paz, libertad y dignidad- no se encuentra en los
supermercados. Viene sólo de Dios y es fruto de la oración.
Todos
rezamos en los momentos desesperados, igual que corremos para no perder el
tren. Pero si, queremos que nuestra amistad con Dios se haga más intensa, hemos
de prestarle la mayor atención.
La
oración no es método. Es un estilo de vida.
Descubrir a Dios
Para
descubrir la oración, hace falta descubrir primero a Dios. Y esto quiere decir
vaciarnos de nosotros mismos. Quiere decir que tenemos que dejar que Dios sea
nuestro Señor: no sólo Señor del universo, majestuoso y lejano, sino Señor de
nuestras vidas. Hacer de nuestros corazones su trono real.
¿Quién es Dios?
Dios
nos conoce y nos ama. Y nosotros queremos conocerlo y amarlo. Pero, ¿cómo es? ¿Como
podemos llamarle?
1. Él es nuestro Creador: sin el amor
creativo y poderoso de Dios, no habríamos podido existir nunca. Todo lo que somos
y tenemos nos viene de Él.
2. Es distinto de nosotros: Podemos
descubrir y admirar la creación de Dios, pero nunca podremos “ver” a Dios. La
Biblia nos revela sobre todo que Dios es “Santo”: es decir totalmente diferente
de nosotros en su absoluta pureza e infinito poder. Sólo podemos conocer a este
Dios santo, porque Él deja que le conozcamos. Si intentamos definir a Dios, comprenderlo
y poseerlo, se nos escapará siempre. Pero si nos ponemos en su camino y dejamos
que ponga nuestras vidas en sus manos, entonces nos sentiremos poseídos por Él.
3. Es nuestro Padre: Jesús nos enseñó que
Dios es Padre. Es decir, es personal, capaz de crear, relacionarse, elegir y
amar.
Si
Dios es tan real y la oración un privilegio tan grande, ¿qué nos impide rezar?
La respuesta es fácil: no queremos empezar. Hay algo en nosotros que nos hace
rehuir la oración. La presencia y la paz y el poder de Dios en nuestra vida son
algo maravilloso, pero no tenemos tiempo para ello ahora.
¿Por
qué no rezamos? Porque nos alejamos de Dios. Tenemos mil cosas que hacer y
tenemos miedo de que nos pida que cambiemos el orden de nuestros intereses.
Tenemos mil secretos misteriosos que esconder y sabemos que no le podemos
ocultar nada.
Frente
a todo esto, sólo podemos hacer una cosa. Detenernos, ponernos al descubierto,
y decirle: “Señor,
ayúdame, que quiero orar”.
Para la reflexión
1.
¿Qué viene a ser
la Oración para mi?
2.
¿Cuándo hago
Oración?
3.
¿Qué me motiva a
hacer Oración?
4.
¿Hago oración con
mi pareja? ¿Nos cuesta? ¿por qué?
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