Podemos
estar absolutamente seguros de que estamos mirando a Dios, al Niño Dios que
está con Ella, siempre.
Imágenes
de María en todas sus advocaciones, vestida de acuerdo al lugar y las costumbres
del pueblo que rodeó cada una de sus manifestaciones, y con rasgos en su rostro
que reflejan también quienes son los corazones que Ella quiere enamorar en cada
caso. ¡María se adapta, como una Madre que busca de todas las formas posibles
el educar y formar a sus hijos!.
¡Las imágenes de María!. Mirar a la Madre de Dios en los altares, esplendorosa
y llena del amor que se derrama sobre nosotros, es mirar mucho más allá de la
pequeña Mujer de Galilea que dos mil años atrás dio un humilde y escondido sí a
un celestial visitante. Muchas veces nos ocurre a los enamorados de la Santa
Madre de Dios que se nos pregunta u objeta tanto amor por la Virgen, como un
posible olvido o error respecto del Dios Verdadero. ¿Y que decimos nosotros?.
Miren a la Virgen: ¿qué ven?. Se pueden observar muchos signos, porque Ella
también manifiesta sus mensajes a través de la simbología de los pequeños
detalles que rodean sus imágenes. Sin embargo, un dato en particular debe
capturar nuestra atención: si observan bien, verán que la Virgen siempre tiene
al Niño Jesús consigo. En muchas advocaciones el Niño está en sus brazos,
mientras en otras se encuentra en su vientre: la cinta que María tiene sobre su
vestido indica que está "encinta", que tiene a su Niño consigo, para traerlo
a este mundo,
De tal modo, cuando miramos a María podemos estar absolutamente seguros de que
estamos mirando a Dios, al Niño Dios que está con Ella, siempre. Es que la
misión de la Virgen es una y clara: ¡traernos a Jesús!. No se puede separar a ésta
pequeña Mujer de Galilea de lo que es el motivo de su existencia: traernos al
Niño Dios a nuestro mundo primero, y a nuestros corazones ahora, en nuestro
tiempo. Y Jesús está muy contento de que sea Su Madre la que nos viene a
buscar, a rescatarnos. El se siente feliz de estar en los brazos de Mamá o en
su Seno Virginal cuando la envía a socorrernos.
Jesucristo, el único Salvador, Dios Verdadero y Hombre Verdadero, ha elegido a
la Criatura más perfecta para que sea Su Cuna, Su Tabernáculo, Su Cáliz. Las
imágenes de la Virgen, de este modo, reflejan la unión indisoluble entre Dios y
Criatura, entre Madre e Hijo, entre naturaleza Divina y humana, entre el Cielo
y la tierra. No podemos mirar a la Virgen sin estar mirando a Dios al mismo
tiempo, porque Ella es el Envase perfecto en el que Dios eligió venir a
nosotros, Ella es la portadora de la Buena Nueva. María, la Esclava de Dios, es
la primera en invitarnos a hacernos pequeños, hasta desaparecer, para que
Cristo resplandezca a través nuestro. Ella nos enseña a negar nuestro ego, a
negarnos a nosotros mismos, porque sólo El es, sólo Cristo es.
Cuando miras a la Madre, entonces, ves en realidad al Hijo. Porque el Hijo hizo
a la Madre, para que la carne de la Madre forme la Carne del Hijo. Y si miras
al Hijo, sin dudas también verás a la Madre, porque en Ella se resumen las
virtudes que Dios, su Hijo, quiso infundirle a la Criatura más perfecta de la
Creación, Su Madre.
¿Comprendes nuestro amor por la Madre, entonces, como un reflejo de nuestro
amor por el Hijo, verdadero motivo de nuestra existencia y Dueño de nuestros
corazones?.
Autor: Oscar Schmidt.
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