Sé
que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame un
minuto de tu tiempo
A ti, que puedes dármela. En nombre de miles de jóvenes, que no han sido tan afortunados
como tú; en nombre de cientos de muchachos y niños entre los 12 y 20 años, que
intentaron suicidarse, y en nombre de los cientos de chicos y chicas que no
sólo lo intentaron, sino que se quitaron la vida. Dame una limosna de esperanza
para los cientos de jóvenes entre los 12 y 25 años, que un día me han dicho
llorando de desesperación: "No encuentro sentido a mi vida".
Un niño de 14 años me dijo un día: "Me quiero morir". Una limosnita
de caridad para los miles de gentes que no creen en Dios, que no creen en nada,
que viven sin ilusión, gente sin esperanza, que camina por ahí sin rumbo. Una
limosnita por amor de Dios. No te pido que me des todo lo que tienes, dame un
poquito de lo que te sobra, las migajas de tu fe, de tu esperanza, de tu ideal.
Te pido una limosna en memoria de los que han muerto en pecado mortal, y se han
condenado para siempre. No te la pido para ellos, ya que les llegaría demasiado
tarde, te pido una limosna de oración para los que están en la fila. Una
limosna para los que, hartos de todo, se arrancaron la vida violentamente,
porque nadie les tendió la mano a tiempo.
Sé que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame
un minuto de tu tiempo, una sonrisa, una palabra de aliento. Tú que pareces
feliz, dime: ¿crees que puedo ser feliz en este mundo?
Tú que te sientes tan sereno, ¿cómo le haces? Tú que hablas de un Dios que te
alegra la vida, ¿podrá alegrar también la mía? Tú que pareces tener un por qué
vivir, ¿no quieres dármelo a mí? Date prisa, porque ya me estoy hartando de
seguir viviendo, de seguir pudriéndome en esta vida sin sentido. Y,
posiblemente, si tardas, ya me habré ido al otro lado.
Una limosna pequeña. Mira esta mano extendida, es mi mano, pero esta mano
representa muchas manos; por ejemplo, la de aquél que dijo: "Y sigo
pensando en mi Cristo Místico, compuesto por cada uno de mis hermanos. Y
escucho su voz que clama: Tengo hambre y no me das de comer: hambre de Dios;
tengo sed y no me das de beber: sed de vida eterna; estoy desnudo y no me
vistes, no me defiendes de mis enemigos. Y me convenzo de que esta hambre de
Dios puede convertirse en desesperación, esta sed puede convertirse en rabioso
frenesí, esta desnudez puede llegar a ser muerte".
Y, si das esa limosna, en nombre de Dios y en nombre de todos esos infelices,
¡gracias!, ¡muchas gracias!
Autor: P. Mariano de Blas LC.
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