Por
Ella has logrado grandes cosas, sin merecerlo, sin saberlo, incluso, y sin
haberlo agradecido
.
Nos
hablaron de María en el sermón de la Iglesia: Bajaste los ojos tristes. ¡Qué
Madre tan grande, tan maravillosa; Madre Purísima, Santísima, tan
desperdiciada!
No has sabido ser buen hijo; ¡qué lejos de serlo! Has vivido a tu cuenta y
riesgo la dureza de la orfandad; pero Ella sigue siendo tan buena madre como
siempre: por Ella has logrado grandes cosas, sin merecerlo, sin saberlo,
incluso, y sin haberlo agradecido.
Si antes no supiste o no quisiste hacerte digno de María Santísima, ahora,
¿cuál va a ser tu comportamiento con Ella? De ahora en adelante..., siempre
dices así cuando terminas unos ejercicios, y ahora también lo dices; pero ser
santo requiere agallas más duras que las de quien dice: "Ahora sí".
Renovarse, nunca jamás, a pesar de las caídas, las crisis, las sequedades, tan
duras, eso es querer la santidad.
Estás asustado de cómo te doblan, como a junco ribereño, los vientos débiles
del norte; necesitas templarte y endurecerte a todos los vientos y tempestades;
tienes que pasar la prueba del persistir como si tal cosa: la prueba del
hastío, del no siento, del no tengo ganas, la dura prueba de la tentación
insistente, que se enrosca en la sicología como pitón. Tres veces rogaste al
Señor que se apartara de ti; más de tres y cuatro veces has rogado que el
estigma de Satanás te sea retirado, pero el estigma sigue metido en la carne.
A Pablo le dijeron: "Te basta mi gracia, porque en la debilidad se
perfecciona la virtud". Y a ti te dicen lo mismo.
Autor: P. Mariano de Blas
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