No
olvidemos, porque estamos de vacaciones, todo el esfuerzo que hicimos para
mejorar día con día cuando estábamos en tiempo de trabajo
Sería
interesante preguntarnos si la vida interior puede o debe tener vacaciones.
Primero partiremos de lo que significa o encierra la palabra: vacación.
Vacación es la
suspensión del trabajo o del estudio durante algún tiempo y este tiempo de
asueto, descanso y recreo que siempre ha sido sumamente necesario para el
hombre, lo es mucho más para el hombre de nuestros días. Y al decir el hombre
nos referimos también a la mujer y a los pequeños y grandes estudiantes que
llevan un tiempo largo y sostenido en sus quehaceres y trabajos.
El periodo de vacaciones es muy saludable para la mente y para el cuerpo pues
la rutina y el esfuerzo de la vida diaria pueden llegar a sumirnos en el estrés
y por lo tanto al menor rendimiento de nuestras capacidades. Todo esto lo
sabemos y está muy bien hasta ahí, pero.. ¿y la vida interior... el espíritu?
Decididamente es otra parte de la que sabemos se compone el hombre y no puede
entrar en vacaciones. El enemigo acecha, siempre está alerta... él no tiene
vacaciones.
Darle vacaciones a nuestra vida interior sería empezar a perder terreno en la
batalla del bien contra el mal.
Nuestro espíritu se nutre de la oración, de la meditación, de la cercanía de
los Sacramentos y de la presencia de Dios.
Estamos de acuerdo que el cambio en nuestro modo de vivir por vacaciones hará
un poco distinto lo habitual pero hemos de procurar dar en todo momento un
lugar preponderante a esta parte íntima de nuestro ser.
Hemos de acrecentar el deseo de orar, de elevar nuestra alma al Creador al contemplar
una puesta de sol, quizá el mar, quizá la montaña. ¿Quién no puede encontrar,
si quiere, un momento para darle gracias a Dios por el lindo día de campo, de
viaje, de museos, de alegre diversión, de descanso, de encuentro con amigos o
familiares distantes y pedirle nos siga bendiciendo y aumentando nuestra fe, en
el siguiente día?
¿Quién no puede, si se lo propone, cumplir con el precepto de la Misa los
domingos y tratar de buscar la palabra adecuada, la semilla buena, dejada caer
como al azar, para que más tarde germine en el alma de quien tuvimos la ocasión
de tratar en un viaje, o en una reunión?
Las vacaciones de nuestro espíritu son un mayor acercamiento a Dios. Ahí se
robustece, ahí cobra mayor vigor.
No olvidemos, porque estamos de vacaciones, todo el esfuerzo que hicimos para
mejorar día con día cuando estábamos en tiempo de trabajo, por el contrario,
empeñemos en obtener, donde quiera que estemos, un mejoramiento y superación en
nuestra vida interior y el recuerdo de, que por donde pasamos, intentamos dejar
una huella de luz para los demás.
Autor: Ma. Esther De Ariño.
¡Bien! Me permito añadir: ¿por qué no ir con más frecuencia a Misa si se puede?
ResponderEliminarTambién tiempo para interesarse por los que no tienen vacaciones o por los que las tienen obligados por el paro.
Como siempre, dos acertadas y muy buenas recomendaciones, totalmente de acuerdo contigo.
EliminarGracias Padre Pablo.
Un fuerte abrazo.
Manolo Murillo