Autor: Pablo Cabellos
Llorente
Escribo recién concluida la JMJ de Río de Janeiro.
Antes vi un vídeo de casi cincuenta minutos hecho para esta ocasión, porque
lleva el título en portugués aunque se puede escuchar en castellano: Quem é o
Papa Francisco. Se encuentra en YouTube. Recoge distintos aspectos de la vida
del Obispo de Roma, muchos retazos de homilías. En una de ellas, he encontrado
una especie de clave de muchas de las cosas que va haciendo: "Jesús es
callejero", dice.
En esa forma tan sencilla de expresarse está explicando ese
aspecto misional, apostólico, de la Iglesia que es parte integrante importantísima
de su tarea: "Id por todo el mundo y predicad a todas las gentes",
dice el encargo final de Jesús. Se ve que al Papa le preocupa la posibilidad de
una Iglesia replegada sobre sí misma y nos quiere en la calle. ¿Quién no
recuerda su invitación a salir a las periferias? O su empuje para que nos
movamos aun a riesgo de equivocarnos. O el olor a oveja requerido a los
pastores. ¿Cómo olvidar su natural parada de el lugar de hospedaje antes del
cónclave, con el fin de pagar? Eso se le ocurre al que está en la calle.
Pero antes de continuar, demos un rápido visionado al
callejeo de Cristo. Lo podemos ver en una boda popular donde, a instancias de
su Madre, convertirá el agua en vino. En otros momentos, por los caminos
polvorientos de su tierra, predica la buena noticia a multitudes o a sus
apóstoles; ante el asombro de todos, perdona los pecados al paralítico que curó
inmediatamente después; se para fatigado en el pozo de Jacob y no se permite el
descanso porque llega la mujer samaritana a la que había de convertir; en el
monte, lanza esa especie de discurso programático e incomprensible de las
Bienaventuranzas, incomprensible con la lógica humana, como incomprensible será
la promesa de la Eucaristía hecha en la
sinagoga de Cafarnaúm, tan poco inteligible
y tan clara -promete su cuerpo y sangre como comida y bebida- que muchos se
marchan.
Cristo callejea apretujado por las gentes, predica en el Mar
de Galilea, habla con los gentiles, con los escribas y fariseos, se compadece
especialmente de los necesitados en el alma o en el cuerpo: dos veces repite
que tiene compasión de la muchedumbre, en una de ellas porque andan como ovejas
sin pastor, mientras que en la otra es porque tienen hambre de pan. Jesús
callejea por Naín para devolver vivo el hijo único muerto de una pobre viuda. Y
cura ciegos, cojos, leprosos. Y cita entre los grandes milagros que los pobres
son evangelizados. Callejea camino de la Cruz.
Jesús quiere en la calle a la inmensa mayoría de los
cristianos, incluso a los que se recluyen en un convento, porque su oración es
una fuerte inyección para la sociedad. Desde la calle, el Papa habla de
inclusión en lugar de exclusión, de cultura del encuentro en vez de su contrario,
de ternura que no considera a nadie un desecho: "No se dejen robar la esperanza",
decía a quienes tratan de salir de la drogodependencia. El Papa no quiere
cristianos buenecitos, pero escondidos por vergüenza o comodidad.
"Quiero lío en las diócesis, quiero que se salgan
fuera... Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de
todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad,
de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros
mismos". Lo pedía a un numeroso grupo de argentinos. No se puede decir más
claro. Me recuerda gozosamente al fundador del Opus Dei que repitió en multitud
de ocasiones esta idea, puesto que llamaba a las gentes a santificar el mundo: "En medio del trabajo, sí; en plena casa, o en mitad de la
calle, con todos los problemas que cada día surgen, unos más importantes que
otros. Allí, no fuera de allí, pero con el corazón en Dios".
Ha insistido Francisco: “Poné a
Cristo” en tu vida. En estos días, Él te espera: Escúchalo con atención y su
presencia entusiasmará tu corazón. “Poné a Cristo”: Él te acoge en el
Sacramento del perdón, con su misericordia cura todas las heridas del pecado.
No le tengas miedo a pedirle perdón, porque Él en su tanto amor nunca se cansa
de perdonarnos, como un padre que nos ama. ¡Dios es pura misericordia! “Poné
a Cristo”. "Queridos
jóvenes, por favor, no balconeen la vida, métanse en ella, Jesús no se quedó en
el balcón, se metió, no balconeen la vida, métanse en ella como hizo
Jesús".
El final ha sido idéntico: Llevar el evangelio es llevar la
fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y
demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un
mundo nuevo. Jesucristo cuenta con ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes. El
Papa cuenta con ustedes. Que María, Madre de Jesús y Madre nuestra, les
acompañe siempre con su ternura: “Vayan y hagan discípulos a todos los
pueblos”. Callejeando con Cristo.
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