Hace falta que el descanso se llene de un contenido nuevo, con
ese contenido que se expresa en el símbolo de ‘María’. ‘María’ significa el
encuentro con Cristo, el encuentro con Dios. Significa abrir la vista interior
del alma a su presencia en el mundo, abrir el oído interior a la Palabra de la
Verdad (Juan Pablo II)
Llegan las vacaciones, o a lo mejor ya
han llegado y se han marchado, o ni han llegado ni llegarán a corto plazo, por
lo que es posible que este post no sirva para mucho. En cualquier caso, quizás
sea bueno hablar de esta época en la que, a veces, podemos tener la tentación
de mandar también a Dios de vacaciones.
Las vacaciones son un tiempo para
descansar, desconectar de los problemas, y relajarnos, entonces apagamos el
móvil, o ponemos un cartel, como si fuéramos el Whatsapp, que dice “no estoy
disponible”, pero ¿tampoco estoy disponible para Dios?
Suele ocurrir que, uno está en la playa
tranquilamente, tumbado al sol, o bañándose, o tomando un refresco en la
terraza de un bar y, ¡sorpresa!, nos acordamos de que es domingo y llega la
hora de ir a Misa. ¿Qué sucede entonces? Si es un sitio conocido y sabemos
dónde está la iglesia y el horario, es más difícil “escaparse”. En estas
ocasiones, uno suele pensar: “uf, qué pereza, con lo bien que se está aquí, voy
más tarde”; o “¿cómo digo a mis amigos que me voy a misa? ¿qué van a pensar?”;
o, “quedan cinco minutos ya no llego”…
También puede ocurrir que me he ido de
vacaciones a un sitio desconocido, a una isla en el océano Pacífico; a un
safari en África; a China; a Turquía; o cualquier otro lugar donde encontrar
una misa es más difícil que buscar a Wally. Hemos preparado el viaje con mucho
tiempo: billetes, pasaportes, cámara de fotos, la Tablet o Ipad, el móvil…,
todo listo, pero no he pensado si dónde voy podré ir o no a misa, porque
entonces me tendría que plantear que, si no puedo ir a misa, a lo mejor no debo
ir a ese sitio de vacaciones.
Las vacaciones son importantes y
necesarias. A mí me encanta este texto del evangelio en el que Jesús, cuando
llegan los discípulos de su misión, posiblemente cansados, les dice: Venid también vosotros aparte, a un lugar
solitario, para descansar un poco (Marcos 6, 31). Hay detrás de estas
palabras una teología de las vacaciones, porque esos días de descanso son
también un tiempo para Dios.
El tiempo
de vacaciones es para muchos una magnífica ocasión para encuentros culturales,
para largos momentos de oración y contemplación en contacto con la naturaleza o
en monasterios y centros religiosos. Al disponer de más tiempo libre, nos
podemos dedicar con mayor facilidad a hablar con Dios, a meditar en la sagrada
Escritura y a leer algún libro útil y formativo[1].
Es un momento para disfrutar de Dios más
intensamente, para estar con Él y además estar en familia. No debería haber
prisas. Podemos estar juntos; leer el Evangelio; rezar con tranquilidad; dar
gracias por este tiempo y por todo lo que Dios nos da.
Es el momento en que, en medio de la naturaleza, descubrimos, una vez más, que
somos criaturas, que Dios ha querido darnos esta tierra para que crezcamos en
santidad.
El verano no es un tiempo para no hacer
nada, sino un momento en el que también participamos del descanso de Dios que,
al finalizar la creación, vio todo lo que había hecho, y dirigió a la obra de
sus manos una mirada llena de gozosa
complacencia, como diría Juan Pablo II:
…
una mirada ‘contemplativa’, que ya no aspira a nuevas obras, sino más bien a
gozar de la belleza de lo realizado; una mirada sobre todas las cosas, pero de
modo particular sobre el hombre, vértice de la creación. Es una mirada en la
que de alguna manera se puede intuir la dinámica ‘esponsal’ de la relación que Dios quiere establecer con
la criatura hecha a su imagen, llamándola a comprometerse en un pacto de amor.
Muy bueno, como es habitual. Gracias, Manolo
ResponderEliminarGracias Pablo, un fuerte abrazo.
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