Autor: Pablo Cabellos Llorente
No voy contra nadie porque todos cabemos en el título
de este artículo. Si nos atenemos a la famosa definición de Ulpiano, justicia es
la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho. ¿Quién no ha
mentido alguna vez a quien tiene derecho a la verdad? ¿Alguien no ha murmurado
nunca del que posee el derecho a la buena fama? Tomo estos ejemplos por ser las injusticias más fáciles de cometer. El mismo jurista romano resumía en tres los
preceptos del "ius": vivir honestamente, no causar daño a otro y dar
a cada uno su derecho.
Es cierto que la noción de Derecho ha ido cambiando con el
tiempo. Por eso acudo a un clásico con quien es difícil discrepar, porque en
esos preceptos pueden caber todos los Derechos del Hombre. Con este preludio,
voy al cuerpo del artículo que quiere referirse a la conculcación de la justicia
por parte de quienes más cabría esperarla: legisladores, jueces, juristas,
médicos, sacerdotes, educadores, gobernantes... No seré exhaustivo, pero
seguramente todos esperamos más justicia de quienes ejercen esas profesiones
vitales en la sociedad, aunque sea exigible a todos.
Los legisladores ejercitan la injusticia -siempre desde mi
punto de vista- cuando promulgan leyes malas, ya se refieran a temas
económicos, a los que solemos ser más sensibles, ya sean auténticas conculcaciones de lo natural. Los
jueces no quedan exentos de la injusticia, a pesar de ser profesionales
directos para impartirla, cuando se dejan presionar, corromper, politizar, etc.
Los juristas -me refiero ahora a los estudiosos del Derecho-, en una gran
medida, se han apartado progresivamente de los Derechos Humanos, para trabajar exclusivamente sobre
el Derecho positivo. Es cierto que por ahí les lleva la vida, pero se echan de
menos algunas voces protectoras de la persona.
Hay médicos que invitan al aborto o a la eutanasia como medios
"infalibles" y únicos de arreglar determinadas situaciones, o recetan
-aunque ahora es menos posible- la medicina del laboratorio que paga. Y sí,
también existen sacerdotes injustos, y no trato ahora de la pederastia, sino de
nuestra falta de santidad, de
identificación con Cristo, que nos convierte en malos funcionarios. Educadores
ideologizados que sólo enseñan a pensar en dirección única, la del pensamiento
dominante, tapón de la libertad. ¿Qué puedo decir de los gobernantes y de la
oposición? Bastaría pensar en la corrupción nueva de cada día o en un gobierno
u oposición viviendo a golpe de encuesta en lugar de buscar el bien común.
Faltarían financieros, Entes vigilantes, empresarios...
No puedo acabar así. Por fortuna, hay una mayoría de personas
sustancialmente justas, aunque todos fallemos en temas "menores". Esa
mayoría ha de luchar por una sociedad en la que el Derecho impere de verdad. Y
con él -vuelvo a Ulpiano-, la vida honesta, el empeño por no inferir daño a
nadie y la constante voluntad de dar a cada uno su derecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario