Autor: Pablo
Cabellos Llorente
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El peligro de una autoestima puramente psicológica, no basada en
principios rectos, que nada tiene que ver -más bien, es totalmente opuesta-
con la realidad de que somos hijos de Dios, realidad donde sólo puede salir
con toda seguridad una sana autoestima.
Modelos de autoestima
Aseguran los comunicadores que se llega mejor al lector
contando una historia. Esta es reciente y puede servir. Hace muy pocos días
coloqué en Facebook un enlace a un vídeo de un sacerdote -muy bueno, por
cierto- en el que se mencionaba la palabra autoestima. Un pequeño grupo, más
bien un miembro del grupo apoyado por otro me dijo que la autoestima no es
cristiana. Se me ocurrió escribir que dependía de lo que se entienda por tal y
que ninguna mejor autoestima que la de saberse hijo de Dios. Aquí comenzó la
discusión, y fui acusado de infidelidad al Magisterio de la Iglesia.
La postura de este grupo goza de razón y explicación
porque el concepto de autoestima se origina con el psicoanálisis y, con
frecuencia, tiene otro significado completamente distinto, que también tendría
relación con la fe, pero justamente por ser pecaminoso y apartarnos de ella.
Pero no puedo estar de acuerdo con que la autoestima va contra el Magisterio.
Volviendo a mis internautas, después de señalarles que casi me condenan -nótese
el casi-, puse unas frases de Juan Pablo II y Benedicto XVI utilizando la
palabra "maldita": autoestima. Borraron los textos, me dijeron que
calumniaba y mentía y que necesitaba humildad. En esto último, al menos, seguro
que acertaron.
Y es que es muy difícil erigirse en intérprete del
Magisterio, y manejarlo de modo personal. Ya sé que eso lo hace frecuentemente
la teología, pero verdaderamente el único intérprete auténtico del Magisterio
es el propio Magisterio. Siendo breve: el depósito de la Fe -expresión
inspirada de San Pablo- se contiene en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
La estructura de la Biblia es la del texto escrito y, por tanto, definitivo. La
estructura de la Tradición es la de una realidad viva. Por eso pertenece a su
esencia que crezca y se desarrolle, pero no en el sentido de que añada
novedades al depósito originario, sino porque se puede profundizar en él con la
luz del Espíritu Santo. Ese depósito ha sido recibido por la totalidad del
Pueblo de Dios, pero con la seguridad de que Pedro, los Apóstoles y sus
sucesores fueran los únicos constituidos en sujetos de ese Magisterio (cfr.
Lumen Gentium, 21, 24 y 25; Dei Verbum, 7 y 10). Visto así, aunque el
Magisterio no se haya pronunciado expresamente, el concepto de autoestima
originario no sería admisible.
Pero siempre, aunque todos los cristianos tenemos el
deber de evangelizar, la autenticidad es una característica fundamental y
exclusiva del Magisterio eclesiástico, que enseña con la misma autoridad que
Cristo. Esta es la razón por la que decía antes que es muy difícil interpretar
el Magisterio, porque toda interpretación termina en él. Sí caben opiniones en
aquellos temas que la Iglesia ha dejado a la libre disquisición de los hombres
o incluso, expresar algo así como: yo pienso que el Magisterio aquí quiere
decir esto. Y nada más. Esta es la razón por la que no estoy de acuerdo con la
afirmación general de que la autoestima está contra el Magisterio. Es más, si
se trata de la autoestima ensoberbecida también tiene que ver con la enseñanza
de la Iglesia, como dije antes: efectivamente, la soberbia es un pecado, a
veces tan grave que, como me dijeron mis amigos de Facebook, en un corazón
soberbio no está Dios.
Ahí reside el peligro de una autoestima puramente
psicológica, no basada en principios rectos, que nada tiene que ver -más bien,
es totalmente opuesta- con la realidad de que somos hijos de Dios, realidad
donde sólo puede salir con toda seguridad una sana autoestima. Ya que se emplea
bastante, quizá sea un concepto a rescatar, pero sin ingenuidad.
Cabe recordar que la ausencia de Magisterio ha sido
una buena causa de la fragmentación terrible de las confesiones derivadas de la
reforma luterana. El principio de la sola Escritura, les ha conducido a quedarse
sin depósito, sin sucesión apostólica, sin sacramentos, aunque les queda el
Bautismo, por el que el cristiano se incorpora a Cristo, razón por la que el
ecumenismo ha de ser una pasión de la Iglesia. Pero no dejó de afirmar el
último concilio que la única Iglesia de Jesucristo "subsiste en la Iglesia
Católica". No dijo "es", sino "subsiste", para dar
espacio eclesial a otras realidades cristianas, que no tienen la plenitud de la
Iglesia fundada por Cristo, pero sí una parte.
No intento una cerrada defensa del concepto de
autoestima, entre otras razones porque la palabra tiene sus riesgos, sino del
aprecio al Magisterio. Algo parecido sucede con la palabra valores. Lo que para
unos es un valor, para otros es exactamente lo contrario. Un ejemplo: para
algunos es un valor que la mujer tenga el derecho a abortar, lo que
evidentemente es un desvalor para un cristiano.
Para ir finalizando, voy a transcribir alguna de las
frases de los papas citados en las que emplean -en un contexto positivo- la
palabra autoestima: Juan Pablo II en diciembre de 1998 a los obispos de Nueva
Guinea (por cierto, también utiliza la palabra valores): La situación refleja
cierta crisis de las expresiones tradicionales de vuestra cultura, con la
consiguiente debilitación de las estructuras e instituciones que han dado a las
sociedades tradicionales su estabilidad y han transmitido los valores que las
forjaron. La principal es la familia, que recientemente ha sido sometida a una
gran presión, y que constituye siempre el núcleo donde se manifiestan los
primeros síntomas de malestar social. Existe también un elevado índice de
desempleo, que genera frustración e irritación en los jóvenes, haciéndoles
perder la autoestima y la esperanza en el futuro.
En octubre de 1998, el mismo Papa decía refiriéndose a
las personas ancianas: "Es preciso elaborar estrategias asistenciales que
consideren en primer lugar la dignidad de las personas ancianas y les ayuden,
en la medida de lo posible, a conservar un sentido de autoestima, para que no
les suceda que, sintiéndose un peso inútil, lleguen a desear y pedir la
muerte." En un documento más solemne (Carta a los Católicos de Irlanda de
marzo de 2010), escribía Benedicto XVI: "Os habéis sentido profundamente
conmocionados al conocer los hechos terribles que sucedían (pederastia) en el
que debía haber sido el entorno más seguro de todos. En el mundo de hoy no es
fácil construir un hogar y educar a los hijos. Se merecen crecer en un ambiente
seguro, con cariño y amor, con un fuerte sentido de su identidad y su valor.
Tienen derecho a ser educados en los auténticos valores morales, enraizados en
la dignidad de la persona humana, a inspirarse en la verdad de nuestra fe
católica y a aprender modos de comportamiento y acción que los lleven a una
sana autoestima y a la felicidad duradera." Nótese que escribe sana
autoestima.
Finalmente, en su Exhortación Apostólica Africae
Munus, de diciembre de 2011, decía el mismo Benedicto XVI:
En mi viaje a África, insistí en que «hay que
reconocer, afirmar y defender la misma dignidad del hombre y la mujer: ambos
son personas, diferentes de cualquier otro ser viviente del mundo que les
rodea». El cambio de mentalidad en este campo es desgraciadamente demasiado
lento. La Iglesia tiene la obligación de contribuir a este reconocimiento y
liberación de la mujer, siguiendo el ejemplo de Cristo (cf. Mt 15,21-28; Lc
7,36-50; 8,1-3; 10,38-42; Jn 4,7-42). Crear para ella un ámbito en el que pueda
tomar la palabra y desarrollar sus talentos mediante iniciativas que refuercen
su valía, su autoestima y su especificidad, les permitirá ocupar en la sociedad
un puesto igual al del hombre –sin confundir ni uniformar la especificidad de
cada uno–, pues ambos son «imagen» del Creador (cf. Gn 1,27).
Con todo, hay que saber exactamente qué se dice cuando
se emplea la tan citada palabra, porque si encierra la soberbia de la
autosuficiencia, la no necesidad de Dios, si lo entiende así un cristiano,
estaría en el peligro de pelagianismo al que se ha referido estos días el Papa
Francisco, que es una falsa doctrina que cuenta con las fuerzas humanas sin
valorar la ayuda de la gracia, imprescindible para la vida cristiana.
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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
jueves, 20 de junio de 2013
Modelos de autoestima
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Hola. D. Manuel. ¡Claro que es un sentimiento cristiano la autoestima!...si nos nos estimamos despreciamos la obra que somos de Dios. Otra cosa es que no sepamos colocar nuestro amor a nosotros mismos por debajo del amor a Dios, por ejemplo. Eso sería soberbia...y también hay que colocarlo debajo del amor a nuestros hijos, por ej. En fin...yo también estoy en facebook. Me hubiera gustado leer todo eso que le decían.Mi cordial saludo.
ResponderEliminarSra. Qintana:
ResponderEliminarLo primero agradecer la amabilidad de dejar un comentario, tras ello
decirle que me parece acertamiento su comentario.
Le reitero mi agradecimiento.
Muy atentamente.
Manuel Murillo