¿Podemos, acaso, tu y yo amar y entregarnos de igual manera?
El corazón humano de María pudo hacerlo.
Santa María no tuvo más corazón ni más vida que la de Jesús. Una vida y un
corazón humanos pero de Jesús. ¿Podemos, acaso, tu y yo amar y entregarnos de
igual manera? El corazón humano de María pudo hacerlo. Tú y yo tenemos su
propio corazón como un escalón a la Puerta Santa que es Jesús. Con el ejemplo
de la Santa Madre de Dios, no solo sabemos que podemos amar a Cristo, debemos
amarle así porque la tenemos a Ella misma como intercesora.
Corazón generoso y tierno corazón como por naturaleza es el de toda mujer que
es madre, el de María nos inspira profundamente. Y podríamos admirar a la
Virgen por amar al Niño Dios, de igual manera que admiramos a cualquier madre
que sostiene a su pequeño en los brazos. Pero el corazón de María ya era de
Dios aún antes de la Anunciación. Había decidido reservar su corazón a Dios sin
necesitar algún prodigio. En la Anunciación se consuma la previa entrega que ya
se había realizado. ¿Cómo nos extraña entonces que haya podido pronunciar esas
palabras que la han subido a la cúspide de la Fe "Hágase en mí según tu
palabra"? Pensándolo con mayor hondura el corazón de María, sí es corazón
humano, no solo era capaz de eso, sino de mucho más.
El corazón amoroso y entregado es, en su generosidad, un corazón fiel: Un
corazón humano al pie de la cruz. Si con facilidad podíamos imaginar la ternura
de la escena en el pesebre, con gran dificultad podemos apenas hacer un esbozo
en la imaginación de la Santísima Virgen recibiendo de José de Arimatea el
cuerpo ensangrentado de su hijo. ¿Cómo imaginar el dolor de una Madre que
limpia, con mano trémula, la sangre de su hijo? Remueve en lo más profundo aún
a nuestro propio y durísimo corazón el pensar en la mirada de María ante el
rostro desfigurado y atrozmente golpeado de Jesucristo. Y su corazón dolido
estaba ahí, fiel, al pie de la cruz. ¿Dónde está nuestra corazón? ¿Al pie de la
cruz como el de la Santísima Virgen o escondido y alejado como el de los
discípulos que abandonaron al Señor?
El corazón de María nos muestra todas las encontradas emociones que un corazón
es capaz de sentir. Es el corazón de la Virgen uno tan grande y tan generoso,
que es además nuestro propio refugio. Su corazón es, además de ejemplo y con
dignidad sobresaliente para ser admirado, el consuelo para la aflicción. ¿Cuánto
no comprenderás nuestros humanos dolores ella que enfrentó el dolor más
profundo que se pueda experimentar?
Pero el corazón humano de nuestra Madre en Cristo no solo es un ejemplo de
ternura amorosa o de abyecto dolor. María en su corazón es la Madre del buen
consejo, y quien mejor nos puede enseñar a vivir el amor al prójimo. Poderoso
corazón el de María, que puede convertir nuestro egoísmo y amor propio en
caridad y amor a Dios. El corazón entregado de María debería enseñarlos a
pedirle confiados a Dios: "Padre, mi corazón puede poco ¡Haz que te ame
mas!".
Es a la Madre de Dios a quien hemos de acudir para pedirle que nos enseñe a
amar más, a entregar más, a ser más justos, a rogarle que con su corazón
dulcísimo nos proteja, nos enseñe, nos guíe.
El corazón humano de María. Humano. Como el tuyo y como el mío.
Autor: Oscar Colorado Nates.
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