Autor: Pablo Cabellos
Llorente
No es infrecuente el lamento sobre la falta de líderes en
nuestro mundo. Hay jefes de ámbitos varios, pero pocos líderes, personas que
tengan tirón en la sociedad por su valía personal, por sus virtudes, ideales, aprecio
por el bien común, búsqueda del necesitado, espíritu de servicio, ejemplaridad,
aprecio por el encuentro de una ley común a todo humano, etc. Luego lo de la
buena presencia, que hablen bien, etc. está muy después. Tal vez valga la pena
preguntarse a qué sea debida esta escasez.
Indudablemente, estaría fuera de lugar pretender solucionar
tan importante asunto en unas líneas. Pero algo hay que decir y, además, sin
salirme de mi espacio. Mejor dicho, precisamente dentro de lo que me compete.
Para comenzar, aprovecho una sugerencia de un amigo: los líderes naturales en
una familia son los padres y madres, ciertamente si viven su tarea de modo
adecuado. No es esa la pega de Dios, que cumple infinitamente bien su trabajo.
Aunque sea entrar en corto y por derecho, como diría un taurino, dirigir como
si Él no existiera ya es una seria dificultad. Pero veamos alguna otra cosa.
Las cualidades
brindadas por el DRAE son más bien pobres, aunque nos gustaría que nuestros
líderes poseyeran algunas: persona a la que un grupo sigue,
reconociéndola como jefe u orientadora..Persona
o equipo que va a la cabeza de una competición deportiva..
Construido en aposición, indica que lo designado va en cabeza entre los de su
clase. Dejando de lado lo deportivo, puede ser aprovechable la facultad de
hacerse seguir por alguien, ser reconocido como orientador o que va realmente
en cabeza de un proyecto.
Introduciendo en el buscador de Internet la palabra liderazgo, casi todo lo aparecido
se refiere a empresas y escuelas de negocios donde hablan de adquirir una concepción global e integradora de
la organización desde el punto de vista de la alta dirección, buscar el desarrollo
de las capacidades de razonar adaptadas a los nuevos retos, proporcionar marcos
de análisis para las decisiones, adquirir herramientas, aprender a asumir
responsabilidades, etc. Para ser honrado, diré que, aunque de modo incompleto,
he tomado alguna de esas ideas de un programa del IESE, prestigiosa Escuela a
la que dedico un poquito de mi trabajo.
Pienso que dice más que el diccionario
porque, aunque restringido al mundo de
los mercados, no estaría nada mal que los líderes políticos, sindicales o de
las varias formas de asociación gozaran de esas cualidades; pero a ellos hay
que pedirles más, sobre todo a los situados en lugares más altos de los poderes
legislativos, ejecutivos o judiciales -en plural porque tenemos muchos-, amén
de otro tipo de organizaciones.
Ahora daré un salto no muy correcto
políticamente. Si pocos de nuestros líderes poseen las cualidades enunciadas en
el primer párrafo, ¿será cierto que tenemos los que nos merecemos? Aunque lo
correcto es afirmar que el pueblo siempre tiene razón, ¿nos habremos equivocado
en lo que pedimos al gobierno, a la oposición, al sindicato, al juez o al
legislador? Porque, a lo peor, quizá hay un déficit en el pueblo, tal vez nos
conformamos con pedir a los dirigentes pan y circo o lo que superficialmente
deseamos. No, yo no me excluyo de los
posiblemente errados. Escribo en voz alta. Y se me ocurre que acaso en vez de
solicitar empeño en el bien común, reclamamos sólo aquello de la vieja canción:
salud, dinero y amor; que no son poca cosa, pero que resultan claramente
insuficientes, tanto que, cuando falta un verdadero trabajo por la persona y el
bien común, acabamos sin salud, sin dinero y sin amor.
Efectivamente, dirigentes, leyes y modas conductuales influyen no poco incluso en lo
que dicen las escuelas de negocios. ¿No son acaso la codicia y la mentira
quienes nos han conducido a la actual situación económica? ¿Y dónde hallamos
tales perlas? Es posible que prontamente cavilemos en esos grandes casos de
corrupción que aparecen cotidianamente
en los noticieros. Pero también es muy verosímil que los culpables seamos
todos, que el error resida en la consideración que el ser humano tiene de sí
mismo.
Pienso que, incluso contando con los no
creyentes, nadie discute el liderazgo moral de los tres últimos papas, por
ceñirme a los inmediatos. Y no presupongo que sea por los más de mil millones
de católicos, puesto que muchos de ellos están entre los avariciosos y
mendaces. Más bien esa capacidad radica en su integridad personal. Con esa
autoridad proclamaba en Brasil el Papa
Francisco: “Es propio de la dirigencia elegir la más justa de las opciones
después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el
interés del bien común; por este camino se va al centro de los males de la
sociedad para superarlos con la audacia de acciones valientes y libres. Es
nuestra responsabilidad, aunque siempre sea limitada, esa comprensión de la
totalidad de la realidad... para tomar decisiones en el momento presente, pero
extendiendo la mirada hacia el futuro, reflexionando sobre las consecuencias de
las decisiones". Pero es que comenzó su pontificado afirmando con hechos y
palabras que el poder es servicio.
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