Vino a los suyos,
pero los suyos no le recibieron... ¿Habrá posada para el Verbo encarnado en
nuestros días?
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"Dios puso su morada entre
los hombres" (Ez 37,27) "por el gran amor con que nos ha
amado." (Ef 2,4) Pero ¿es acogido? "Vino a los suyos, pero los
suyos no le recibieron" (Jn 1,11) ¿Habrá posada para el Verbo encarnado
en nuestros días? Eso se juega en la libertad de cada uno.
Quisiera sugerir algunas pautas para orar en Adviento:
1. Contemplar el misterio de la encarnación:
La encarnación del Verbo es la entrada de la presencia de Dios en el mundo y
en la historia. El mundo de la carne busca a su Creador. El mundo de la
Gracia busca al hombre. El Verbo encarnado es el lugar de encuentro de las
dos búsquedas. La divinidad habita corporalmente en Jesús de Nazaret y así
encuentra descanso la doble búsqueda.
"Se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo y haciéndose
semejante a un hombre." (Flp 2,7) Nuestra fe se pone a prueba:
"esto no puede ser", el Trascendente no puede ser tan cercano, no
puede ser que se vuelva tangible, de carne y hueso, un bebé indefenso; es
demasiado que Dios llegue al extremo de hacerse siervo. Tenemos aquí la
prueba más convincente del gran amor con que Dios nos ama, de su
incomprensible predilección por el hombre. Dios prueba su amor, el hombre
debe probar su fe.
En Adviento y Navidad contemplamos el rostro de Dios que por amor se acercó a
nosotros y vive en medio de nosotros. Más cercano está de quien más se
acerque a contemplarle. Estar allí contemplándolo con mucho amor es
acercarse; eso es lo que obra el amor: una creciente cercanía.
2. Dar posada al Redentor que ha venido, pero aún debe ser acogido.
La Redención la ha realizado Cristo con su encarnación, muerte y
resurrección, pero aún debe verificarse en cada uno y eso depende de la
acogida personal. Dios nunca se impone al hombre, siempre pregunta. Dios es
mendigo de la acogida por parte del hombre; se toma muy en serio su libertad.
La respeta hasta el grado de verse humillado. Con paciencia, nuestro Dios
sigue tocando la puerta.
La plenitud de los tiempos ya ha llegado con la venida de Cristo, pero no se
ha cumplido del todo: se realiza o no en cada persona, que libremente lo
acepta o lo rechaza. Lo acepta cuando permite que el amor de Dios le impregne
del todo, cuando su persona se cubre con la sombra luminosa del Espíritu
Santo y Él obra su transformación en Cristo, a través de una sinergia de
donaciones repitiendo la historia de la Madre de Dios.
El Redentor es acogido cuando cada uno vive una vida cristiana, una vida en
Cristo, no una doble vida, donde aún se reserva algo para sí, sin tomar
completamente en serio la búsqueda de la santidad. "Cuando venga Él, el
Espíritu de la Verdad, os guiará hacia la verdad completa (Jn 16,13) La
radicalidad de la irrupción de Dios en la historia por la encarnación del
Verbo es la que Jesucristo pide hoy de cada uno de sus hijos por la
aceptación libre e incondicional del Espíritu Santo, la ley del amor, en la
propia vida.
En ese sentido, Adviento es tiempo de conversión, por eso el ornamento morado
en la misa: "El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo
unigénito nos manifestó su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos
convirtiendo, como él, nuestra existencia en un don de amor. Y los frutos del
amor son los «frutos dignos de conversión» a los que hacía referencia san
Juan Bautista cuando, con palabras tajantes, se dirigía a los fariseos y a
los saduceos que acudían entre la multitud a su bautismo." (Benedicto XVI, 9 de diciembre de 2007)
3. Adorarlo con corazón de pastor y de ángel.
"Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los
cielos" (Mt 18,3) Para entrar a la cueva de Belén hay que hacerse
pequeño, como niño. Los pastores y los ángeles tienen corazón de niño. El
niño tiene una mirada pura, se maravilla de todo, todo lo disfruta, es capaz
de dar amor y de recibir amor con humildad y corazón de pobre.
Autor: P. Evaristo
Sada LC | Fuente: la-oracion.com
Los pastores y los ángeles se dieron el tiempo para centrarse en lo esencial:
la contemplación del hijo de Dios que habita en medio de nosotros. Los
pastores dejaron sus ganados, los ángeles dejaron el cielo; todos se juntaron
para adorar a Dios en los brazos de María.
Adviento y Navidad deben ser tiempos de más calma para pasar más tiempo junto
a Cristo Eucaristía. Sí, hay que tener el valor de romper esquemas y
centrarse en lo esencial. Que esta Navidad, Cristo sea el mejor atendido y el
más amado.
Autor: P. Evaristo Sada LC |
Fuente: la-oracion.com
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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
miércoles, 4 de diciembre de 2013
¿Cómo orar en Adviento y en Navidad?
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