Autor: Pablo Cabellos
Llorente
El Papa Francisco es tremendamente realista. Reconoce que
muchos católicos no leen u olvidan enseguida la documentación elaborada por el Santo
Padre o por los obispos. Pero esa consideración del ambiente no le impide
cantar las verdades del barquero en la Exhortación Apostólica "Evangelii
Gaudium", que él mismo considera programática. Aunque voy a detenerme
solamente en la Introducción, tomo el título de un punto mucho más adelantado
del escrito porque, de un modo u otro, es deliberadamente reiterativo para
recordar la misión apostólica de los cristianos.
Efectivamente,
en el n. 114, escribe: "Ser Iglesia es ser
Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica
ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y
llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde,
necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo
vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia
gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y
alentado a vivir según la vida buena del Evangelio". Desde el inicio de la Exhortación viene
insistiendo en ese tema desde diversos puntos de vista.
Al comienzo
escribe que la alegría del Evangelio llena la vida de los que se encuentran con
Jesús. Sólo así, con Cristo, la Iglesia, el entero Pueblo santo, puede cumplir
con su misión de mostrar al mundo el rostro de Dios. Por eso, inmediatamente
comenta los riesgos del cristiano para vivir la vida recibida en el bautismo y
llevarla a todas partes. El primer riesgo es nuestra propia debilidad pero,
lleno de esperanza y para colmarnos de ella a todos, dice entre otras muchas
cosas: "No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos
muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia
adelante!" No se cansa de hacernos ver de mil maneras la Misericordia de
Dios. Para volver a dejar claro el origen de nuestra fuerza, escribe con
palabras de Benedicto XVI: "No se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento,
con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva".
Sólo así
podremos ser fermento de la humanidad, no para poseerla o dominarla, sino para
servir a la causa de Dios, que nunca roba nada al hombre, sino que le da todo, vela
siempre por la causa del hombre, aunque en ocasiones no lo entendamos así. E inmediatamente
escribe que el bien debe comunicarse. Rememora aquellas palabras que Pablo de
Tarso escribe sobre sí mismo: ¡ay de mi si no anunciara el Evangelio! Y
recuerda a todos que cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no
hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización
personal. Así es, porque la acción de Dios en el hombre no destruye nada de
cuanto es humano, sino que lo potencia y refuerza. Ante esa labor, la
consecuencia más inmediata es la alegría del evangelizador, añadiendo con
sentido del humor que quien la realiza no puede tener cara de funeral.
Hemos de
ver, cada día con luces nuevas, la extraordinaria novedad del Evangelio, la palpitante
y deslumbradora figura de Cristo, que continua vivo y activo en quien lo busca. Me vienen a la mente unas
palabras de San Josemaría, que andaba siempre impulsando a todos los hombres a
ofertar a ese Jesús vivo, por el que se sintió fascinado desde muy joven, como
afirmó Juan Pablo II. Me refiero ahora a estas frases: "Cristo vive.
Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en
la cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas,
del dolor y de la angustia". El Papa escribe: "Él siempre puede, con
su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas
oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece".
Con esa
clara conciencia -sin méritos propios, pero con la fortaleza de Dios-, los
cristianos debemos caminar por el mundo con una ciencia que nunca falla, con la
sabiduría de que nunca ofertamos algo
vetusto, ni mercancía averiada, ni tampoco triste. No descuidamos la memoria de
nuestra fe, nuestra historia como pueblo, pero es una memoria agradecida que
nos lanza hacia adelante, que nos mantiene siempre actuales con la perenne
juventud de Dios.
Desde estas
coordenadas, nos convoca a todos sin
exclusión alguna. A partir de ahí, Francisco traza el plan de su Exhortación
programática que, abarcando muchas cuestiones actualísimas, pienso que tienen
su base en lo que va escrito. De ahí parte lo que denomina "Iglesia en
salida", es decir una Iglesia en la que están presentes los escenarios y los
desafíos siempre nuevos de su misión evangelizadora, una nueva «salida»
misionera que emplaza a todos. El Papa
ha hecho resonar con fuerza las palabras de Jesús en la parábola: salid a los
cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis.
Feliz Navidad!!! Un abrazo desde Paraguay!!
ResponderEliminarGracias Magda, igualmente para ti desde España.
EliminarUn gran abrazo.
Manuel Murillo.