Necesitamos un Corazón al que recurrir
ante las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana.
Intervención que pronunció Benedicto XVI
el domingo 1 de junio de 2008 al rezar el Ángelus
...Este mes está tradicionalmente dedicado al Corazón de Cristo, símbolo de la
fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los místicos y
los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la "buena
noticia" del amor, resumiendo en sí el misterio de la encarnación y de la
Redención.
Y el viernes pasado celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús,
tercera y última de las fiestas que han seguido al Tiempo Pascual, tras la
Santísima Trinidad y el Corpus Christi. Esta sucesión hace pensar en un
movimiento hacia el centro: un movimiento del espíritu guiado por el mismo
Dios.
Desde el horizonte infinito de su amor, de hecho, Dios ha querido entrar en los
límites de la historia y de la condición humana, ha tomado un cuerpo y un
corazón, para que podamos contemplar y encontrar el infinito en el finito, el
Misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno. En mi
primera encíclica sobre el tema del amor, el punto de partida ha sido
precisamente la mirada dirigida al costado traspasado de Cristo, del que habla
Juan en su Evangelio (Cf. 19,37; Deus caritas est,12). Y este
centro de la fe es también la fuente de la esperanza en la que hemos sido
salvados, esperanza que ha sido el tema de mi segunda encíclica.
Toda persona necesita un "centro" para su propia
vida, un manantial de verdad y de bondad al que recurrir ante la sucesión de
las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana.
Cada uno de nosotros, cuando se detiene en silencio, necesita sentir no sólo el
palpitar de su corazón, sino, de manera más profunda, el palpitar de una
presencia confiable, que se puede percibir con los sentidos de la fe y que, sin
embargo, es mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo.
Os invito, por tanto, a cada uno de vosotros a renovar en el mes de junio su
propia devoción al Corazón de Cristo, valorando también la tradicional oración
de ofrecimiento del día y teniendo presentes las intenciones de toda la
Iglesia.
Junto al Sagrado Corazón de Jesús, la liturgia nos invita a venerar el Corazón
Inmaculado de María. Encomendémonos siempre a ella con gran confianza...
Por: SS Benedicto XVI
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