Durante este mes de junio nos llama nuevamente a nosotros: ¡Mirad cómo os
he amado! ¡Sólo os pido una cosa: que correspondáis a mi amor!
Todo este mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Por eso
vamos a meditar, sobre el significado y la actualidad de la devoción al Corazón
de Jesús.
Este culto se basa en el pedido del mismo Jesucristo en sus apariciones a Santa
Margarita María de Alacoque. Él se mostró a ella y señalando, con el dedo, el
corazón, dijo: "Mira este corazón que tanto ha amado a los hombres y a
cambio no recibe de ellos más que ultrajes y desprecio. Tú, al menos
ámame". Esta revelación sucedió en la segunda mitad del siglo diecisiete.
Hoy en día, tenemos que preguntarnos: ¿es popular entre los jóvenes esta
devoción? ¿La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es de interés palpitante
para nuestro tiempo actual?
Cuando hablamos del Corazón de Jesús, importa menos el órgano que su
significado. Y sabemos que el corazón es símbolo del amor, del afecto, del
cariño. Y el corazón de Jesús significa amor en su máximo grado; significa amor
hecho obras; significa impulso generoso a la donación de sí mismo hasta la
muerte.
Cuando Cristo mostró su propio corazón, no hizo más que llamar nuestra atención
distraída sobre lo que el cristianismo tiene de más profundo y original; el
amor de Dios. También durante este mes nos llama nuevemente a nosotros: ¡Mirad
cómo os he amado! ¡Sólo os pido una cosa: que correspondáis a mi amor!
Nuestra respuesta del amor, en general, no es muy adecuada a su llamada. Porque
sufrimos una grave y crónica afección cardíaca, que parece propia de nuestro
tiempo: está disminuyendo e incluso muriendo el amor; el corazón se enfría y ya
no es capaz de amar ni de sentirse amado.
Es una característica de los últimos tiempos - como nos indica la Santa
Escritura - de que se "enfriará la caridad de muchos" (Mt 24,12).
¿Quién de nosotros no sufre bajo esta enfermedad del tiempo actual? ¿Quién de
nosotros no sufre bajo esta falta de amor desinteresado hacia Dios y hacia los
demás? ¿Quién de nosotros no se siente cautivo de su propio egoísmo, el cual es
el enemigo mortal de cada amor auténtico? ¿Y quién de nosotros no experimenta,
día a día, que no es amado verdaderamente por los que lo rodean?
Cuántas veces nuestro amor es fragmentario, defectuoso, impersonal, porque no
encierra la personalidad total del otro. Amamos algo en el otro, tal vez un
rasgo característico, tal vez un atributo exterior (- su lindo rostro, su
peinado, sus movimientos graciosos -) pero no amamos la persona como tal, con
todas sus propiedades, con todas sus riquezas y también con todas sus
fragilidades.
Tampoco amamos a Dios tal como Él lo espera: "con todo nuestro corazón.
Con toda nuestra alma. Con toda nuestra mente y con todas nuestras
fuerzas" (Mc 12,30).
He aquí, pues, el sentido y la actualidad de nuestra devoción al Sagrado
Corazón de Jesús. A este tan enfermo corazón moderno contraponemos el corazón
de Jesús, movido de un amor palpable y desbordante. Y le pedimos que una
nuestro corazón con el suyo, que lo asemeje al suyo. Le pedimos un intercambio,
un transplante de nuestro pobre corazón, reemplazándolo por el suyo, lleno de
riqueza.
¡Que tome de nosotros ese egoísmo tan penetrante, que reseca nuestro corazón y
deja inútil e infecunda nuestra vida! ¡Que encienda en nuestro corazón el fuego
del amor, que hace auténtica y grande nuestra existencia humana!
Debiéramos juntarnos también con la Santísima Virgen María. Ella tiene tan
grande el corazón que puede ser Madre de toda la humanidad. ¡Que, con cariñoso
corazón maternal, ella nos conduzca en nuestros esfuerzos hacia un amor de
verdad, sin egoísmo y sin límites!
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Autor: Padre Nicolás Schwizer
No hay comentarios:
Publicar un comentario