Autor: Pablo Cabellos Llorente
Escribe
Quevedo en “El alguacil alguacilado” que existen tres géneros de hombres en
este mundo: unos que por hallarse ignorantes no escriben; y estos merecen
disculpa por haber callado y alabanza por haberse conocido. Otros que comunican
lo que saben: a estos se les ha de tener lástima de la condición y envidia del
ingenio, pidiendo a Dios que les perdone lo pasado y les enmiende lo por venir.
Los últimos no escriben por miedo a la malas lenguas; estos merecen reprensión,
pues si la obra llega a las manos de hombre sabios, no saben decir mal de
nadie; si llega a manos de ignorantes, pueden decir mal, sabiendo que si lo
dicen de lo malo, lo dicen de sí mismos; y si del bueno, no importa, porque ya
saben todos que no lo entienden. Estoy escribiendo y no sé que diría Quevedo de
mí.
Ignoro
a qué género pertenecen quienes tomaron el rábano por las hojas cuando, volviendo
de su viaje a Tierra Santa, el Papa Francisco afirmó que el celibato sacerdotal
no es un dogma, añadiendo seguidamente que es “un regalo para
la iglesia”. Siempre existen –y me parece natural- buscadores de la noticia,
pero en ocasiones no aciertan, actúan de parte, tergiversan o sencillamente
ignoran de qué escriben. No es un alegato contra nadie, es una constatación de
algo que sucede. Así ocurre con muchas palabras del Papa, al que pagan con
alguna pedrada que otra su sencillez y naturalidad al expresarse.
Nunca nadie ha dicho en la
Iglesia Católica que el celibato sacerdotal sea una verdad definida
dogmáticamente, es más, no se puede hacer tal cosa porque, efectivamente no es
un dogma, sino una praxis secular que la Jerarquía ha querido mantener siempre.
De hecho –espero que no se produzcan escándalos farisaicos- en la Iglesia hay
sacerdotes casados, pocos, pero existen. A título de ejemplo pueden estar
casados los católicos de rito griego y también suelen estarlo los convertidos
del anglicanismo que, si desean continuar siendo pastores, reciben el orden
sacerdotal, puesto que las ordenaciones anglicanas no son válidas.
Pablo VI, en su conocida encíclica
sobre el celibato sacerdotal escribió: Ciertamente,
como ha declarado el Sagrado Concilio Ecuménico Vaticano II, la virginidad «no
es exigida por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la práctica
de la Iglesia primitiva y por la tradición de las Iglesias Orientales”, pero
el mismo sagrado concilio no ha dudado confirmar solemnemente la antigua,
sagrada y providencial ley vigente del celibato sacerdotal, exponiendo también
los motivos que la justifican para todos los que saben apreciar con espíritu de
fe y con íntimo y generoso fervor los dones divinos.
Sólo otra cita para no hacerme pesado: No pertenece (el celibato) a la esencia
del sacerdocio como orden y, por tanto, no se impone en absoluto en todas las
Iglesias. Sin embargo, no hay ninguna duda sobre su conveniencia y,
más aún, su congruencia con las exigencias del orden
sagrado. Forma parte, como se ha dicho, de la lógica de
la consagración. Así se
expresaba Juan Pablo II en julio de 1997.
Entonces,
¿a cuento de qué vienen los titulares destacando que el celibato no es un dogma o que Francisco abre una
puerta a su derogación? Primero: ¿no han leído que inmediatamente después
añadió: el celibato sacerdotal es un regalo para la Iglesia? Segundo: ¿No se
les ocurrió poner en google una pregunta sobre celibato y dogma? Yo comprendo
que hay muchos profesionales que tienen que escribir de todo y no se puede
saber de todo, pero es deseable un poquito más de información? Tercero: tal vez
algunos están empeñados en hacer de Francisco el Papa rojo o algo parecido.
También se equivocan: nunca encontrarán un Papa rojo, ni amarillo, ni azul.
Ya que he comenzado con Quevedo, recojo
ahora una frase de Cervantes:
Ninguna ciencia, en cuanto a ciencia, engaña; el engaño está en quien no sabe.
Tiene total aplicación a las ideas sobre Dios y sobre la Iglesia. No en vano decía
un santo de nuestro tiempo que el peor enemigo de Dios es la ignorancia. En el
caso que nos ocupa, he recibido cartas de buenos cristianos poco menos que
escandalizados por la frase del Papa descontextualizada: el celibato no es un
dogma. ¿Por qué el asombro? Por una ignorancia de la que somos culpables
quienes tenemos obligación de formar a los demás. Por eso escribo estas líneas
aún a costa de quedar mal encasillado según la calificación de Quevedo. Puedo
añadir en mi descargo que él mismo se atrevía a escribir después de tal clasificación.
Por fortuna, hay periodistas como Indro Montanelli, que en febrero de 1977, siendo director
de Il Giornale Nuovo, pronunció en el Aula Magna de la Universidad
de Navarra una conferencia sobre la situación política de Italia. Calificó de
“fracaso” los treinta años de democracia que sumaba su país, denunció el
“absoluto conformismo” de políticos y ciudadanos, y terminó con un mensaje
dirigido muy especialmente a los estudiantes de Periodismo que le escuchaban:
“El periodismo –les dijo– no puede ser para ustedes como un oficio. O es una
misión, o no es nada”.
Como bien dice el autor del texto, si alguien se ha escandalizado por las palabras del Santo Padre, es por pura ignorancia. Se limito a constatar una verdad absoluta (El celibato nunca ha sido ni es un digma de fe) que puede ser bueno para la iglesia católica, esto, incluso, puede ser más o menos discutible. La cuestión, en este caso, es que, repito: yo, catolica practicante y convencida siempre he sabido que, el celibato no es dogma de fe.
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