El
santo padre Francisco, obispo de Roma, abrió este lunes por la tarde en el
Vaticano, un congreso con el que se concluye el año pastoral de la diócesis, y
que tiene por tema 'Un pueblo que genera a sus hijos. Comunidad y
familia en las grandes etapas de la iniciación cristiana'.
En
el aula Pablo VI repleta de fieles que le recibieron y siguieron con tanto
entusiasmo, el papa Francisco escuchó algunos planteamientos sobre de la
Iglesia de hoy. En particular la dificultad de llegar a los adolescentes
respecto a la facilidad de catequizar a los niños.
“Nuestros
niños sufren de orfandad. Necesitan ideales que les calienten el corazón -dijo
el Santo Padre- porque esta es la sociedad de los huérfanos, sin memoria de
familia, porque los abuelos son alejados a las casas de reposo. Sin el afecto
diario, o con un afecto rápido, porque papá está cansado, y la mamá va a
dormir, y ellos se quedan huérfanos de gratuidad, huéfanos de un papá y una
mamá que sepan perder el tiempo para jugar con los hijos”.
Invitó
por lo tanto a reavivar “el sentido de gratuidad, en la familia, en la
parroquia, en el colegio”, porque “si no tenemos ese sentido de la gratuidad
nos será muy difícil entender lo que es la gracia de Dios, esa gracia que no se
vende ni se compra”.
Y
el Santo Padre recordó que “Jesús nos dio una gran promesa: No les dejaré
huérfanos”. E invitó a decirle a los jóvenes “tú no estás huérfano porque
tenemos a Jesús”. El Papa lamentó que la sociedad considere a los jóvenes como
descarte. “Piensen qué significa que 75 millones de jóvenes europeos de menos
de 25 años no tengan trabajo” dijo.
“Somos
un pueblo -dijo Francisco- que quiere hacer crecer a sus hijos con la certeza
de tener una familia, un padre y una madre”. Recordó que Pablo VI indicaba que
la sociedad tecnológica entretiene a la persona, con tantas comodidades y cosas
lindas, ¿pero la alegría donde está? Y precisó que esas cosas “después se
vuelven ídolos”.
El
papa Francisco también invitó a la conversión pastoral misionera. “Un camino
que es necesario hacer y tenemos la gracia para poder hacerlo”, aunque
reconoció que “la conversión no es fácil, signifca cambiar de vida, de método,
es cambiar el alma”. Si bien ese “camino de conversión” será el que “nos dará
la identidad de un pueblo que sabe general hijos, no un pueblo estéril” porque
“si como Iglesia no sabemos generar hijos hay algo que no funciona”. Y reiteró
que necesitamos la maternalidad de la Iglesia, porque si la Iglesia no es
fecunda se vuelve una solterona. La identidad es evangelizar, o sea hacer
hijos”.
Advirtió
entretanto, que no es cuestión de ir a tocar timbres, de ir a hacer prosélitos,
a llenar una ficha y decir: 'un socio más'. Y citando a Benedicto XVI recordó
que “la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”.
El
Santo Padre reconoció entretanto que “la Madre Iglesia ha envejecido un poco,
tenemos que rejuvenecerla, pero no llevándola al médico que pone cosméticos. La
Iglesia se vuelve más joven cuando es capaz de dar más hijos. La Iglesia tiene
nuestro amor de hijos, estar en la Iglesia es estar en casa, en la casa de
mamá”
Pidió
por ello “recuperar la memoria de la iglesia que es pueblo de Dios. Hoy nos
falta el sentido de la historia, tenemos miedo del tiempo, ningún recorrido,
vivimos en el reino del presente”. Esto también en la comunicación, con un
leguaje más reducido y veloz “porque somos esclavos de la coyuntura” dijo.
Invitó
a los presentes a ser acogedores en las iglesias y a tener ternura porque “una
madre es tierna, saber acariciar” y recordó en cambio que existen quienes
cierran las puertas, “y esa gente no se siente en casa de mamá”, porque las
secretarias de las parroquias deben “abrir la puerta a la casa de la Madre”.
Reconoció
que “los sacerdotes, párrocos y vice párrocos tienen mucho trabajo, lo entiendo
pero un párroco impaciente no hace bien”. Como uno que pedía que pagaran para
dar los sacramentos. “Esto no es acoger, es cerrar la puerta” dijo.
De
manera que “cuando la gente llega a la parroquia, sea recibida con corazón
grande”. O sea “Tener el corazón de Jesús que viendo la multitud sintió
compasión. Me gusta soñar con una Iglesia que viva la compasión de Jesús”.
Otra
cosa que el Santo Padre le ha pedido a los presentes es la capacidad “de
anunciar el Evangelio con nuevas modalidades. Donde la puerta esté siempre
abierta”. Donde se dé el testimonio de fe, “que se respire un aire de fe,
porque se cree en el Señor Jesús”.
Y
añadió que “es más fácil ejercer de obispo que de párroco, porque nosotros
obispos tenemos siempre la posibilidad de tomar distancia y defendernos detrás
del 'su excelencia'. En cambio el párroco tiene que escuchar los problemas de
la familia, o cuando vienen a conversar.. etc.”
Y
concluyó recordando que si la Iglesia italiana es tan fuerte, es gracias a los
párrocos. Gracias a ustedes, a estos párrocos que dormían con el teléfono en la
mesa de luz y se levantaban a cualquier hora para ir a visitar a un enfermo.
Para que nadie se muriera sin los sacramentos”.
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