Es el Espíritu Santo a quien tenemos que llamar y pedirle que siempre nos
acompañe e ilumine en nuestro diario caminar.
Voy a empezar este diálogo con una invocación al Espíritu Santo:
"Oh, Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo. Inspírame ser siempre
razonable en mi pensar, acertar lo que voy a decir, cuando me convienen hablar
y cuando me conviene callar, ilumíname para escribir, impúlsame para actuar,
que tengo que hacer para saber perdonar procurando tu mayor gloria y bien de
las alma y mi propia santificación. ¡Espíritu Santo ilumina mi entendimiento y
fortalece mi voluntad!. Amén"
Yo se que esta oración te agrada porque cuando te llegó el momento de partir
hacia el Padre, tu corazón de hombre supo de la pena, de lo que es una
despedida... Dejabas a tu Madre que tanto amabas....la dejaste al cuidado y
protección de Juan, pero...."la dejabas".... a tus queridos amigos, a
las personas que te seguían fieles y que tanto estimabas.
Por eso nuestra fe, nuestra religión es única y verdadera por ser revelada
cuando dijiste: - "Si me amais guardareis mis mandamientos y yo rogaré
al Padre y os dará otro Paráclito (abogado y consejero) para que esté con
vosotros para siempre. Espíritu de verdad a quién el mundo no puede recibir
porque no lo ve ni le conoce. Pero vosotros le conoceis porque mora en vosotros
y en vosotros está". Juan 14, 15-17.
Tu, Jesús, nos enseñaste esta gran verdad... ¡y qué poco pensamos en ella !
El Espíritu Santo que es el Espíritu de Dios, no tiene otro deseo que el que le
llamemos, ¡ven Espíritu Santo! para venir en nuestra ayuda en medio de nuestras
tristezas y desolaciones...
¡Qué poca fe, Señor, perdónanos!
El es una fuente de gracias y de inspiraciones para llevarnos a obrar, en todos
los momentos de nuestra vida con la seguridad de poder acertar en el
seguimiento de la voluntad de Dios. Es la Tercera persona de la Santísima
Trinidad. Es Dios de la misma sustancia divina que el Padre y el Hijo pero al
mismo tiempo una Persona distinta de las otras dos, pero solo hay un Dios.
Y ese Dios-Padre por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue
engendrado y se hizo hombre y es Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo
porque es el AMOR de ambos.
Y ese AMOR y ese ESPIRITU lleno de Dios es al que tenemos que llamar y pedirle
que siempre nos acompañe e ilumine en nuestro diario caminar. En este diario
vivir que siempre nos salen al paso diferentes alternativas y decisiones y
muchas veces son tan importantes que dudamos ante ¿dónde estará lo correcto?.
Oremos.
Vivamos esta gran maravilla de Dios que desea que nos acompañe el GRAN
CONSOLADOR.
Salimos y dejamos tu sacramental presencia en el Sagrario reconfortados por
esta reflexión de hoy donde has puesto en nuestro corazón la fortaleza y la paz
de ese tu Gran Espíritu.
¡Gracias, Jesús !
Autor: Ma Esther De Ariño
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