Y es que el
rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia. No hay nada mejor en el mundo que
perdonar.
Es que el
rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia.
No hay nada
mejor en el mundo que perdonar. Lo repito, nada hay mejor que perdonar. Y si
no, hagan la prueba. No se lleven que yo lo dije, no. Hagan la prueba.
¡Haz la
prueba! Decídete y perdona al que te ofendió o te causó algún daño. Si crees
que el otro piensa que fuiste tú quien tuvo la culpa, pues igual, simple y
llanamente pídele perdón, y asunto arreglado. Total, lo importante es lograr la
paz, la convivencia, el poder saludar y sonreír y conversar con quien hasta
hace poco le volteabas la cara, o le gruñías, o le deseabas el mal, o lo
ignorabas, y arriba de eso afirmabas que no, que tú no habías dejado de
quererlo, pero que no querías tener nada que ver con esa persona.
El problema es ese. Que lo que dice el Señor es muy distinto. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Difícilmente tu propia persona te sea indiferente.
El problema es ese. Que lo que dice el Señor es muy distinto. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Difícilmente tu propia persona te sea indiferente.
A los que
tengan algún tipo de rencilla, les ruego encarecidamente dediquen unos minutos
y presten atención a lo que les voy a contar. Léanlo también los que como yo
estamos en paz con el mundo, para la gloria de Dios, que les será útil para
llevar este mensaje a los peleones.
Jesús relata la historia de aquel rey que perdona una gran deuda a uno de sus servidores, y al salir del palacio, éste se encuentra a un compañero que le debía unos centavos, y lo hace meter preso hasta que le pague. Al enterarse el rey, le recriminó su injusticia enviándolo a la cárcel. Concluye Jesús diciendo que “lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
Jesús relata la historia de aquel rey que perdona una gran deuda a uno de sus servidores, y al salir del palacio, éste se encuentra a un compañero que le debía unos centavos, y lo hace meter preso hasta que le pague. Al enterarse el rey, le recriminó su injusticia enviándolo a la cárcel. Concluye Jesús diciendo que “lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
Entonces, te
pregunto: De todas esas barbaridades que has cometido en tu vida, ¿recuerdas
tan sólo una que Dios no te haya perdonado? ¿No? Y entonces, ¿quién eres tú
para negarle tu perdón a alguien que mucho o poco te haya molestado, ofendido,
irritado, perjudicado o llámese como sea lo que te haya hecho esa otra persona,
y mucho peor si es un hermano?
No, mi querido amigo, no vale la pena vivir así. No hay tranquilidad. A mi me pasaba igual. Recuerdo una situación por la que viví, y a sabiendas de que a esa persona me la encontraba los domingos en misa, tenía la respuesta lista por si acaso se atrevía a saludarme: “¡Vade retro Satanás! ¡Retírate Satanás!” ¡Y eso se lo pensaba decir en plena iglesia!
No, mi querido amigo, no vale la pena vivir así. No hay tranquilidad. A mi me pasaba igual. Recuerdo una situación por la que viví, y a sabiendas de que a esa persona me la encontraba los domingos en misa, tenía la respuesta lista por si acaso se atrevía a saludarme: “¡Vade retro Satanás! ¡Retírate Satanás!” ¡Y eso se lo pensaba decir en plena iglesia!
Hoy, sin
embargo, vivo tranquilo. A esa persona--¡y a tantas otras!--no tan sólo la
perdoné, sino que le pedí perdón, porque estando ya en los caminos del Señor,
me cuestioné seriamente si no habría sido yo quien la había ofendido. ¡Que bien
se siente uno! Quise visitarla, y darle un abrazo, pero no quiso. Que pena.
Siempre está presente en mis oraciones.
El perdón no borra lo sucedido. Lo hecho, hecho queda, y a menos que caigamos en Alzheimer, difícil es olvidar nuestra historia de vida. Pero qué distinto es recordar esos incidentes en paz. Ahí radica la gran diferencia. Perdonar no es olvidar, es recordar en paz.
Bendiciones y paz.
El perdón no borra lo sucedido. Lo hecho, hecho queda, y a menos que caigamos en Alzheimer, difícil es olvidar nuestra historia de vida. Pero qué distinto es recordar esos incidentes en paz. Ahí radica la gran diferencia. Perdonar no es olvidar, es recordar en paz.
Bendiciones y paz.
Por: Juan Rafael Pacheco
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