Advertencia: Para quienes gustan de artículos
cortos sepan que este se nos escapó de la fábrica
de microcuentos, debido a que es imposible plantearse una defensa de la Eucaristía en dos párrafos, más aún, para
quienes ven el meollo del asunto, quiero aclararles que no pretende en lo
más mínimo abarcar la totalidad del tema, sino tan solo dar un bosquejo
general.
Si hay algo
que nos distingue como católicos es la fe en la presencia real y sustancial de
Jesucristo en la Eucaristía, no como un “recuerdo” ni como una especie de flashback de
un suceso histórico, sino que es una actualización del
verdadero y único sacrificio de Cristo en la cruz ese viernes a las tres en el
Calvario. Sin embargo, durante el tiempo de Semana Santa que se nos aproxima,
es muy común que varias denominaciones protestantes (Testigos de Jehová en su
mayoría), tengan esta práctica de visitar casa a casa, para invitarnos a “la
Cena del Señor”, una especie de asamblea “especial” donde se rememorarla
Ultima Cena y los eventos de la Pasión, sin embargo, sería por demás
innecesaria e ilógica nuestra participación en dichos eventos, no sólo porque
no son católicos, sino porque no tendría sentido que asistiésemos, puesto que
tenemos en la Eucaristía – es decir en la misa – el verdadero y único
sacrificio de Cristo de manera real e incruenta.
Ante esta
realidad tan sublime de nuestra fe, es muy común encontrarnos con
cuestionamientos y dudas por parte de personas que no comprenden la razón y naturaleza
de la Eucaristía, por lo que trataré de abordar las más comunes, advirtiéndoles
que es imposible abordar un Misterio tan sublime de manera
“corta”, así que haré mi esfuerzo…
Concretamente: ¿Qué es la
Eucaristía?
“Mas por
cuanto dijo Jesucristo nuestro Redentor, que era verdaderamente su cuerpo lo
que ofrecía bajo la especie de pan, ha creído por lo mismo perpetuamente la
Iglesia de Dios, y lo mismo declara ahora de nuevo este mismo santo Concilio,
que por la consagración del pan y del vino, se convierte toda la substancia del
pan en la substancia del cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y toda la
substancia del vino en la substancia de su sangre, cuya conversión ha llamado
oportuna y propiamente Transubstanciación la santa Iglesia católica.”
En otras
palabras – aunque más claros no pudieron ser los padres conciliares – el
sacrificio que se da en la misa NO es un mero simbolismo ni
mucho menos una representación, sino que es verdaderamente el Cuerpo y la
Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, nosotros adoramos la Hostia
consagrada porque se trata de Nuestro Dios y Señor. Cristo es Eucaristía.
¿Qué es
“transubstanciación” exactamente?
A ver, a
nosotros católicos nos encantan las palabras estrambóticas (¿ven?)
como epíclesis, doxología, kerigma, Magisterio. Sin embargo, ninguna palabra es
tan importante como ésta.
La transubstanciación es
la palabra que explica lo que literalmente sucede en la misa, a través del
poder el Espíritu Santo que obra por medio del sacerdocio sacramental de
Cristo. En palabras sencillas, es cuando el pan y el vino se convierten sustancialmente en
el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo.
Muchos
cristianos (y alguno que otro católico lamentablemente) tienen dificultades con
esta enseñanza debido a que no “parece” que el pan y el vino hubiesen cambiado.
¿Cómo es que nosotros, católicos, podemos probar nuestra creencia en la
Presencial Real, si es que el vino y el pan siguen viéndose como simple vino y
pan? Pensándolo por un rato: sería mucho más fácil si de repente el pan destilara
sangre y el vino blanco se volviese rojo. En fin, es difícil de explicar en tan
poco espacio, así que haremos el intento. Clase de metafísica #001…
Hay dos
“niveles” que componen un objeto: los accidentes y
la substancia. Los accidentes son la apariencia, olor,
color, sabor y textura de un objeto, pero la substancia es lo que
realmente es. Si tomamos una silla, tiene accidentes y substancia.
Los accidentes de la silla son las cuatro patas, el asiento y el respaldo, uno
que otro clavo y madera. La substancia de la silla está comprendida por
moléculas de madera que han tomado la forma de una silla.
Digamos que
agarramos una sierra eléctrica y cortamos la silla en varios pedazos, para
luego reensamblarlos con los clavos y formar una mesa de té. Hemos cambiado los
accidentes de la silla en una mesa de té, pero la substancia
de la silla no ha cambiado, pues todavía está hecha de
moléculas de madera.
Si cambian
los accidentes se llama transformación, pero dado que no son los
accidentes los que cambian durante la misa, se llama transubstanciación.
Así que, en la Eucaristía los accidentes del pan y el vino no
cambian – siguen teniendo el mismo color, tamaño, olor y sabor – pero, por el
poder del Espíritu Santo, la substancia del pan y el vino son
alterados, y se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo en el altar…
realmente no pretendo “explicar” el misterio de la transubstanciación, pues
entonces dejaría de ser un misterio, sin embargo, no por ser un misterio debe
ser irracional, Dios no obra de formas ilógicas.
El capítulo 6 de san Juan
como una verdadera apología de la Eucaristía
Es realmente
imposible leer el capítulo 6 de san Juan y no creer que la Eucaristía es
verdaderamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Negar esta realidad después de
leer ese capítulo corresponde a un necio o a un tonto. Cristo hace explícito
que Él es el Pan vivo bajado del cielo y que el pan que Él
dará es su carne[2]. Es
interesante porque a pesar de que los judíos se escandalizaron, Cristo lejos de
retractarse o hacer “más políticamente correcto” el mensaje, lo
radicalizó diciendo: “(…) si no coméis la carne del Hijo del hombre
y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros… Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida”[3].
Ni para qué
contarles que después de tremendo discurso eucarístico y de que varios de los
presentes se fueran del lugar (escandalizados obviamente), Jesús se dirige a
sus Apóstoles – a los íntimos – y les dice: “¿También ustedes se van a
ir?”[4]… No quiero abombarlos de
citas bíblicas, pero creo que es más que clara la intención de Jesús con
respecto a la doctrina de la Eucaristía. Tratar de decir que el Señor se
refería “a otra cosa” me parece una burla y una insensatez.
¿Cómo sabemos que los primeros
cristianos creían en la Presencia de Cristo en la Eucaristía?
Bíblicamente
hablando, es clarísimo que los Apóstoles tomaron las palabras de Cristo de
manera literal. Enseñaron a la Iglesia primitiva la totalidad Sacramental que
Cristo les había enseñado a ellos. Como ejemplo más concreto tenemos a san
Pablo[5]. Toda la base de su enseñanza en cuanto a
lo que se debe y lo que no se debe hacer en la liturgia, no es otra cosa que un
resultado de la Tradición y la teología que recibió, atestiguó y obedeció, a
través de la dirección del Espíritu Santo y las instrucciones de los otros
apóstoles.
San
Pablo creía indudablemente en la Presencia Real de la
Eucaristía, y ni siquiera estuvo presente en la Última Cena. Este
hecho es importante, porque valida la verdad de la tradición oral y la
enseñanza apostólica de la Iglesia primitiva, sobre todo en la formación de
nuevos cristianos.
Por otro
lado, tenemos cientos de testimonios de santos cristianos de la Iglesia
primitiva. Entre ellos, uno de los fervientes defensores de la Eucaristía
fue san Justino (165 d.C.) mártir de la fe cristiana, quien
murió decapitado y es además considerado como uno de los más grandes apologetas
del siglo II. En una de sus Cartas nos dice claramente:
“Este
alimento se llama entre nosotros Eucaristía, del cual a ningún otro es lícito
participar, sino al que cree que nuestra doctrina es verdadera, y que ha sido
purificado con el bautismo para perdón de pecados y para regeneración, y que
vive como Cristo enseñó. Porque estas cosas no las tomamos como pan
ordinario ni bebida ordinaria, sino que, así como por el Verbo de Dios,
habiéndose encarnado Jesucristo nuestro Salvador, tuvo carne y sangre para
nuestra salvación, así también se nos ha enseñado que el alimento eucaristizado
mediante la palabra de oración procedente de Él – alimento del que nuestra
sangre y nuestra carne se nutren con arreglo a nuestra transformación – es
la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó.
(…)”[6]
Sólo para
llegar a una única conclusión: tanto los Apóstoles como los primeros
cristianos, los de ahora y los que vendrán seguiremos manteniendo la
enseñanza de Jesucristo con respecto a la Presencia Real de su Cuerpo y su
Sangre en la Eucaristía, bajo la forma del pan y el vino.
¿Comer el Cuerpo y la
Sangre de Jesucristo no es canibalismo?
La afirmación
de que los católicos somos caníbales es un absurdo, de hecho no merece una
respuesta siquiera, pero ya que estamos aquí, habrá que contestarla…
La afirmación
a pesar de ser ridícula, fue tomada muy en serio por parte de los romanos y
paganos de los tres primeros siglos, tanto así que fue una de las razones para
perseguir a los primeros cristianos. Comprenderán que debido a la violencia de
las persecuciones, los primeros cristianos celebraban la misa en catacumbas
(debajo de la tierra), por lo que muchos que trataban de espiar las
“misteriosas” celebraciones, alcanzaban a escuchar:“Esto es mi Cuerpo, tomen
y coman todos de Él…” Razón suficiente – al parecer – para llegar a la
absurda conclusión de que los cristianos éramos caníbales, además de
depravados, salvajes, brujos y en fin, una amenaza para el Imperio. A lo que
íbamos…
La respuesta
es naturalmente NO. El canibalismo es algo completamente distinto.
Un caníbal es aquél que como carne y sangre humana, y con ello, todo lo que
incluye el menú, como músculos, tejidos, venas, órganos
(disculparán si estaban comiendo mientras leían). Mientras que, como católicos,
comemos el Cuerpo y la Sangre divina de Jesús. La Eucaristía
es el Cuerpo y la Sangre de Jesús en su estado resucitado y glorificado,
tal como nos lo explica san Juan en los versículos antes citados. Esos pasajes
nos recuerdan que fue Cristo mismo quien nos alentó – y que luego nos mandó –
que comamos y bebamos Su Cuerpo y su Sangre[11].
Cristo nos ofrece Su Ser glorificado para transformarnos por Su gracia.
Steven
Neira. Religión y libertad.com 2016
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