Autor: Pablo Cabellos
Llorente
En la novela de Wallace Stegner, "En lugar seguro",
el protagonista y narrador, mientras
mira el pasado, dice que su mujer es muy
sociable y las personas le interesan simplemente porque son personas. Es
envidiable esa forma desinteresada de tener interés. Se parece un poco a
nuestra época la que él recuerda de sus comienzos profesionales, cuando la gran
Depresión, afirmando que es hermoso ser joven y pobre; con la esposa adecuada,
y yo la tenía -escribe-, las privaciones se convierten en un juego.
No retrata un tiempo dorado si así se considera lo fácil -ya es mayor y su esposa tiene los
días contados-, pero ama lo que ha vivido y lo resucita con ternura. Leyendo,
he pensado en la vida, en nuestras vidas, en el respeto a la persona por serlo.
Y es que descubrir la verdad sobre el hombre, observar la realidad humana es
algo complejo y rico que sólo se aprende con el tiempo. La vida humana,
cualquier vida, es algo extraordinario, incluso aquellas que, según expresión
del Papa Francisco, algunos consideran material de desecho; quizá éstas valen
más.
Los cínicos que
manejan perfectamente el escepticismo burlón que, como escribe Yepes, no se
toma nada en serio, ni siquiera lo que es serio, especialmente esa exclusión "El sentido de la vida no
existe, pero nos queda la risa. Esto es el cinismo", una mezcla de
nihilismo y tragedia. Cuando no se ama a la persona porque es persona, cuando
no se ama la vida porque es vida, todo es vacío, máscara, nada. De ahí nace el
"carpe diem!" de Horacio, un estímulo para apostar sólo por el
presente, y a identificar el sentido de la vida y la felicidad con el placer,
emergiendo como opuesto a la virtud, el
placer más firme.
Todo ser vivo, pero de modo muy cualificado el humano, tiene
una fuerza enorme: su ley, la ley de la vida, que lo conserva y lo hace fuerte.
Cuando la fuerza pierde su ley, su medida -escribe también Yepes-, deforma a
los seres, es un impulso destructor que trastorna, mata, aniquila. La fuerza
natural de los seres vivos sólo es violenta cuando escapa a la ley de la vida y
ocasiona una destrucción desordenada, sin sentido, inútil. Eso es la violencia:
la fuerza natural que se convierte en terror o fanatismo destructores del orden
y de la armonía, entendidos no como una constricción extrínseca, sino como una
ruptura de su naturaleza.
Eso es el aborto: violencia contra la vida natural, falta de
respeto a la persona, con independencia de que el "nasciturus" sea o
no considerado como tal: es un ser vivo, un hombre o mujer en una fase de
desarrollo como tantas otras que experimentará a lo largo de su existencia. Se
destrozan brutalmente. Pero violencia a la madre, aunque sea libre para tal acción. El concebido es otro
ser distinto de ella, pero el cuerpo y la psique de la gestante son
violentados. El aborto procurado es el cinismo de no tomarse en serio lo que es
serio. Se violentan los restantes actores tanto más cuanto más bajos sean sus
motivos: dinero, desecho de un disminuido, engaño. Es probablemente el acto más
contrario a la ecología que toda vida requiere, cualquier vida, que es única,
irrepetible.
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