Autor: Pablo Cabellos Llorente
No es para chacota el asunto, aunque titule con una
frase que repite el humorista José Mota, no sé si porque es su inventor o hace eco gracioso de un modo de expresarse
incorrecto. Sin embargo, aquí no está de más la frase, porque voy a tratar de
escribir de lo que viene siendo el
aborto, no tanto en nuestras leyes, sino en sí mismo considerado. El motivo es
que se dan muchas razones para atacarlo o defenderlo pero nos detenemos poco a
considerar su esencia. Me refiero al aborto provocado, eufemísticamente llamado
interrupción voluntaria del embarazo o hasta salud reproductiva.
Aunque parezca un comienzo brutal, tomo nota de unas palabras
del arrepentido médico abortista Bernard Nathanson: se presentó a sí mismo
como "un asesino de masas". "Soy el responsable de la muerte de 75.000
niños inocentes", aseguró. Nathanson, que fue conocido como "el rey
del aborto", explicó que dirigía la "mayor clínica abortista de
Occidente, en Nueva York. Tenía 35 médicos a mi cargo, con 85 enfermeras.
Hacíamos 120 abortos cada día en 10 quirófanos. Durante los 10 años que fui
director realizamos 60.000 abortos. Además, yo supervisé 10.000 y personalmente
realicé 5.000. Tengo 75.000 muertes inocentes en mi haber".
Ni quito ni
pongo nada. Parece fuerte, tan fuerte como la falta de información sufrida por
muchas gestantes a las que no se comunica adecuadamente de la vida que llevan en su seno -no se les muestra, por
ejemplo, la ecografía del feto- o que incluso se les induce al aborto ante la
más mínima posibilidad de anomalía. No se trata de un tema religioso, pero es
claramente esa cultura del desecho de la que habla Francisco. Por algo han protestado
siempre las asociaciones de los concebidos minusválidos.
Hace tiempo
se inventó el término pre-embrión, principalmente para justificar la
investigación que conlleva el sacrificio
de embriones, y también del aborto. En
2004, la revista Nuture publicaba un
trabajo del doctor Steven Krawetz y sus colaboradores de la Facultad de
Medicina de la Universidad del Estado de Wayne (Estados Unidos), que demuestra
la existencia de ARN-mensajero procedente del espermatozoide en ovocitos recién
fecundados. El hallazgo de las moléculas de expresión de los genes de origen
paterno indica que la actividad genética, tras la fecundación, es inmediata, y
que en ella participan genes de ambos gametos, y no sólo del ovocito, como
alguno sostenía.
Los
avances de la genética molecular han aportado suficiente evidencia científica
como para poder afirmar que la vida humana está presente ya en el embrión de
tan sólo una célula, el cigoto. En efecto, trabajos como los de los
doctores Richard Gardner, embriólogo de la Universidad de Oxford (GB),
Magdalena Zernicka-Goetz, del laboratorio del Wellcome/Cancer Research en Cambridge
(GB) y Steven Krawetz de la Facultad de
Medicina de la Universidad del Estado de Wayne (EEUU), demuestran la
importancia decisiva que tiene la fecundación para determinar el plan general
del desarrollo del individuo, así como toda la memoria genética de la vida
humana en base a la combinación de los genes de ambos progenitores. La
identidad genética del cigoto es propia desde el momento de la fecundación y
esto supone que el desarrollo de un ser humano tiene un principio, la
concepción, y un final: la muerte del
individuo. Si alguien duda, debería estar por la vida.
Esto es
más que suficiente para afirmar que el aborto es matar a un individuo de la
especie humana, lo que no es progresista, es tan viejo como la humanidad. La
única novedad es que ahora sabemos más genética -somos más culpables- y también
que los medios para matar inocentes son más indoloros. Eso recuerda a un chiste
de romanos: un señor castraba con dos piedras a sus esclavos y alguien le dijo:
será muy doloroso. A lo que el amo respondió: ¡qué va!, ya procuro no pillarme
los dedos. Pues así. Luego que haga cada uno lo que quiera con su conciencia: ¿
puede tener derecho a matar? ¿Y por qué no a robar, extorsionar,
mentir a un tribunal o defraudar? Hemos comenzado a destruir la sociedad
por su base: la vida.
También constan
las secuelas en la mujer: riesgos
físicos como esterilidad, abortos espontáneos, perforación del útero, hemorragia,
vómitos, frigidez, coágulos pasajeros, nacimiento de niños muertos, etc. Más
frecuentes, los trastornos psíquicos. Lo
saben bien en la Asociación de Víctimas
del Aborto, dedicada a madres dañadas por sentido de culpabilidad,
depresión, impulsos suicidas, pérdida de confianza, particularmente con el progenitor
del niño abortado, frecuente inductor de
tal acción; ira, rabia, sentimiento de deshumanización, frustración del
instinto maternal, conducta autodestructiva...
Pero esto
se cubre de silencio, porque matar a un inocente se ha convertido en un acto
político, en algo entendido como deuda
con unos electores o hecho por el que van a ser más elegibles. Es curioso: el
gobierno anterior alcanzó su última legislatura expresando que no cambiaría la
ley del aborto. Y la cambió. El actual indicó que la reemplazaría, y con ese
programa se presentaron algunos que ahora no están de acuerdo con el canje de la
ley.
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