«Temperamento», «carácter» y «personalidad» son
conceptos que utilizamos con frecuencia y que no siempre es claro qué se quiere
entender con ellos. La psicología actual los entiende del modo siguiente.
Temperamento: está formado por aquellos aspectos de la personalidad que hemos recibido de nuestros progenitores a través de la herencia y que afectan, sobre todo, a las formas primarias que tenemos de
reaccionar ante el ambiente (ser primario o secundario, tranquilo o agitado,
emotivo o frío, etc.). El temperamento es siempre algo innato; es decir, no se aprende, sino que se viene al mundo con él
y, generalmente, permanece sin muchos cambios a lo largo de toda la vida.
Carácter: es la parte adquirida de la
personalidad; es decir, todo lo que procede de nuestra relación con el mundo y
con las personas desde el momento en que nacemos. El carácter es como el sello
personal que distingue la conducta de un sujeto. Nuestros gustos, ideas,
simpatías o antipatías, por ejemplo, se deben más bien a la influencia del
carácter. En su formación juega sobre todo el ambiente familiar de la infancia.
Más tarde, pero con menos importancia, influyen también el colegio, el ambiente
cultural, socio‑económico, etc.
Se puede afirmar, por tanto, que con
el temperamento se nace, y que el
carácter se hace. Siempre es difícil, por no decir imposible, determinar
con precisión qué aspectos de nuestra conducta tienen una relación directa con
el temperamento y cuáles con el carácter,‑ ya que es muy difícil distinguir lo
que recibimos por la herencia de nuestros padres y lo que se debe al ambiente y
a la educación que empezamos a recibir el mismo día de nuestro nacimiento. En
el ser humano parece que es mucho más importante lo que se debe al carácter que
lo que se debe al temperamento. Es decir, que el medio ambiente cuenta mucho más que la herencia a la hora de
explicar el comportamiento.
La personalidad es un concepto
más complejo y no fácil de definir. ¿En qué nos apoyamos para decir que un
sujeto tiene mucha o poca personalidad? Si hiciéramos un sondeo sobre esta
pregunta, nos encontraríamos con opiniones muy diversas. Unos señalarían
factores físicos, otros rasgos psicológicos, otros hablarían de valores o
cualidades, para otros sería una cuestión de originalidad...
Científicamente, la personalidad se entiende como la estructura global del sujeto, que le hace único y diferente de los
demás. Es lo propio y distintivo de cada
individuo. Ello supone un modo
habitual de responder a las diversas situaciones, que viene determinado
tanto por el temperamento como por el carácter que se ha ido configurando. En
la
formación de la personalidad influyen, por tanto, los elementos biológicos
heredados, el ambiente en el que cada uno se desarrolla, particularmente el de
la familia, y también la propia voluntad de cada uno, que va libremente
dirigiendo sus pasos y contribuyendo, por tanto, a ir configurando un tipo u
otro de personalidad.
No existe un acuerdo unánime a la hora de señalar los rasgos de lo que
podríamos llamar una personalidad madura.
Sin embargo, existe una serie de elementos sin los cuales difícilmente se
podría hablar de «madurez humana».
Así, por ejemplo, la capacidad para adaptarse
a la realidad con capacidad de gozo y
disfrute de todo lo que ella pueda brindar, con capacidad para asumir las inevitables frustraciones que
de ella proceden y con capacidad para emprender una lucha contra las frustraciones evitables (injusticias, violencia,
etc.).
En las relaciones interpersonales, la persona madura muestra su habilidad
para el encuentro en la comunicación
profunda, en el respeto a la
libertad y diferencia del otro y en la actitud de donación.
En la relación con uno mismo es
necesario aprender a aceptar las propias
limitaciones, al mismo tiempo que se lucha
por conseguir un mejor desarrollo personal.
En resumen, una persona madura es la que adquiere una buena capacidad para
amar y ser amado y para desempeñar un proyecto creativo en el mundo. Amor profundo y trabajo creativo son los
dos ejes básicos de la maduración de la personalidad.
Los elementos de temperamento y carácter no son fácilmente modificables.
Pero tan falso sería afirmar que son inmodificables («yo soy así y no puedo
hacer nada por cambiar») como pensar en una modificación radical de lo que
somos («desde hoy seré otra persona»). Muchas cosas pueden permanecer siempre,
pero podríamos manejarlas de modo distinto (manejar nuestras limitaciones para
evitar el que nosotros seamos manejados por ellas). Para eso es fundamental
adquirir previamente un buen conocimiento
de nosotros mismos. Conocer nuestro temperamento y carácter ayuda a
manejarlos mejor.
La vida de pareja, por el nivel
profundo de afectividad en que suele establecerse, contribuye de modo
importante a afianzar los problemas y conflictos personales o a progresar en la
solución de los mismos contribuyendo a la maduración personal. Todo depende de
la madurez previa de ambos y de la capacidad que exista para la comunicación personal profunda.
...PARA EL DIÁLOGO
· ¿Qué piensas que determina más a la persona, su temperamento o su carácter?
¿Lo que se hereda de los padres o lo que la educación hace?
· Describe el temperamento, carácter o
personalidad de tu pareja.
· De lo que ves que a tu pareja no le gusta o le incomoda ¿qué estás dispuesto
a cambiar? ¿Cuál es la mejor ayuda que puedes tener para hacerlo?
· ¿Cómo influye la relación de pareja en la maduración personal de cada uno
de vosotros?
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