Dios puesto en la fila
de pecadores. En la fila había ladrones, asesinos, adúlteras, fariseos
podridos, soldados...Jesús metiendo los pies en la charca del pecado. Él, el
tres veces santo. Besó el suelo podrido de las almas, y no sintió náusea.
Sabía que podía limpiar todas las almas, todos los basureros, todas las
cloacas.
¿Qué te costaba convertir los basureros en jardines, las ruinas en castillos
donde Tú te sintieras divinamente a gusto? Cada santo es un pecador
reconstruido como santo sobre sus propias ruinas. María se enteró porque se
lo contaron. "Si Él se humilla así, yo... esclava del Señor. Yo quiero
imitarlo sufriendo el castigo de los hombres -luego serán mis hijos- para
ayudar a salvarlos." Tal vez a nosotros no nos ha impresionado ver a
Jesucristo bautizado en el Jordán; a ti, María, te debió impresionar
muchísimo, porque tú sabías, como nadie, que Él era Dios. ¡Qué humillación!
Tu humildad te parecía pequeña, muy pequeña junto a la suya. Él no se había
hecho esclavo, sino pecador. Y Tú, que a todo le buscabas la razón y el
sentido, preguntarías: ¿Por qué Jesús se ha querido bautizar por Juan como un
pecador más, ¿por qué? La pregunta sigue todavía en el aire...
Juan había sido el primer hombre que había reconocido a Jesús como el Hijo de
Dios y trató de comunicárselo a los demás. Pero muy pocos lo aceptaron. Un
día dijo a Andrés y a su amigo: "He ahí el cordero de Dios". Y
éstos sí le siguieron, para su bien. Los demás no le hicieron caso, para su
mal. Posteriormente Jesús se lo reclamaría: "¿El bautismo de Juan venía
de Dios o de los hombres?" Le respondieron: "No lo sabemos, es
decir, no lo queremos saber".
Jesús venía del desierto donde había realizado una dura penitencia: oración y
ayuno muy fuertes. Ella aprendió que la oración es muy importante para un
cristiano. Ella oraría con más fervor a partir de entonces, si se podía.
Aprendió que la humildad y el sacrificio eran muy propios del cristianismo.
Ella no pensaba como muchos cristianos y aún sacerdotes, que estas cosas
están pasadas de moda y que no ayudan mucho para lo esencial, que es vivir la
alegría pascual. Se han olvidado de que se llega a la alegría de la
resurrección pasando por la humillación y el sufrimiento de la cruz. "¿No
era necesario que el Cristo sufriera esto para entrar en su gloria?"
"Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias". Jesús
era Hijo del Padre e Hijo suyo. Cómo recordaría la pérdida a los doce
años-"¿No sabéis que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?"
Ahora lo había dejado ir, para que se ocupara de las cosas de su Padre. Ella
lo devolvía al Padre; sacrificaba su amor de madre. Dolor que sería total en
la muerte en el Calvario. Muchas madres de posibles hijos sacerdotes no han
sabido sacrificar el amor al hijo y no le han dejado trabajar en las cosas
del Padre. Se trataba de un amor equivocado.
El Espíritu Santo descendió sobre Él para investirlo de la misión que le
esperaba.
Un nuevo tema de meditación de María, sobre su Hijo. Aquí ya no es la
sencillez del Jesús que parecía un simple hombre. Aquí interviene el cielo en
pleno: El Padre celestial, Yahvé (con todo lo que significaba para un
israelita) y el Espíritu Santo que ya había intervenido en Ella. "El
Espíritu Santo descenderá sobre ti". Ahora sobre Él. La imagen de su
Hijo crecía a sus ojos; y Ella se sentía pequeñita junto a Él. Como Juan, el
hombre humilde por excelencia, Ella también se decía a sí misma: "Es
necesario que Él crezca y que yo disminuya".
Autor: P. Mariano de
Blas LC
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