Autor:
Carolina Crespo Fernández
En Bélgica,
país en el que ya está en vigor la ley que permite la eutanasia en determinados
supuestos desde el año 2002, está a punto de aprobarse la eutanasia infantil
–algo similar a lo que sería un aborto post-parto–, como siempre interpelando a
la compasión por los más débiles, por los niños, por los enfermos y por los
discapacitados.
Esto no está
sucediendo en la Alemania de Hitler, sino en la Europa del siglo XXI. El
término "eutanasia", de origen griego, significa "buena
muerte"; es decir, "muerte apacible y sin dolor". Esto es algo
totalmente distinto a lo que hoy se esconde bajo este concepto: provocar la
muerte a enfermos terminales o ancianos para librarles a ellos de sufrimiento y
a los demás de una "carga". En definitiva, lo mismo que se hace con
los perros.
Hay dos tipos de
eutanasia: la "eugénica", que elimina a los deformes, y la
"económica", que extermina a los ancianos, inválidos y dementes.
Por supuesto, el
deseo de dejar de sufrir es algo muy humano, pero hay que mitigar ese
sufrimiento por medios lícitos. La eutanasia se quiere enmascarar con la
etiqueta de "muerte digna", lo mismo que el aborto se maquilla con la
"interrupción voluntaria del embarazo." Una cosa es la muerte digna y
otra bien distinta es la muerte provocada y por lo tanto indigna. Por la misma
razón que se puede matar a los niños no deseados, que son considerados como un
error o fallo, también se podrá exterminar a seres humanos enfermos o ancianos
que estorban. Tanto el aborto como la eutanasia, a la que la progresía consideran
un derecho, podría ser el paso previo a una dictadura política en la que se
elimine a toda aquella persona que disienta con el poder establecido.
Los que defienden
hoy el aborto, el día de mañana serán ellos mismos eliminados por sus hijos –si
los han dejado nacer–, que los considerarán una carga inútil ¿Qué diferencia
hay entre el aborto y la eutanasia? La edad de la víctima. Las clínicas
abortistas, que aceptan dinero manchado de sangre para matar al nasciturus,
ampliarán su negocio con una nueva especialidad: acabar con la vida de seres
humanos que estorban. Todo será posible y, lo peor de todo, lícito: se podrá
matar a las personas ante la necesidad de camas en los hospitales, se podrá
acelerar el proceso de una enfermedad irreversible de un familiar para que no
tengamos que anular las vacaciones previstas.
Sí a la vida,
dejémosles vivir.
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