Ayúdame,
Señora, a comprender el significado de la Pasión de Cristo, desde el fondo del
alma. el miércoles empieza la Cuaresma...¿Por dónde empiezo?.
Es
sábado en la mañana. Llueve. Los niños duermen aún, es temprano, tengo un
momento para mí.
Mientras pongo la pava al fuego para tomar unos mates, siento que me miras
detrás de tu imagen. Te invito a mi mesa, sencilla, humilde mesa argentina,
desayuno de mates con pan y manteca...y tú vienes, como siempre...y te sientas
junto a mí, toda una reina, toda una mamá.
- María, amiga mía del alma, hoy necesito conversar contigo sobre este tiempo
tan especial, difícil y aleccionador de la vida de tu Hijo como fue, es y será
por siempre la Semana Santa... quisiera saber.
- No, amiga, no,
"saber" quizás no sea la palabra, debes... debes sentirlo y
comprenderlo en tu corazón. Puedes conocer el relato de los hechos de memoria,
y, al mismo tiempo, no comprenderlos, y si no los comprendes no te ayudan en la
salvación de tu alma, y si no te ayudan en esto, pues, de nada te sirven.
- Ayúdame, Señora, a comprender el significado de la Pasión de Cristo, desde el
fondo del alma. ¿Por dónde empiezo?.
- Por tu propia vida
- ¿Mi vida...dices?
- Mira tu historia-
y comenzamos a transitar juntas por los caminos de mi propia existencia (bueno,
la verdad es que me hubiese gustado llevar conmigo unos cuantos metros de tela
y tijeras, para cortarlos y tapar las escenas de las que me avergüenzo, pero es
tarde), ¿Recuerdas cuántas
veces entraste triunfante a Jerusalén?
- Sí- y recuerdo las veces en las que la vida me sonreía, en las que tenía
muchos amigos, en las que recibí aplausos y todo parecía estar perfecto- sí
amiga, muchas veces sentí que la vida cortaba ramas de olivo y los ponía a mis
pies.
- Y tú te creías importante
por ello-la voz de María se pone muy triste, apenas si puedo yo soportar su
mirada, no está enojada, ¡Está triste!-¿Verdad Susana?, ¿Te sentiste importante
sólo porque el mundo te sonreía? ¿No pudiste reconocer que era temporal, que
con la misma rapidez con que te sonreía, te olvidaría, pues ya habría logrado
su objetivo, que era hacer brillar tu orgullo, palidecer tu humildad,
entristecer a mi Hijo?
Comienzo a llorar, es demasiado, y recién comenzamos. Nunca pensé tener esta
conversación contigo, María, pero tanto te amo que no me importa cuánto me
reprendas, te sigo, María, te sigo.
- Bien, Susana querida,
vamos ahora a la noche del jueves, a la noche de la cena... ¿Tuviste
oportunidad en tu vida de lavar los pies de tus amigos?
- Sí- y mi voz es apenas un susurro
- Pero... ¿No las
aprovechaste todas, verdad? ¡Claro! ¿Cómo tú ibas a rebajarte a lavarles los
pies? ¿Cómo tú, con todo lo que crees saber, con todo lo que crees ser, ibas a
rebajarte? Amiga, cada vez que no lo hiciste, no sólo perdiste una oportunidad
de doblegar tu orgullo, de ejercer la humildad, sino que es como si dijeses que
Cristo sí podía, pero ¡Tú no! Porque ¡Claro! Mi Hijo es una persona de la
Santísima Trinidad y, como todo lo puede, resulta que también todo lo es fácil,
pero... ¿Has olvidado que se hizo hombre para ser igual a ti?¿Sabes que igual
significa eso: igual?¿Crees que Él no tenía conciencia de quién era?¿No tenía
Jesús un millón de veces más derecho que tú a no arrodillarse ante los demás y
lavar sus pies?... amiga mía querida, de ahora en adelante, aprovecha cada
oportunidad que tengas de lavar los pies, recuerda que Jesús lavó también los
de Judas. Recuerda eso cuando tu orgullo y vanidad se alcen a gritos mientras
tú tomas jabón y toalla.
- María, querida madre mía, me comprometo aquí y ahora a poner todo de mí para
no desaprovechar esas oportunidades, tú... tú sólo pídele a tu Hijo amado que
me dé luz suficiente como para reconocerlas.
- La tendrás amiga, todos la
tienen, si la piden... todos. Pasemos ahora a la escena de Judas. ¿Cuántas
veces has besado hipócritamente a quienes no considerabas tus amigos? ¿Cuántas
veces has sonreído, siniestramente, mientas sabías que estabas traicionando?
¿Acaso no retumbaron en tus oídos, al besar con falsía, las palabras de mi Hijo
"Judas, con un beso entregas al Hijo del Hombre?"(Lc. 22,48) Amiga
mía, no te digo esto porque esté enojada contigo, de ninguna manera, no te digo
esto porque te ame poco, no, si te amara poco, pues poco me importaría de ti, y
te dejaría a la deriva o, lo que es peor aún, te dejaría a merced de ti misma.
- María querida, es cierto todo lo que dices, pues ves mi alma en toda su
dimensión y conoces que, muchas veces, mi conducta ha lastimado el corazón de
tu Hijo. ¿Qué decir? ¿Qué argumentar? Nada, pues, con sólo mirar tus ojos
entristecidos se desarman todos mis argumentos ¡Pensar que me aferré tanto a
ellos y ahora no pueden sostenerme, ahora veo que, en realidad, sus raíces se
alimentaban de mi orgullo y vanidad, sus raíces eran débiles!
- ¡Bien, hija bien! Estás
comprendiendo... ¿Te das cuenta? Ese es el mensaje, comprenderlo desde tu
propia vida.
- María, temo seguir... temo seguir...
- Pues debes hacerlo, es
duro, difícil, sobre todo llegar al tiempo de la muerte de Jesús, pero debes
aferrarte a su resurrección, es la única manera.
- Sigamos entonces...
- ¿Recuerdas el anuncio de
las negaciones de Pedro?, Jesús sabía lo que iba a pasar en el alma de su
amigo. Sabía también que debía suceder, para que Pedro aprendiese hasta que
punto podía caer y desde donde podía levantarse... ¿Cuántas veces Jesús te
anunció que tú también le negarías, quizás no con las palabras, pero sí con tu
conducta?
- Demasiadas, Señora, demasiadas.
- Bien, acompañemos ahora al
Salvador mientras ora en el Huerto. Está triste y solo. Le pide a sus amigos
que lo esperen despierto, es sólo un momento, mas ellos se duermen. ¿Cuántas
veces te encontró a ti dormida, amiga? ¿Cuántas veces dejaste para más tarde,
para más adelante, el replanteo serio de ciertas actitudes sólo dictadas por tu
orgullo y vanidad, y Jesús te encontró en medio de ellas?. Mientras Él estaba
orando y necesitaba de ti, tú dormías ¡Más tarde te despertarías, más adelante,
ya tendrías tiempo! Nunca sabes cuando Jesús vendrá por ti ¿Por qué dejas el
cuidado de tu alma para más adelante? ¿Por qué te duermes en el mullido colchón
que te ofrece el mundo?
- Señora, ¡Cuánto tiempo he perdido!...
- Ya vienen por Jesús, ya
vienen por Él. Judas lo besa. Un amigo saca su espada y mi Hijo lo detiene.
Deben cumplirse las Escrituras. Él podría solicitar al Padre "..doce
legiones de ángeles" (Mt. 26,53) pero calla, Él podría eliminarlos a todos
sólo con una mirada, pero no lo hace... Jesús obedece la Voluntad del Padre,
sabiendo que le pide el mayor de los sacrificios, su propia vida... pues el
alma de Jesús era un solo grito: "Padre mío...no se haga mi voluntad, sino
la tuya!"( Mt 26,39) ¿Cuántas veces no aceptaste la Voluntad de Dios en tu
propia vida y terminaste lastimada? Hija mía del alma, la voluntad de Dios es
siempre el mejor y más seguro de los caminos, aunque tú no lo comprendas
prontamente.
- Lo sé, y ahora veo con claridad de que he tenido más caminos a mi alcance de
los que yo misma tengo conciencia...quisiera, Señora, borrar todos los pecados
de mi vida si pudiera. Si pudiera volver a nacer y hacer todo otra vez.
- Puedes hija, puedes.
Recuerda las Escrituras. Recuerda la canción que te enseñaron esas religiosas
que tanto amas "Hay que nacer del agua y del Espíritu de Dios, hay que
nacer del Amor..." Puedes nacer de nuevo. Debes nacer de nuevo. Cristo
borra tus pecados con su Preciosísima Sangre, si tú los confiesas en el
sacramento de la Reconciliación. ¡Puedes hacerlo amiga! ¿Qué estas esperando?.
Sigamos con Jesús y su dolor, las espinas marcan su cabeza, que tantas veces
acaricié. El látigo lastima su espalda sobre la que cargará la salvación del
mundo. El camino del Calvario comienza. Pero se le siguen agregando espinas,
pobre hijo... ¿Sabes cuáles? Las que nacen de los pecados de los que, debiendo
recordarle a cada instante, lo olvidan, porque... ¡Y bueno! Porque dicen, a
veces, que la religión es una cosa y esta situación otra, o que no podemos
meter a Jesús en todo... ¡Cuán equivocados están! Jesús "es" todo, y
las circunstancias de la vida son sólo disfraces del pecado para tentar a cada
uno donde más débil es.
- Hoy quiero nacer de nuevo. Hoy quiero nacer de nuevo, Señora, por Jesús.
- La cruz ya pesa sobre sus
espaldas, carga sobre sí los pecados del mundo ¡Qué pesada le resulta! Cae,
bajo el peso de la cruz y un dolor que le ciega... se levanta ¿Cuántas veces,
amiga, te tiró abajo el peso de tu cruz y allí te quedaste? Gimiendo, llorando
y lamentándote que Dios te había olvidado... por ello, perdiste de tomar su
mano, que la extendía desde la Eternidad para sostenerte. ¡Ay, mi buena
amiga!.. hubiese bastado con que levantaras los ojos, en lugar de mirar
solamente el lugar de tu caída. Era tan simple. Es tan simple.
Sigamos. La cruz deja
huellas en la arena, una línea que se mezcla con las huellas de sus pies y la
sangre Preciosísima. Simón de Cirene le ayuda. ¿Cuántas veces tuviste la
oportunidad de ser Simón de Cirene para tu hermano, para un Cristo cansado y
agobiado que se escondía tras el desesperado rostro de tu hermano? Recuerda,
amiga, que hay oportunidades que pasan ante ti una sola vez, que el hermano a
quien no ayudaste pasó, siguió su camino, ya no tendrás oportunidad de
ayudarlo, quizás a otro, pero a ése... a ése ya no. Simón de Cirene, amiga,
recuérdalo cada vez que tu hermano te mire en silencio, cada vez que el dolor
le nuble el alma. No hace falta que se arrodille ante ti, ni que inicie un
expediente para solicitar tu ayuda, ni que espere a que tú "tengas
tiempo", ni siquiera que juzgues si "merece o no" tu ayuda. Sólo
carga su cruz unos metros, sólo unos metros, verás que, cuando él siga su
camino, tu propia cruz será más liviana.
- Simón de Cirene- y recuerdo que demasiadas veces mi hermano me miró con
desesperación, pero no llenaba los "requisitos" exigidos por mi
orgullo y vanidad para prestarle ayuda. Siento, a esta altura, un gran dolor
por mis pecados, un gran dolor.
- Hija querida, mi alma
también está llena de dolor al recordar estos momentos.
- Calla, entonces, Señora.
- No, amiga, mi misión es
conducirte a mi Hijo. Seguiremos, si mi dolor te da luz entonces tiene sentido.
Mira, le han clavado en la cruz. Estoy a su lado... habla... habla...
- ¿Qué dice Jesús, Señora? ¿Qué dice?
- Él dice... dice... tu
nombre... tu nombre y el de todos... los nombra, uno a uno, como si nombrarlos
le diera la fuerza que necesita para llegar al final. Luego, luego dice a Juan
y a mí: "Mujer, aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu madre"( Jn
19,26-27), el resto es sólo un susurro. "Todos, todos, todos".. Él te
nombró, amiga, los nombró a todos, eso los hace hermanos... hermanos...
Te miro, tus ojos están llenos de lágrimas. Tienes ojeras, eres ahora la
Dolorosa. La Dolorosa... quiero abrazarte, pero...no soy digna. Lo notas. Te me
adelantas, me abrazas, lloramos juntas largo rato, yo, por mis pecados, tú...
tú por mí, por todos...
NOTA de la autora:
"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: María Susana Ratero.
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