He venido para que
tengan vida, calidad de vida en ese mundo y la vida eterna feliz en el otro.
El Padre no envió a su Hijo al mundo para condenarlo... No envió a
Jesús al mundo para condenarte, para condenarme, sino para salvarlo, para
salvarte, para salvarme.
Dios no condena a nadie. Se condena uno, después de despreciar todos los
esfuerzos de Dios para salvarlo. Dios quiere que todos se salven, que tú te
salves... Ésta es una decisión firmísima. Pero no puede obligar a nadie.
Para ello te ofrece: el sacramento del bautismo, la confesión, la Eucaristía,
la gracia, el Espíritu Santo, la Iglesia, su Palabra, la Santísima Virgen.
Todos esos elementos juntos son más suficientes para que un día estés en el
cielo.
He venido para que tengan vida, calidad de vida en ese mundo y la
vida eterna feliz en el otro.
He sido enviado como el Buen Pastor...Un buen pastor es la
alegría y la seguridad del rebaño. Jesús, buen Pastor es la alegría y la
seguridad de todos nosotros, sus ovejas.
No he venido a ser servido sino a servir y a dar la vida. Vino a
eso y a eso se dedicó. Un Dios servidor de los hombres es algo increíble,
maravilloso. ¿Qué más queremos? ¿Qué más necesitamos?: Un Dios a nuestro
servicio, un Dios que da la vida por mí. Ciertamente que nadie me ama como Él.
He venido... Lo sabía demasiado bien. Era la misión, su misión. Pasó haciendo
el bien y sigue pasando haciendo el bien.
No he venido a hacer mi voluntad, sino la de mi Padre. La
voluntad de Jesús coincidía con la voluntad del Padre y esa voluntad era: Hijo
mío, predilecto, sálvalos, rescátalos, tráelos aquí con nosotros al cielo. La
voluntad de mi Padre es que nada de lo que me ha dado perezca, sino que lo
resucite en el último día.
He venido como Luz del mundo para que todo el que me siga no ande en
tinieblas. La luz se necesita y se agradece sobre todo cuando hay
oscuridad. El mundo como tal está en tinieblas, pero Cristo es la luz del
mundo. Todo el que quiera vivir en la luz, que se acerque a Jesucristo.
He venido como Pan de vida. Así como la luz se agradece, se
agradece también el pan y la comida, cuando aprieta el hambre. Los hombres estamos
muertos de hambre, pero hay un Pan que sacia el hambre, el Pan de la Vida.
He venido como camino, verdad y vida. Los caminos nos llevan a
los destinos deseados, Jesús es camino que lleva al cielo, el lugar más deseado
de mundo. La mentira y el error nos conducen a serios problemas. Pero Jesús es
la Verdad que ahuyenta los errores. Los hombres muertos o moribundos pueden
resucitar o llevar calidad de vida con Jesús Vida.
He venido como resurrección. Las cosas humanas todas se mueren,
se deterioran, se acaban, incluidos los hombres. Pero Jesús resucita todas las
cosas, principalmente a los hombres. La muerte será por un rato, la
resurrección, eterna.
He venido a buscarte, a perdonarte, a entregarte la llave del cielo. He venido
para darte una vida mejor aquí y para llevarte al cielo. He bajado para que tú
subas.
Confío en Ti, porque eres fiel a tus promesas.
Siempre cumples. Tú no eres de los que dicen: claro que sí...pero siempre no.
En contraste con lo que yo prometo. ¿Qué porcentaje de mis promesas a Dios y a
los hombres he cumplido?
· Prometiste: Yo estaré con vosotros...y lo has
cumplido hasta hoy y sé que lo cumplirás hasta el fin. La fe me asegura tu
presencia aunque te hagas el dormido o parezca que estoy solo. Tú cumples las
promesas.
· Prometiste el ciento por uno y la vida
eterna... Todos los que han dejado padres, madres, hijos, hermanos o hermanas,
campos... han recibido y siguen recibiendo el ciento por uno y están esperando
lo de la vida eterna, ¿Quién da más que Jesús?
Prometiste el Espíritu Santo y lo enviaste. Cumpliste de forma ruidosa y
luminosa (viento huracanado y lenguas de fuego) a los apóstoles la promesa del
Consolador y comprendieron por qué les habías dicho: Os conviene que yo me
vaya.
· Prometiste que vendrás de nuevo, y lo
cumplirás. Vendrás. Creo que vendrás a jugar a vivos y muertos. Espero ese día
estar a tu derecha y escuchar que me dices: Ven, bendito de mi Padre, a tomar
posesión del Reino de los cielos.
· Prometiste dar el cielo al buen ladrón y se
lo diste. Estamos seguros de que está contigo en el Paraíso. Prometiste
resucitarnos en el último día y sabemos que lo cumplirás. Esta promesa anima
nuestra esperanza. Resucitaremos como Tú y con un cuerpo semejante al tuyo. Y,
a partir de entonces, no moriremos jamás.
· Prometiste resucitar el tercer día y
resucitaste. A pesar de que tus apóstoles no querían tu muerte, tuvieron que
aceptarla, y aunque no creían en la resurrección, no tuvieron más remedio que aceptarla.
Lo habías prometido.
· Prometiste darnos a María
como Madre y lo cumpliste. ¡Qué promesa y qué cumplimiento! No sólo cuidó de
san Juan y de los apóstoles, sino de todos y cada uno de los hombres. Ha
cuidado de mí. Yo sé que es mi Madre, me ayuda, me anima, me guía como la mejor
de las madres.
Autor: P. Mariano de Blas LC.
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