Sepamos que es para toda la vida
¿Por qué no vivir juntos sin tener que pasar por tantos trámites? ¿Por qué
no hacer las cosas más sencillas y evitarnos tanta “faramalla”? ¿Por qué
debemos de hacer lo que los anticuados dicen que es el matrimonio, si basta con
que nos amemos? ¿Por qué necesitamos un papelito? ¿Por qué?, ¿por qué? Vivir
en unión libre, cohabitar, rejuntarse palabras que dicen lo mismo, vivir juntos
como matrimonio sin estar casados, es una costumbre que cada vez se practica
más. Sobre todo porque vivimos épocas en las que se supone que hemos
evolucionado, que nos hemos modernizado y se asume que eso significa que
debemos de sintetizar trámites y en este caso particular, evitar procedimientos
que tienen una razón de ser, como lo es un matrimonio civil y religioso.
Estas líneas que
escribo son para hacer reflexionar sobre la importancia de respetar los
peldaños que se deben de escalar para lograr un éxito mucho mayor en una
relación que busca ser para toda la vida. La unión libre no es el camino,
lo digo burdamente, porque es la verdad. Claro está que no voy a generalizar
puesto que estoy cierta que en lo que continúo escribiendo, ya están comenzando
a redactarse los primeros comentarios que me rebatirán diciendo que conocen a
parejas que funcionan perfectamente desde hace años sin estar casados
propiamente. Lo cual no voy a refutar y sí voy a decir, que es la excepción que
hace a la regla.
Un matrimonio civil y
religioso es una relación que se planeó, que se programó y se pensó, pero sobre
todo la clave está en que al momento de adquirir la obligación y el derecho de
amarse y respetarse todos los días hasta que la muerte los separe, aunque puede
ser que no funcione, por razones que en este escrito no nos ocupan, se llega a
un compromiso, a una determinación que el cerebro, el corazón y la esencia
misma de la persona adquieren al haber ido subiendo los escalones del noviazgo
sin saltarse ninguno.
Porque una relación
entre un hombre y una mujer, que alcanza un grado de enamoramiento debe de ser
como cuando entramos a conocer una casa que queremos comprar. Cuando llegamos,
no pretendemos entrar de inmediato al cuarto principal pues nos echa a perder
las sorpresas y las distintas habitaciones que son bonitas y que se opacarán si
nos las saltamos. Por ello es imprescindible ir subiendo poco a poco sin
saltarnos nada para que al final tengamos una gran idea de lo que queremos
comprar y así hacerlo con seguridad y sobre todo sepamos que es para toda la
vida sin titubear.
Cuando hacemos lo
contrario, y decidimos que es mejor saltarse toda esa “perdedera de tiempo”
para mejor vivir juntos y “así nos conocemos mejor” porque si no funciona
“total cada quien para su casa” y listo, se vuelve una relación totalmente
condicionada. Leyeron bien, muy bien, el matrimonio nos da un compromiso, la
unión libre una condición.
Vivir juntos antes del
matrimonio es una práctica muy común para las parejas de muchos países. Muchos
lo defienden basándose en que permite a los futuros marido y mujer conocerse
mejor mutuamente. Sin embargo, existen evidencias abundantes de que la
cohabitación, o unión libre, es más un obstáculo que una ventaja a la hora de
prepararse al matrimonio. Michael y Harriet McManus publicaron un libro
titulado “Living Together: Myths, Risks and Answers” (Vivir Juntos: Mitos,
Riesgos y Respuestas) (Howard Books), que documenta su investigación sobre este
tema.
Los autores,
fundadores de la organización Marriage Savers, Salvadores de Matrimonios,
advierten que las parejas que cohabitan antes del matrimonio tienen más
probabilidades de divorciarse después, ya que hay una gran diferencia, afirman,
entre un lazo permanente como el matrimonio y el vivir juntos en una relación
condicional.
Lo que sucede,
queridos lectores, es que lo típico de la cohabitación es que los dos
individuos estén por lo general más preocupados en obtener satisfacción de la
otra persona. En cambio, en el matrimonio, en contraste, los esposos
tienden a centrarse más en dar satisfacción a la otra persona. Hacer feliz al
otro para que, por añadidura, se sea feliz.
Injusticias
Uno de los mayores
problemas con la cohabitación, es que las dos partes suelen comenzar a vivir
juntos por motivos muy diversos: Mientras que
muchas mujeres lo consideran como un paso hacia el matrimonio, los hombres lo
hacen por conveniencia, y no como un compromiso en firme.
Además, estudios
revelan que la cohabitación típica no es una división al 50-50 de los gastos y
obligaciones. Las mujeres tienden a aportar más, tanto en términos monetarios
como de trabajo doméstico.
Asimismo, se ha demostrado
que las agresiones físicas contra mujeres son mucho más comunes entre parejas
en cohabitación que entre parejas casadas. La violencia grave y el
asesinato están mucho más presentes entre parejas que no están casadas.
Porque son personas
que se caracterizan por no ser responsables y que no están dispuestas a asumir
un compromiso. Entonces esto hace muchas veces que sean hombres dominantes que
quieren hacer su voluntad.
Los hijos
Por otro lado, si esta
cohabitación no da el paso al matrimonio y de ahí surgen los hijos, está en
boga el bienestar de éstos. Los niños de las parejas que conviven sin estar
casadas tienen grandes desventajas. Comparados con los hijos de parejas
casadas, tienen un mayor índice de delincuencia, les va peor en los estudios y
sufren psicológicamente del ambiente de un hogar inestable. Asimismo, dado
que las parejas que viven en unión libre tienen un índice de ruptura mayor en
comparación con las parejas casadas, trae consigo más estrés y tensión para los
hijos. Mayores índices de abuso infantil y más violencia familiar.
De igual forma, está
comprobado que cuando hay hijos en una relación de unión libre, casi siempre
son criados por un solo progenitor, normalmente la madre. En un gran número
de países hay 50% de probabilidades de que un niño pase algún tiempo viviendo
sólo con uno de los papás antes de alcanzar la edad adulta. Lo cual es funesto
porque los hijos tienen la necesidad psicológica de vivir con padre y madre
para desarrollar al máximo su potencial.
Cuando una pareja vive
en unión libre, tiende a tener un sentido de la identidad de la pareja más
débil, menos voluntad de sacrificarse por el otro, y menor deseo de ver que la
relación se proyecte a largo plazo. Cuando tienen hijos viviendo este estado
civil, el índice de ruptura es más del doble que en las parejas casadas con
hijos. La cohabitación se debilita aún más cuando tienen hijos.
Preocupación
social
Varios expertos en el
tema del matrimonio, han manifestado que “La cohabitación en lugar del
matrimonio debería considerarse una preocupación social importante”. Puesto
que hay claras desventajas en las parejas que cohabitan como el compartir el
gasto en el hogar. La mujer muchas veces, como lo mencionaba al principio,
termina aportando más tanto en tareas domésticas como en dinero. Y por el
contrario, las parejas casadas, normalmente son más felices, más sanas y les va
mejor económicamente. Ya que desde un inicio aceptaron asumir una
responsabilidad y un compromiso.
Entonces lo más
recomendable es ir paso a paso conociendo a la pareja, no por comenzar a tener
relaciones sexuales antes y compartir los gastos nos va a dar seguridad en el
matrimonio. Lo importante es asumir una responsabilidad, estar dispuestos a
ser padres, porque una relación sexual implica en un porcentaje muy alto la
posibilidad de una nueva vida, y sobre todo estar dispuestos a hacer feliz a la
pareja sin esperar nada a cambio. Si pensamos así, de manera desprendida,
sin egoísmo estoy segura que habrá menos Jefas de Familia, menos divorcios y
más niños felices dando grandes beneficios en la edad adulta a la sociedad.
Por: Alejandra Diener | Fuente: www.somosrc.mx
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