Un hombre que ama sacrificialmente a su mujer se convertirá en un héroe
para ella y para sus hijos.
Las historias de héroes nos fascinan porque resaltan la valentía que tienen
algunos seres humanos para arriesgar sus vidas, rescatar, salvar o sacrificarse
por otras personas. Normalmente, una persona puede tener un acto de valor como
ese a favor de los niños o de sus seres más queridos. Pero otros van más allá y
pueden incluso arriesgarse por salvar a otras personas sin siquiera conocerlas.
En el caso de
Jesucristo, Él puso su vida por justos y pecadores, de manera voluntaria. Si
bien pudo haberse negado al mandato de su Padre, no lo hizo. Decidió entregar
su vida en sacrificio vivo por todos nosotros, a fin de que pudiéramos alcanzar
la redención y el perdón de nuestros pecados. De modo que Cristo se constituyó
en el más grande héroe de la historia. Es por eso que lo llamamos Salvador.
Por otra parte, dentro
del vínculo matrimonial, el hombre es llamado a ser cabeza de la mujer y del
hogar, a ser el líder, a ser la máxima autoridad. Dentro de esta posición
que Dios le encargó, el hombre debe buscar la visión, la misión y la dirección
de su familia, de modo que tome las decisiones correctas, no sólo para sí mismo
sino para su esposa y sus hijos también. Para ello requiere de sabiduría y
sujeción a Dios.
Ahora bien, con el
propósito de tener el respeto de su esposa e hijos, el hombre requiere
integridad, humildad, amor y dominio propio. El marido debe amar a su esposa
como Cristo amó a la Iglesia, es decir, con entrega total, con amor
incondicional, con firmeza y con sacrificio. Esto lo coloca en la posición de
“héroe” frente a su familia. La admiración, la sujeción y el respeto por
parte de su esposa serán automáticos cuando la santidad de él y su entrega
hacia ella sean incuestionables.
El verdadero sentido
de ser “cabeza” de familia no es simplemente dar órdenes, imponer reglas sin
sentido, demandar ser atendido, ser servido sin servir, ser autoritario, tomar
decisiones sin considerar a nadie más, ignorar la sabiduría de su esposa, pasar
por alto los intereses de la familia o llevar a ésta a una situación donde sólo
la opinión de él cuente.
Ser líder significa
primordialmente ser quien guía, conducir a su esposa con delicadeza, amor y
respeto hacia una forma de vida que agrade a Dios. Ser cabeza
significa ser el responsable del bienestar y el destino de toda una familia,
ser el principal proveedor, hacerse cargo de las situaciones y necesidades
diarias de su esposa e hijos, ser el primero en servir a los demás, ser el
mayor ejemplo de sacrificio, dedicación y lealtad para los demás.
Sin embargo, el
hombre debe tener el deseo genuino de liderar a su familia, agradar al Señor
antes que a los hombres, disponer su tiempo íntegramente, obedecer los
mandamientos de Dios y esforzarse en su propia santificación. De este modo,
el hombre se refina como criatura de Dios, alcanza un nivel de madurez
espiritual y recibe la aprobación divina, así como el honor por parte de su
familia.
Un hombre respetado es
siempre un hombre primeramente amado. El respeto no surge de la imposición sino
de la admiración. Un hombre que ama sacrificialmente a su mujer se
convertirá en un héroe para ella y para sus hijos. Un hombre de familia es
un hombre de valor, apreciado por la gente y por sus verdaderos amigos. La
caballerosidad no es otra cosa que pequeños actos y detalles de sacrificio que
reafirman la masculinidad, la fuerza, el señorío y la protección del hombre
hacia la mujer.
La mujer necesita un
compañero leal, un hombre de Dios a su lado, un hombre intachable en quien
confiar, un hombre fuerte en quien apoyarse. La mujer encuentra
su seguridad en un varón íntegro, dispuesto a la lucha diaria y al sacrificio
necesario. Ella responderá con su vida a las demostraciones de amor de su
marido, porque la mujer necesita un héroe a quien admirar, un hombre de verdad
a quien amar.
Por: Maleni Grider | Fuente: www.somosrc.mx
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