El Domingo de Ramos abre la puerta a la semana de los días más amargos,
más crueles para el Dios que se hizo hombre por amor.
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Domingo de Ramos, la Iglesia Católica y sus fieles, conmemoramos la
entrada de Jesús en Jerusalén. Marcos en su Evangelio, nos describe como fue
esa entrada: "Llegó Jesús en un borriquillo mientras muchos extendían
sus mantos en el camino y otros lo tapizaban con ramos cortados en el campo y
gritaban vivas, ¡Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor!.
Parece que todo nos anima a que sea un domingo de fiesta, los ramos, las
palmas, los gritos de júbilo...y sin embargo la tradición nos sorprende en la
santa misa de este día, relatándonos la Pasión y Muerte de Nuestro Señor
Jesucristo.
¡Qué cercano estaba el día en que sería entregado a los sumos sacerdotes, a
los grandes personajes y autoridades, Anás, Caifás, Pilato, Herodes y luego
al mismo pueblo que ahora lo vitorea y más tarde pedirá su crucifixión.
Repasamos toda esta historia (que siempre es la misma, dirán algunos)
pero que siempre es diferente según la medite nuestro corazón.
El Domingo de Ramos abre la puerta a la semana de los días más amargos, más
crueles para el Dios que se hizo hombre por amor, por amor a rodos los
hombres y en ese "todos" estaba yo.
La agonía en el Getsemaní, una oración al Padre con temblores de miedo, sus
palabras "una tristeza en el alma hasta la muerte" y bajo el resplandor
de la luna llena de Pascua, allá en el Huerto de los Olivos, nuestro Salvador
postrado en tierra, se cubre de sudor y se llena de amarga soledad. Necesita
la compañía de sus amigos, "velad conmigo" pero ellos se
durmieron.
Y después el beso que traiciona, la flagelación, las espinas, la cruz, los
clavos en pies y manos, la lanza que penetra en su costado, la muerte. "Al
que no conoció el pecado, Dios lo trató por nosotros, como el propio pecado,
para que, por medio de él, nosotros sintamos la fuerza salvadora de
Dios" (Cor 5:21).
"El fue triturado por nuestros crímenes, sobre él descargó el castigo
que nos sana" (Is 53:5).
Cristo se acerca al Padre en esa hora de redención, los pecados de la
humanidad están sobre Cristo misteriosamente. El pecado es el rechazo a Dios.
Cristo está entre los hombres de todos los tiempos y ese amor es rechazado,
pisado.
Hay que meditar sobre esto:
Yo soy la causa pero también el destinatario de la redención, soy el
fin de la obra redentora de Cristo.
Entremos pues, con la fe y la alegría del Domingo de Ramos, alabando a Jesús
desde nuestros corazones, con la confianza y amor que es nuestro Señor, y
preparándonos con la lectura de la Pasión, escuchando la Palabra de Dios (el
mismo Dios que nos habla) para acompañar a Cristo en la Pasión,
Y desde la cruz con nuestra Madre para todos los seres humanos. María que al
pie de la cruz nos recibe como hijos que aunque algunas veces perdamos el
rumbo, será nuestro faro de luz que nos conducirá amorosamente hasta su Hijo
Jesús
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Autor: Ma Esther De Ariño
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