"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿DESDE DONDE SIGUEN A ESTE BLOG?

Simplemente y por curiosidad me pongo a sacar las Estadísticas que Google ofrece sobres sus Blog, en uno de sus apartados informa desde que lugares se visita el blog y el número de páginas vista desde cada país.

Me llena de satisfacción y a la vez de asombro, ver la estadística correspondiente al citado apartado y correspondientes a este Blog.

Se ha ido dando a conocer, única y exclusivamente gracias a sus lectores ya que no se ha realizado promoción alguna sobre el mismo. Ni se ha contratado ningún servicio a tal efecto.

En la siguiente fotografía, podrán ver desde que países se sigue este blog.



Me llaman la atención las entradas desde Rusia, Alemania, Perú, Colombia, todo ello anima a seguir intentado hacerlo lo mejor posible y darles las gracias a todos ustedes, estimados lectores, porque solo suyo es el éxito.

Les sigo esperando todos los días, no sin antes agradecerle al máximo sus entradas en mi blog.

¡¡Gracias a todos!! 

Manuel Murillo Garcia

MUNDO, PROGRESO, DIOS

Autor: Pablo Cabellos Llorente
        A la vez que desea a los cristianos en la calle, el Papa Francisco ha advertido del riesgo de ser  mundanizados. Está claro que es necesario vivir en el mundo y amarlo -es hechura de Dios-, pero sin permitir que nos atrapen sus fealdades, los pecados. El pecado esclerotiza, priva de una visión abierta.

        El cristiano debe tener un enfoque positivo de las realidades temporales. Me atrevería a decir que el lamento, el pesimismo, la demonización de determinadas profesiones -la política, por ejemplo-, actividades o ciencias no es cristiano. Dios lo creó y vio que era bueno. Pero hizo aún más: habiendo prevaricado el hombre, "tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca". Lo leemos en el Evangelio de san Juan. También aparece en la Escritura el sentido negativo del término. Así san Pablo habla de las concupiscencias mundanas o de la vida mundana.

        Pero en las Sagradas Escrituras predomina la mirada positiva hacia lo creado por Dios, aunque durante siglos se haya hecho más uso del vocablo mundo en su acepción negativa. El Magisterio del concilio Vaticano II ha devuelto el mundo al lugar en que los cristianos se santifican, con todas sus realidades honradas, santificando el mundo mismo, "la creación entera que -escribe san Pablo -gime y sufre con dolores de parto...Y no sólo ella sino que nosotros, que poseemos ya los primeros frutos del Espíritu, también gemimos en nuestro interior aguardando la adopción de hijos (de Dios), la redención de nuestro cuerpo". El mundo anhela a Dios.

        San Josemaría Escrivá  habló y escribió profusamente del tema, pues el punto neurálgico de su predicación fue la santificación de las realidades terrenas y  los que trabajan en ellas. Recojo unas breves frases, que contienen las dos ideas sobre el mundo, aunque prevaleciendo la positiva: "el mundo no es malo, porque ha salido de las manos de Dios, porque es criatura suya, porque Yaveh lo miró y vio que era bueno (cfr. Gn 1, 7 ss.). Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo con nuestros pecados y nuestras infidelidades", aunque  la malicia del hombre no destruye la intrínseca bondad de la creación. Ahí aparece el desafío cristiano de estar en las encrucijadas todas de esta tierra para manifestar "aquella visión optimista de la creación, aquel amor al mundo que late en el cristianismo",  escribía el fundador del Opus Dei en 1959.

        En un profundo tratado sobre la teología espiritual de esta prelatura de la Iglesia Católica  ("Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría"), y a partir de esa consideración noble del mundo, se extraen dos conclusiones plenamente válidas para ser ese tipo de cristianos que habitan  todas las periferias sin mundanizarse. Recojo muy resumidas esas ideas de Burkhart y López en la referida obra.

        La conclusión primera es que a las realidades temporales les corresponde, por designio divino, una autonomía, que no significa independencia de Dios, sino que gozan de leyes propias y variados modos de vivirlas. Pero todas ellas son ordenables a Dios, si bien cada una según su propia naturaleza, según el fin inmediato que Dios le ha dado, como declaraba san Josemaría en una de las entrevistas reunidas en "Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer" y como recogió el Vaticano II al afirmar que "las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar progresivamente". Respetando su consistencia, verdad y bondad propias, el cristiano ha de descubrir ese algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno descubrir (cfr. "Conversaciones..., 114). Sin afirmar la bondad e inteligibilidad del mundo, se excluiría la posibilidad de ordenarlo a Dios.

        Esta mirada comporta necesariamente respetar la libertad de pensamiento, expresión y acción de los cristianos para realizar  esas tareas no dirigidas unívocamente, sino con posibilidades diversas. El amor a la libertad está imperiosamente presente en una vida cristiana cabal. Tal visión del mundo se contrapone tanto al "integrismo" que afirma a Dios a costa de la autonomía de lo creado, como al "secularismo" que elimina a Dios de la vida social por entender mal esa autonomía. La Iglesia -ha dicho Francisco- no es un negocio, no es un organismo humanitario, la Iglesia no es una ONG, la Iglesia tiene que llevar a todos hacia Cristo y su evangelio.


        La segunda idea es que las realidades terrenas son para amarlas apasionadamente, de modo que todos persigamos las valiosas mejoras que renuevan la sociedad, el avance de la ciencia y de la técnica, el progreso de la razón, etc., pero sin olvidar que esos escenarios admirables son medios de santificación, pero sin constituir el fin último. Escribió san Josemaría: "si transformamos los proyectos temporales en metas absolutas, cancelando del horizonte la morada eterna y el fin para el que hemos sido creados -amar y alabar al Señor, y  poseerle después en el Cielo-, los más brillantes intentos se tornan en traiciones". Con el poeta Pedro Salinas podemos exclamar: "¡Qué gran víspera el mundo!"

martes, 19 de noviembre de 2013

En Él está nuestra esperanza

Dios ofrece y regala la salvación. La respuesta del creyente es acogerla por medio de la fe. 

Estamos en las manos de Dios, en Él tenemos puestos los ojos y la esperanza. No debemos temer nada: el poder del mal no triunfará.

Dios sigue hablando, revelándose. Es posible que el concepto o imagen de Dios de un adulto nos quede pequeño, no sea el mismo que el de un niño. No por ello se puede decir que una persona ha perdido la fe, sino más bien que ha evolucionado. Ha descubierto que el verdadero Dios es distinto, lo ha experimentado en su vida como Abrán, como María...

En el pasado, Dios habló de muchos modos a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado a través de su Hijo (Hb 1, 1-2). Todo nos lo ha dicho en Cristo, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra (san Juan de la Cruz). Y lo esencial de este mensaje es: Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tm 2, 4).

Cuando la Biblia habla de la fe, pone ejemplos de personas que se fían de Dios, como Abrán, como María. La fe bíblica está más próxima a una actitud de búsqueda que a una seguridad total.

Abrán debe salir de su tierra sin saber siquiera adónde va (Gn 12, 1), fiándose de la promesa de Dios. El seguidor de Jesucristo debe renunciar a todo, romper con la seguridad del dinero, de la familia, de lo conocido (Lc 9, 3: 57-62).

Dios ofrece y regala la salvación. La respuesta del creyente es acogerla por medio de la fe. La Escritura nos propone dos modelos de fe, de acoger la palabra salvadora de Dios: Abrán y María. Por la fe, Abrán obedeció y salió hacia el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber adónde iba(Hb 11, 8). Gracias a esta fe poderosa, Abrán se convirtió en padre de todos los creyentes, porque supo creer esperando contra toda esperanza (Rm, 4, 18).

De la Iglesia recibe el creyente la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo. Quienes caminan con fe y acogen al Dios que se revela en los acontecimientos de cada día, serán felices por siempre. El ser humano ha sido creado por Dios y para Dios; sólo en Dios, que acoge por la fe, encontrará vida y descanso.
Creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador (GS 19, 1).

Dios nos ha bendecido con toda clase de bienes: salud, riqueza, familia, aunque todas las bendiciones se centran en Cristo (Ef 1, 3).

Todo el que cree en él será salvo. El ser humano es capaz de Dios (Karl Rahner), puede llegar a Dios. Al hacernos conscientes de que somos hijos de Dios, se deduce lógicamente que todos somos hermanos y como tales tenemos que vivir.

Frank Borman, un astronauta del Apolo VIII, pronunció a 350.000 km de la tierra una oración llena de confianza: Señor, concédenos la posibilidad de ver tu amor en el mundo a pesar de los defectos humanos. Concédenos la fe, la confianza, la oración a pesar de nuestra ignorancia y flaqueza. Concédenos lucidez para que sepamos seguir orando con corazón comprensivo y muéstranos lo que cada uno de nosotros puede hacer para facilitar que venga a nuestro mundo la paz universal.

Autor: P. Eusebio Gómez Navarro

lunes, 18 de noviembre de 2013

«Misericordina», la medicina espiritual que receta el Papa

VAT115. Vatican City (Vatican City State (holy See)), 17/11/2013.- A faithful shows so-called 'Misericordina', a box containing a rosary, at the end of Pope Francis' traditional appearance in St. Peter's Square at the Vatican City, 17 November 2013. The pontiff recommended the rosary as medicine that 'does good to the heart'. (Papa) EFE/EPA/ETTORE FERRARI
El Papa Francisco recetó hoy a los miles de fieles que acudieron a la plaza de San Pedro del Vaticano al tradicional rezo del Ángelus dominical una "medicina espiritual", la "Misericordina".
"Querría sugerir a todos ustedes que estáis aquí en la plaza un modo para concretar los frutos del Año de la Fe, que llega al final. Se trata de una 'medicina espiritual', llamada Misericordina. Es el contenido de una cajita, que algunos voluntarios distribuirán mientras dejan de la plaza. Hay una corona del Rosario, con la cual se puede rezar también la "Coronilla de la Divina Misericordia", ayudo espiritual para nuestra alma y para difundir en todas partes el amor, el perdón y la fraternidad", dijo Francisco.
Así, el pontífice explicó, ante la sorpresa de los fieles que habían acudido al Vaticano, que para concretar los frutos del Año de la Fe, que está llegando a su fin, un grupo de voluntarios iba a repartir entre los presentes una cajita con este "fármaco", que proporciona "ayuda espiritual para el alma y para difundir el amor, el perdón y la fraternidad".
El Papa, asomado desde la ventana del palacio pontificio, mostró sonriente la cajita de esta "medicina", que en su interior contenía una corona del rosario, y recomendó: "No os olvidéis de tomarla porque hace bien al corazón, al alma y a toda la vida".
La distribución se hizo mientras los fieles, que se mostraron muy agradecidos ante el peculiar gesto del pontífice, abandonaban la plaza.
El estuche reproduce a la perfección el de los fármacos tradicionales y en él se puede ver la ilustración de un miocardio con los vasos sanguíneos, una breve explicación de la posología y la indicación de que contiene 59 gránulos para el corazón.
En el prospecto se indica que este remedio "aporta misericordia al alma, con una amplia tranquilidad del corazón. Su eficacia está garantizada por las palabras de Jesús".
Sobre su uso, precisa que puede aplicarse "cuando se desea la conversión de los pecadores, se siente necesidad de ayuda, falta la fuerza para combatir las tentaciones, no se consigue perdonar a alguien, se desea la misericordia para un moribundo y se quiere adorar a Dios por todos los dones recibidos".
"Puede usarse tanto en niños como en adultos, todas las veces que sea necesario", rezan las instrucciones, que recalcan que su suministro prevé "el rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia, promovida por Santa Faustina Kowalska", una religiosa de la que Juan Pablo II se consideraba discípulo, conocida como la santa Teresa de Jesús polaca, que introdujo esta devoción.
Además, según el prospecto, "no tiene efectos secundarios ni contraindicaciones".
"Antes de utilizar el fármaco -agrega- se aconseja acudir a un sacerdote para ulteriores informaciones y conservar las instrucciones para caso de nuevo uso".
Tras recetar la "Misericordina", el Papa, quien antes del rezo del Ángelus advirtió sobre "no dejarse engañar por falsos mesías, ni dejarse paralizar por el miedo", saludó a los fieles con su ya tradicional "Buen almuerzo".
En su mensaje de hoy, el pontífice pidió además rezar por los cristianos que sufren persecuciones a causa de su fe y expresó su "admiración por su coraje y su testimonio", en una parte improvisada de su discurso.
Según informó Radio Vaticana, se han elaborado varios miles de cajitas de "Misericordina", que contienen las instrucciones en diferentes lenguas, entre ellas italiano, español, inglés y polaco.
La iniciativa ha sido promovida por el limosnero pontificio, el polaco Konrad Krajevski, quien fue nombrado para este cargo por el Papa Francisco el pasado 3 de agosto.
El limosnero es delegado por el Papa para conceder la bendición apostólica por medio de un diploma en pergamino y la Limosnería Apostólica ejerce la caridad hacia los pobres en nombre del pontífice.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Dios existe yo me encontré con Él


 Testimonios de un encuentro personal con Dios. 

André Frossard, pensador francés del siglo XX, fue educado sin fe, en un ambiente familiar en que se pensaba que era anticuado oponerse a los creyentes, luchar contra la religión. La religión no tenía ningún valor. Él mismo declaraba: Éramos ateos perfectos, de esos que ni se preguntan por su ateísmo... El ateísmo perfecto no era ya el que negaba la existencia de Dios, sino aquel que ni siquiera se planteaba el problema.

Una tarde, Willemin lo invita a cenar con él. Antes quiere rezar en una iglesia. Cogen el coche y vagan por las calles de París. En ese momento de su vida, todo le va bien, goza de buena salud y es feliz. Al entrar en la iglesia, observa a un grupo de religiosas que están rezando ante Jesús sacramentado, y a varios fieles. De repente le ocurre algo extraño.

Ve unos cirios, su mirada pasa de la sombra a la luz y ve una serie de prodigios que en un momento le cambian la vida. Comienza una vida espiritual, el cielo se abre y encuentra la verdad acompañada de una gran alegría. Y encuentra una nueva familia: la Iglesia, que lo acompañará en su nuevo caminar. Siente una gran presencia de Dios. Dice: Todo está dominado por la presencia, más allá y a través de una inmensa asamblea, de Aquel cuyo nombre jamás podría escribir sin que me viniese el temor de herir su ternura, ante Quien tengo la dicha de ser un niño perdonado, que se despierta para saber que todo es un regalo

Ha sido un momento breve. André sale a la calle con su amigo, que lo observa con preocupación. 

Pero ¿qué te pasa?
Soy católico... responde. Willemin está atónito, apostólico y romano. Willemin no comprende qué ha ocurrido, ve los ojos de André desorbitados, misteriosos. Dios existe, y todo es verdad.

El milagro se prolonga durante un mes. Cada mañana volvía a encontrar, con éxtasis, esa luz que hacía palidecer el día, esa dulzura que nunca habría de olvidar y que es toda mi ciencia teológica

Cuando deja de repetirse el prodigio, André Frossard, acude a un sacerdote y se instruye sobre las verdades fundamentales de la fe cristiana. Quiere ser bautizado, quiere ser miembro de la Iglesia. Y André repetirá a lo largo de su vida: Dios existe. Yo me encontré con Él.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Capaces de avergonzarse


 Ir a confesarse «es ir a un encuentro con el Señor que nos perdona, nos ama. Y nuestra vergüenza es lo que nosotros le ofrecemos a Él
Autor: SS Francisco
Fragmento de la homilía celebrada el viernes 25 de octubre, durante la misa celebrada en la capilla de Santa Marta

La gracia de la vergüenza es la que experimentamos cuando confesamos a Dios nuestro pecado y lo hacemos hablando «cara a cara» con el sacerdote, «nuestro hermano». Y no pensando en dirigirnos directamente a Dios, como si fuera «confesarse por e-mail». 

San Pablo, después de haber experimentado la sensación de sentirse liberado por la sangre de Cristo, por lo tanto «recreado», advierte que en él hay algo todavía que le hace esclavo. Y en el pasaje de la carta a los Romanos (7, 18-25) propuesto por la liturgia el apóstol, se define «desgraciado». Por lo demás «Pablo ayer hablaba, anunciaba la salvación en Jesucristo por la fe», mientras que hoy «como hermano cuenta a sus hermanos de Roma la lucha que él tiene dentro de sí: Sé que lo bueno no habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer está a mi alcance, pero hacer lo bueno, no. Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo. Y si lo que no deseo es precisamente lo que hago, no soy yo el que lo realiza, sino el pecado que habita en mí. Se confiesa pecador. Nos dice: Cristo nos ha salvado, somos libres. Pero yo soy un pobre hombre, yo soy un pecador, yo soy un esclavo.

Se trata de «la lucha de los cristianos», nuestra lucha de todos los días. «Cuando quiero hacer el bien, el mal está junto a mí. En efecto, en lo íntimo consiento a la ley de Dios; pero en mis miembros veo otra ley, que combate contra la ley de mi razón y me hace esclavo». Y nosotros «no siempre tenemos la valentía de hablar como habla Pablo sobre esta lucha. Siempre buscamos una justificación: "Pero sí, somos todos pecadores".

Es contra esta actitud que debemos luchar. Es más, «si nosotros no reconocemos esto, no podemos tener el perdón de Dios, porque si ser pecador es una palabra, un modo de hablar, no tenemos necesidad del perdón de Dios. Pero si es una realidad que nos hace esclavos, necesitamos esta liberación interior del Señor, de aquella fuerza». Y Pablo indica la vía de salida: «Confiesa a la comunidad su pecado, su tendencia al pecado, no la esconde. Esta es la actitud que la Iglesia nos pide a todos nosotros, que Jesús pide a todos nosotros: confesar humildemente nuestros pecados».

La Iglesia en su sabiduría indica a los creyentes el sacramento de la reconciliación. Y nosotros, estamos llamados a hacer esto: «Vayamos al hermano, al hermano sacerdote, y hagamos esta confesión interior nuestra: la misma que hace Pablo: "Yo quiero el bien, desearía ser mejor, pero usted sabe, a veces tengo esta lucha, a veces tengo esto, esto y esto..."». Y así como «es tan concreta la salvación que nos lleva a Jesús, tan concreto es nuestro pecado. 

Hay muchos que rechazan el coloquio con el sacerdote y sostienen confesarse directamente con Dios. Cierto, es fácil, es como confesarse por e-mail... Dios está allí, lejos; yo digo las cosas y no existe un cara a cara, no existe un encuentro a solas». Pablo en cambio «confiesa su debilidad a los hermanos cara a cara.

Hay personas a quienes ante el sacerdote «se confiesan de muchas cosas etéreas, que no tienen ninguna concreción»: confesarse así «es lo mismo que no hacerlo. Confesar nuestros pecados no es ir a una sesión psiquiátrica ni tampoco ir a una sala de tortura. Es decir al Señor: "Señor, soy pecador". Pero decirlo a través del hermano, para que este decir sea también concreto; "y soy pecador por esto, por esto y por esto...".

Admiro el modo en que se confiesan los niños. 
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños (Mateo 11, 25). Los pequeños tienen una cierta sabiduría. Cuando un niño viene a confesarse, jamás dice algo general: "Padre, he hecho esto, he hecho esto a mi tía, he hecho esto a la otra, al otro le he dicho esta palabra" y dicen la palabra. Son concretos, tienen la sencillez de la verdad. Y nosotros tenemos siempre la tendencia a esconder la realidad de nuestras miserias». En cambio, si hay algo bello es «cuando nosotros confesamos nuestros pecados como están en la presencia de Dios. Siempre sentimos esa gracia de la vergüenza. Avergonzarse ante Dios es una gracia. Es una gracia: "Yo me avergüenzo". Pensemos en lo que dijo Pedro tras el milagro de Jesús en el lago: "Pero Señor, aléjate de mí, que soy un pecador". Se avergüenza de su pecado ante la santidad de Jesucristo.

Ir a confesarse es ir a un encuentro con el Señor que nos perdona, nos ama. Y nuestra vergüenza es lo que nosotros le ofrecemos a Él: "Señor, soy pecador, pero mira, no soy tan malo, soy capaz de avergonzarme". Por ello «pidamos esta gracia de vivir en la verdad sin esconder nada a Dios y sin esconder nada a nosotros mismos».

viernes, 15 de noviembre de 2013

Dale un sentido, un objetivo a tu vida

Somos amados por Dios desde la eternidad y creyendo y pensando en esto es como podemos dar sentido a nuestra vida. 

Es de profunda importancia, ya que estamos en este mundo, saber a dónde vamos y de dónde venimos. A veces no sabemos ni qué hacemos aquí ni por qué estamos. Nos falta objetivo en la vida. Esa es la causa principal de la neurosis de nuestro tiempo.

No le damos a nuestra existencia ningún sentido. Al morir quizá nuestro epitafio pueda decir así: "Aquí yace una persona que nunca supo por qué ni para qué vivía".

Esa forma de pasar por la vida es como estar en un aeropuerto y no tomar ningún avión. Necesitamos una dirección y ver si es la correcta. Somos un llamado de Dios. Dios existe y El nos escogió. Las probabilidades de que existamos son un auténtico milagro.

Nuestra madre nos llevó, -y quiso llevarnos-nueve meses en su seno y nos cuidó. Dios pensó en nosotros desde el principio y no solo nos escogió sino que veló por nosotros, conoce todos nuestros sentimientos, voluntades, debilidades y pecados.

Se compadece y comparte todas nuestras emociones.

Se da cuenta de nuestro semblante tanto si reímos como si lloramos y nos ama más que nosotros mismos nos amamos.

Rehúsa lastimarnos tanto como lo hacemos nosotros. Somos su obra y al ponernos en este mundo ha volcado en nosotros las capacidades para que tengamos una experiencia de su amor, donde entre nuestra inteligencia y voluntad.

Somos criaturas amadas por El desde la eternidad y creyendo y pensando en esto es como podemos dar sentido a nuestra vida.

Y por todo esto le debemos a Dios una respuesta. Todos estamos en su dirección aunque no lo queramos. Él no nos va a presionar, respeta nuestra libertad, pero sí espera nuestra respuesta. Y en nosotros está el dársela o no. Somos sus hijos, Él es nuestro Padre. San Ignacio decía: "El hombre fue creado para alabar a Dios" y San Agustín: "El corazón del hombre anda angustiado hasta encontrar a Dios"

¿Cuál es el sentido que nosotros le damos a nuestra vida?

Tenemos unos "talentos" que nos han sido entregados y de ellos se nos pedirá cuenta. Ahora es el momento de hacerlos rendir.

La santidad no es llegar a los altares sino al cielo. Hay santos canonizados pero hay otros muchos que no. Pero el que llega al cielo es santo. Venimos de Dios y a Dios volvemos. Este pensamiento nos dará paz en medio del dolor y del sufrimiento y sobre todo nos dará una respuesta a esa gran interrogante que los hombres de todos los tiempos se han hecho y nos hacemos más que nunca en los actuales, plenos de desorientación e incredulidad.

Aceptemos esta respuesta diáfana, sencilla e inconmensurablemente hermosa. A sí ya sabemos por qué llegamos aquí, para qué estamos aquí y a donde vamos después de aquí. Hagamos un proyecto de vida, vale la pena.

Autor: Ma Esther De Ariño

Gracias, Gracias… Gracias

AUN CUANDO ME HAN AUTORIZADO, DOS PERIODO DIARIOS DE UN MÁXIMO DE TREINTA MINUTOS DELANTE DEL ORDENADOR, LO IRÉ HACIENDO PAULATINAMENTE Y SEGÚN VEA QUE VOY RESPONDIENDO.



jueves, 7 de noviembre de 2013

Creer solo en Dios

Es justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que El dice. Sería vano y errado poner una fe semejante en una criatura. 

"Cuando el hombre ora se sitúa de frente a Dios. En realidad siempre estamos en su presencia pero pocas veces somos realmente conscientes de que Él está allí. El hombre orante ejercita la fe como una adhesión personal a Dios (Catecismo Iglesia Católica, 150). La adhesión personal requiere que el hombre comprometa su inteligencia y que acepte lo que Dios ha revelado como verdadero, precisamente porque Dios lo ha revelado. Claro que cuando el hombre ora ejerce su inteligencia para entender con su mente lo que Dios le quiere decir, pero es también necesario que él abra todo su corazón porque el lenguaje de Dios es un lenguaje que va "de corazón a corazón" (Cor ad cor loquitur: el corazón habla al corazón).

No hay que despreciar este aspecto más "intelectual" de la oración, pero tampoco hay que reducirlo a él. Es preciso llegar a un sano equilibrio. La oración siempre es relación y una sana relación humana no comprometemos sólo la inteligencia sino el afecto, la voluntad, las emociones, la corporalidad, todo nuestro ser. Lo mismo sucede con Dios. Es importante tratar de entender lo que Dios nos revela, guiados por la sabia mano del Magisterio pero es igualmente importante que la relación con Él sea integral e incluya toda nuestra persona.

Por otra parte la relación con Dios, aunque tiene muchos aspectos análogos a la relación interpersonal humana, por otra parte es especial y única. Puede ser legítimo a veces dudar de lo que nos dice una persona por motivos diversos. Jamás lo será en el caso de Dios porque Él, siendo la verdad, no puede caer en falsedad e inducirnos a nosotros en error. Por ellos, llevados de su mano, nos sentimos seguros de que no nos podrá conducir a la mentira, sino que nos guiará siempre hacia la verdad sobre nosotros, sobre el mundo, sobre Él mismo. Así, con Él, tenemos esa experiencia de la que hablaba San Agustín, del "gozo de la verdad". Quien vive en la verdad y de la verdad, vive un gozo puro y especial que no puede vivir quien vive con el demonio, padre de la mentira. Por ello el hombre de Dios irradia alegría, gozo y paz.

"Es justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que El dice. Sería vano y errado poner una fe semejante en una criatura" (CIC, 150). Podemos dar a otras personas una cierta confianza, pero sería vano poner en otra persona una confianza semejante a la que ponemos en Dios. El marido puede dar una confianza total a la mujer y viceversa. Es justo y sobre esta mutua confianza surge la alianza matrimonial, pero tal confianza siempre podrá estar minada por los límites e imperfecciones propios de una creatura. En cambio tales límites no existen en la relación con Dios, Verdad Absoluta que no aplasta con la luz de su verdad, sino que cura, ilumina, transforma y alegra el corazón del hombre.

Autor: P. Pedro Barrajón, L.C.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Caminos de conversión


Muchos caminos llevan al encuentro con Cristo en su Iglesia. ¿Por qué? Porque el Señor llama a sus hijos de mil maneras.


Muchos caminos llevan al encuentro con Cristo en su Iglesia. Tantos que resulta difícil enumerarlos. ¿Por qué? Porque el Señor llama a sus hijos de mil maneras, porque cada persona encuentra el hilo central de su vida desde esa acción maravillosa de la gracia en los corazones.

Unos llegan porque buscaron razones para su ateísmo y otros porque querían entender una religión que tenía a sus espaldas 2000 años de historia. Unos porque hicieron una carrera científica y otros porque emprendieron estudios humanísticos. Unos porque encontraron el amor de su vida en un creyente y otros porque nunca encontraron con quién compartir el pan de cada día. Unos porque discutieron un día sí y otro también con un católico convencido, y otros simplemente porque vieron cómo la caridad lleva a darlo todo por los más necesitados.

Como un punto hacia el que confluyen mil rayos, la conversión acerca los corazones entre sí al unirlos a Cristo. Desde un accidente o un encuentro afortunado, tras un día de calor o a causa del frío, después de una noche en vela o gracias a un sueño enigmático, con la compañía de un amigo bueno o desde reflexiones en solitario.

El resultado de todos es el mismo: encontrarse con el Amigo, el Salvador, el Maestro bueno, el Mesías. Un encuentro que alegra el alma, que da sentido a la vida, que tiñe de colores nuevos el cielo que a todos nos arropa, que hace perder el miedo a la muerte con la esperanza de la vida eterna.

Sí, hay tantos caminos que llevan a esa gran meta de la conversión. Desde la misma se rompen las fronteras que separan naciones enfrentadas, se pierden los contornos que dividen a las clases sociales, se destruyen los muros levantados por odios y miedos irracionales.

Entonces empezamos a ser "hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la Promesa" (Ga 3,26 29).

¿Cuál ha sido mi camino? ¿Cuál es el tuyo, hermano que sonríes a mi lado? ¿Cuál será el que recorra quien hoy busca lejos de la Iglesia y mañana empezará a estar a nuestro lado? Dios tiene una fantasía sin límites, porque no quiere que nadie se pierda, sino que desea que todos podamos participar un día en la gran fiesta de la Pascua eterna.


Autor: P. Fernando Pascual LC.