La familia es el lugar donde Dios viene al mundo al
encuentro con los hombres.
Núcleo y base de la sociedad
La
familia se define como “la sociedad natural en que el hombre y la mujer son
llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida” 1. El Papa Francisco nos dice: “Cuando nos preocupamos por nuestras familias
y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas, sus esfuerzos
repercuten no sólo en beneficio de la Iglesia; también ayudan a la entera
sociedad.” La ideología del género y la cultura del descarte,
propone nuevas definiciones de familia, haciendo que las nuevas generaciones
cuestionen su verdadero rol en la sociedad. Por esto, es de vital
importancia trabajar en la formación de familias con bases sólidas y éticas
donde el concepto quede claro para cada uno de sus miembros.
En
primer lugar, la familia, es un microcosmo de la sociedad en general.
Es la “sociedad natural”, donde, a pesar de no estar basada en reglas
jurídicas, es un conjunto de personas que se relacionan entre si con un
propósito común. Para los católicos, la familia es “la iglesia doméstica”2,
en la cual se nos da la oportunidad de formar con valores, ética y sentido a la
vida. Resulta evidente que, si la sociedad actual se concentrara en formar
familias con respeto y valor a la dignidad, hoy no tendríamos que defender lo
obvio.
En segunda
instancia, el concepto es claro al definir que la familia es entre
“hombre y mujer”. La familia está fundada sobre la unión íntima de vida que es
el matrimonio, complemento entre un hombre y una mujer, lazo
indisoluble, libremente contraído, públicamente aceptado, y que está abierta a
la transmisión de la vida. 3 Varias razones se dan para esto, sin
embargo, entre el más importante encontramos la complementariedad que existe
entre los dos sexos. Tanto de manera genética como emocional, ambos sexos poseen
características diferentes que los hacen unirse de manera más personal por el
anhelo de conocer más de lo que tiene el otro. Físicamente, el acto
sexual que se realiza entre el hombre y la mujer es el único meramente
biológico que no solo permite la perpetuación de nuestra especie, sino también
la demostración más grande de que nuestra naturaleza fue diseñada para
complementarse entre sí.
Según
San Agustín, el amor es desear el bien del otro. La familia es el lugar
donde Dios viene al mundo al encuentro con los hombres. Mediante la
comunión entre personas es donde se aprende el valor de amar y ser amado.
Iniciar una vida matrimonial es, por tanto, un “llamado al don de sí, en el
amor”. Es un esfuerzo enorme, donde dos personas ajenas, inician un camino
en común deseando el bien del otro. El hombre, al ser imagen y
semejanza de Dios, ha sido creado para amar; es capaz, sin duda de un amor que
genera comunión, ya que cada uno considera el bien del otro como propio 4.
Es el don de sí, hecho a quien se ama, es donde se descubre y se actualiza la
propia bondad.
Por
último, la definición recalca la importancia del “don de la vida” en la
familia. En el matrimonio es donde los esposos se unen en el acto sexual
para formar vida. Actualmente, con la revolución tecnológica y médica, es vital
reflexionar sobre las cuestiones cruciales de la defensa de la vida humana.
Actuar, formar y educar en la promoción y valorización del don de la vida. Las
exigencias éticas y sociales de la institución natural de la vida familiar nos
alcanzan a todos. El Papa Pablo VI nos dio una defensa de la sociedad al
defender la mujer, la familia y la vida en su Encíclica Humanae Vitae 5. En la
comunión matrimonial es donde se consigue el clima para ofrecer educación en el
amor, valorando el don de la vida.
En
conclusión, hoy más que nunca el núcleo de nuestra sociedad está siendo
atacado. Sin embargo, la solución a este torbellino de tragedias sociales en el
que vivimos se encuentra en lo íntimo de la convivencia familiar, al educar su
vocación y enseñando a trabajar con amor por sí mismos y por los demás. El
matrimonio y la familia contienen dentro de sí todos los valores humanos
necesarios para reconstruir una sociedad. Defender la familia, es defender
nuestra felicidad.
Por:
Arianna Santamaria | Fuente: Capsulas de Verdad
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