La fe es un acto personal: la respuesta libre del
hombre a la iniciativa de Dios que se revela
Algunas personas llegan a pensar que la fe
es como la esperanza. Cierto es que la persona que tiene fe tiene esperanza,
pero no necesariamente es la esperanza. El catecismo de la Iglesia católica
dice: CIC 166: “La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la
iniciativa de
Dios que se
revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie
puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la
vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a
otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de
nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los
creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi
fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros”. Es decir, todos en la medida
de alimentar nuestra fe y compartirla nos enriquecemos. Dice la carta a los
romanos 10, 17: Así pues, la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de
la palabra de Cristo.
La fe es un don
de Dios, es decir, se debe pedir a Dios. La fe se debe separar de la
superstición, que es en lo que algunos pueden caer por falta de conocimiento en
la religión. La carta a los Hebreos 11, 1, dice: “Tener fe es tener la plena
seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de
cosas que no vemos”.
La fe se debe
trabajar y en la medida que hay esfuerzo hay esperanza de alcanzar lo que se
busca. Dentro del ámbito cristiano esperar algo ya no se reduce a cuestiones
meramente egoístas, sino a beneficios para todos.
La madre Teresa
de Calcuta dice: “del silencio nace la oración, de la oración nace la fe, de la
fe nace el amor, del amor nace la entrega y de la entrega la paz”. Todo lleva
un proceso, y para progresar en la fe hay que progresar en el silencio y en la
oración y esto conllevará a más dones y virtudes que enriquecerán a la persona
y por ende a los que le rodean.
La palabra fe
viene del latín FIDES, y significa lealtad. De la misma palabra FIDES se
desprende fiel y otras más. La lealtad se la debemos a Dios, en la medida que
seamos fieles, es decir leales, podemos esperar como dice en la carta a los
hebreos, aquellas cosas que ya hemos pedido, es decir tenemos esperanza en que
Dios nos ayudará en lo que necesitamos y todo esto será para cumplir con la
voluntad de Dios. Así como la Virgen maría que fue leal a lo que el Señor pedía
pudo alcanzar la gloria que Dios Padre concede a todo obediente a su palabra.
Los santos son santos por ser leales, por tener fe en que las promesas de
Jesucristo se cumplirán en su momento, quizá no en el que pedimos nosotros pues
Dios nos concede las cosas no cuando queremos, sino cuando ya estamos preparados.
Por: P. Modesto Lule Zavala msp | Fuente: www.modestolule.com/
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