Una de las
cosas más impresionantes acerca de Jesús es el hecho de que su sabiduría no era
humana sino divina
Una de las cosas más impresionantes acerca de Jesús es el hecho de que su sabiduría no era humana sino divina. Sus palabras no provenían de una mente carnal, sino del mismo Padre Eterno.
Una de las cosas más impresionantes acerca de Jesús es el hecho de que su sabiduría no era humana sino divina. Sus palabras no provenían de una mente carnal, sino del mismo Padre Eterno.
El Hijo de Dios siempre tuvo respuestas para todo. Sus
contestaciones fueron enseñanzas y, al mismo tiempo, una ruptura de los
paradigmas imperantes en la estructura mental de la raza humana, sin importar
su cultura.
Jesús dijo: “Amad a sus enemigos”, “Si alguien te
abofetea en una mejilla, ofrécele la otra”, “Bienaventurados los que lloran…”,
“Mi Reino no es de este mundo”, “Deben perdonar hasta setenta veces siete”, “No
he venido a llamar a justos sino a pecadores”, “Alejados de mí, nada pueden
hacer”, etcétera.
Parecía ser que su mensaje iba siempre contra toda
lógica, y que las cosas que nos pedía hacer eran imposibles. Al mismo tiempo,
mientras predicaba toda esta nueva visión del mundo y de la vida humana, Cristo
desplegaba su poder en la tierra haciendo toda serie de milagros y prodigios,
con lo cual sellaba sus aseveraciones y demostraba que lo que Él revelaba
provenía de un lugar fuera del mundo.
A pesar de ello, muchos no le creyeron, fue siempre la
minoría la que lo siguió. Y sin embargo, esa minoría transformó al mundo. Desde
que Él llegó a la tierra, las leyes convencionales cambiaron, la ley del amor
fue revelada a los seres humanos de manera extraordinaria, y la ley del
Espíritu (opuesta a la ley de la letra) hizo su aparición.
Cristo propuso estándares morales absolutos y muy
altos. Si el ser humano puede odiar, nos pidió no odiar sino perdonar; si el
ser humano puede pecar, nos pidió ser perfectos, como su Padre es perfecto; si
el ser humano puede cometer adulterio, nos pidió no ser infieles ni siquiera
con el pensamiento. La lista puede seguir y seguir, pero la idea central es que
Jesús nos mostró que somos capaces de mucho más de lo que creemos.
“Si tienen fe como un gramo de mostaza, podrán remover
las montañas y echarlas al mar”; “Si creen, verán la gloria de Dios”. Jesús
llamó a Pedro y lo hizo caminar sobre el mar, Jesús multiplicó los peces y los
panes, y luego dijo a sus discípulos que “iguales o incluso mayores cosas
harían en su nombre”. Revelación y promesas fueron siempre de la mano cuando el
Maestro abría su boca y ofrecía su divinidad.
Siendo nuestro Redentor, nos abrió la puerta de la
sabiduría que proviene de lo Alto. Nos dio a conocer que para vencer nuestra
carnalidad tenemos que vivir por el Espíritu. No hay ninguna otra forma de
cumplir sus propósitos o seguir sus pisadas. Él nos puso el ejemplo. Está en
nosotros romper o no los paradigmas, tal como Él lo hizo.
Por: Maleni Grider | Fuente: ACC Agencia de Contenido Católico
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