Miércoles
santo. Los discípulos preparan la cena de Pascua, ¿cómo está tu corazón en este
momento?
La Pasión
de Jesús se acerca. Hoy es un día para preparar el corazón para el triduo
sacro. Los discípulos preparan la Pascua, Judas le ha entregado y con el Sanedrín
buscan la ocasión para tomarlo preso. ¿Cómo está tu corazón en este momento?
Viviendo la Semana Santa
“¿Qué quiere decir para nosotros vivir la
Semana Santa? ¿Qué significa seguir a Jesús en su camino al Calvario hacia la
Cruz y la Resurrección? En su misión terrena, Jesús recorrió los caminos
de Tierra Santa; llamó a doce personas sencillas para que permanecieran con Él,
compartieran su camino y continuaran su misión. Las eligió entre
el pueblo lleno de fe en las promesas de Dios. Habló a todos, sin distinción; a
los grandes y a los humildes, al joven rico y a la viuda pobre, a los poderosos
y a los débiles; trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó,
consoló, comprendió; dio esperanza; trajo para todos la presencia de
Dios que se interesa por cada hombre y por cada mujer, como hace un buen padre
y una buena madre hacia cada uno de sus hijos. Dios no esperó que fuéramos a
Él, sino que Él se puso en movimiento
hacia nosotros, sin cálculos, sin medida. Dios es así: él da siempre el primer
paso, Él se mueve hacia nosotros. Jesús vivió las realidades cotidianas de la
gente más sencilla: se conmovió ante la multitud que parecía un rebaño sin pastor;
lloró ante el sufrimiento de Marta y María por la muerte del hermano
Lázaro; llamó a un publicano como discípulo suyo; sufrió también la traición de
un amigo. En Él Dios nos dio la certeza de que está con nosotros, en medio de
nosotros. «Las zorras —dijo Él, Jesús—, las zorras tienen madrigueras y los
pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la
cabeza» (Mt 8, 20). Jesús no tiene casa porque su casa es la gente, somos
nosotros, su misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia de
amor de Dios.
En la Semana Santa vivimos el vértice de este camino,
de este designio de amor que recorre toda la historia de las relaciones
entre Dios y la humanidad. Jesús entra en Jerusalén para dar el último paso, en
el que resume toda su existencia: se dona totalmente, no se queda nada, ni
siquiera la vida. En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y
distribuye el cáliz «para nosotros». El Hijo de Dios se ofrece a nosotros,
entrega en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar siempre con
nosotros, para habitar en medio de nosotros. En el Huerto de los Olivos, como
en el proceso ante Pilato, no opone resistencia, se dona; es el Siervo
sufriente anunciado por Isaías que se despoja a sí mismo hasta la muerte (cf.
Is 53, 12).
Jesús no vive este amor que conduce al sacrificio de modo pasivo o como un destino fatal; ciertamente no esconde su profunda turbación humana ante la muerte violenta, sino que se entrega con plena confianza al Padre. Jesús se entregó voluntariamente a la muerte para corresponder al amor de Dios Padre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor por nosotros. En la Cruz, Jesús «me amó y se entregó por mí» (Ga 2, 20). Cada uno de nosotros puede decir: Me amó y se entregó por mí. Cada uno puede decir esto: «por mí».
¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que éste es también mi camino, el tuyo, el nuestro. Vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús no sólo con la emoción del corazón; vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús quiere decir aprender a salir de nosotros mismos —como dije el domingo pasado— para ir al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de la existencia, movernos nosotros en primer lugar hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor!
Jesús no vive este amor que conduce al sacrificio de modo pasivo o como un destino fatal; ciertamente no esconde su profunda turbación humana ante la muerte violenta, sino que se entrega con plena confianza al Padre. Jesús se entregó voluntariamente a la muerte para corresponder al amor de Dios Padre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor por nosotros. En la Cruz, Jesús «me amó y se entregó por mí» (Ga 2, 20). Cada uno de nosotros puede decir: Me amó y se entregó por mí. Cada uno puede decir esto: «por mí».
¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que éste es también mi camino, el tuyo, el nuestro. Vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús no sólo con la emoción del corazón; vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús quiere decir aprender a salir de nosotros mismos —como dije el domingo pasado— para ir al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de la existencia, movernos nosotros en primer lugar hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor!
FRAGMENTO DE LA AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO, Miércoles Santo, 27 de marzo de 201. Texto completo
Por: SS Papa Francisco | Fuente: la oracion
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