Precursora de nuestra Iglesia, Reina del Cielo y de la tierra. ¡María es la Madre de la Iglesia!
El primer cristiano, cuando el mundo todavía no conocía el misterio de la Redención, fue la joven y sorprendida Virgen María. El Angel le reveló ese día el mayor misterio de la historia del mundo, y Ella no podía salir de su asombro. ¡Ella!. ¡Madre de Dios!. Y en ese mismo instante en que se unieron para siempre la Criatura y Su Creador, dio comienzo la mayor historia de Amor que jamás existió ni existirá: la historia de Dios hecho Hombre y entregado por nosotros.
María fue ese día testigo de la unión del hombre con la Divinidad. Dios hizo Su Nido en la Criatura, y la Criatura se transformó en la casa de Dios. María, que siempre había tenido al Espíritu Santo viviendo a pleno dentro de Ella, tuvo desde ese momento al Hombre-Dios creciendo y tomando su humanidad, para caminar en el sendero de la Vida de Cristo desde la primera fila, desde su origen.
La Virgen fue la primer cristiana, la primera pieza humana del Cuerpo Místico de Cristo. Y fue de este modo también punto de partida de otro prodigio de Dios: en la unión de María con el Redentor se inicia el proceso que culmina en el nacimiento de la Iglesia. La Mujer Perfecta en el amor y la humildad recibió en su seno a Dios hecho Hombre, y así cumplió la misión que el mismo Dios le confió. De esta manera surgió la Nueva Jerusalén, el Nuevo Templo que iba a albergar al Santo de los Santos, Jesucristo, por los tiempos de los tiempos. ¡María es la Madre de la Iglesia!.
¡Que perfección!. ¡Que maravilloso es el Plan de Dios!. En la humilde Nazaret, en esa pequeña y desconocida Mujer se formó, con la intervención del Espíritu Santo, la mayor Obra Divina que el Cielo legó al hombre. En el mismo acto y en la presencia del Angel Gabriel y del Cielo todo, que admirado contemplaba, se encarnó Dios y se hizo Hombre, y surgió el primer cristiano. Y este primer cristiano fue luego elevado a la figura de Madre de todos los hombres, y Madre de la Iglesia.
Todo ocurrió en ese instante, en esa fracción de segundo, en la Palestina de hace dos mil años. El antiguo pueblo de Dios y Su Templo dieron paso al nuevo pueblo, el pueblo cristiano, y al nuevo Templo, la Santa Iglesia.
Virgen María, precursora de nuestra Iglesia, Reina del Cielo y de la tierra, puente entre la Divinidad y la criatura, alcánzanos con tu infinita Gracia los dones que nos hagan ser dignos integrantes del Pueblo del que Tu Hijo es Cabeza, Tu Padre es Creador y Tu Esposo es el soplo que le da la Vida.
El primer cristiano, cuando el mundo todavía no conocía el misterio de la Redención, fue la joven y sorprendida Virgen María. El Angel le reveló ese día el mayor misterio de la historia del mundo, y Ella no podía salir de su asombro. ¡Ella!. ¡Madre de Dios!. Y en ese mismo instante en que se unieron para siempre la Criatura y Su Creador, dio comienzo la mayor historia de Amor que jamás existió ni existirá: la historia de Dios hecho Hombre y entregado por nosotros.
María fue ese día testigo de la unión del hombre con la Divinidad. Dios hizo Su Nido en la Criatura, y la Criatura se transformó en la casa de Dios. María, que siempre había tenido al Espíritu Santo viviendo a pleno dentro de Ella, tuvo desde ese momento al Hombre-Dios creciendo y tomando su humanidad, para caminar en el sendero de la Vida de Cristo desde la primera fila, desde su origen.
La Virgen fue la primer cristiana, la primera pieza humana del Cuerpo Místico de Cristo. Y fue de este modo también punto de partida de otro prodigio de Dios: en la unión de María con el Redentor se inicia el proceso que culmina en el nacimiento de la Iglesia. La Mujer Perfecta en el amor y la humildad recibió en su seno a Dios hecho Hombre, y así cumplió la misión que el mismo Dios le confió. De esta manera surgió la Nueva Jerusalén, el Nuevo Templo que iba a albergar al Santo de los Santos, Jesucristo, por los tiempos de los tiempos. ¡María es la Madre de la Iglesia!.
¡Que perfección!. ¡Que maravilloso es el Plan de Dios!. En la humilde Nazaret, en esa pequeña y desconocida Mujer se formó, con la intervención del Espíritu Santo, la mayor Obra Divina que el Cielo legó al hombre. En el mismo acto y en la presencia del Angel Gabriel y del Cielo todo, que admirado contemplaba, se encarnó Dios y se hizo Hombre, y surgió el primer cristiano. Y este primer cristiano fue luego elevado a la figura de Madre de todos los hombres, y Madre de la Iglesia.
Todo ocurrió en ese instante, en esa fracción de segundo, en la Palestina de hace dos mil años. El antiguo pueblo de Dios y Su Templo dieron paso al nuevo pueblo, el pueblo cristiano, y al nuevo Templo, la Santa Iglesia.
Virgen María, precursora de nuestra Iglesia, Reina del Cielo y de la tierra, puente entre la Divinidad y la criatura, alcánzanos con tu infinita Gracia los dones que nos hagan ser dignos integrantes del Pueblo del que Tu Hijo es Cabeza, Tu Padre es Creador y Tu Esposo es el soplo que le da la Vida.
Autor: Oscar Schmidt.
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